Cartas a la redacción - Alfa y Omega

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La Virgen de Fátima

En 1917, Europa vivía uno de los momentos más oscuros, en plena Primera Guerra Mundial, al tiempo que estallaba en Rusia la revolución bolchevique. Pero ese mismo año, la Madre de Dios, en Fátima, llevaba a tres pastorcitos el mensaje de la paz, la esperanza y el amor para la Humanidad. Hoy, el mensaje de Fátima en esta sociedad relativista, utilitarista y modernista-luterana, en la que el hombre se cree autosuficiente y que ha desembocado en una situación sangrante económica y moralmente, es más actual que entonces. El hombre del siglo XXI ha de unirse a la experiencia de los pastorcitos, que pronto se dieron cuenta de que eran amados por Dios y de que su Amor es la mayor fuerza que mueve el mundo. Hoy, más que nunca, es necesaria la conversión permanente, la vivencia de las virtudes teologales.

Carolina Crespo
Vigo

No olvidemos el ébola

Ha pasado un año ya de la crisis del ébola. Parece que, gracias a Dios, está controlado, a pesar de que en Sierra Leona siguen dándose casos. Apenas nos acordamos de los dos misioneros traídos a España que murieron aquí tras dar literalmente su vida por los pobres y los enfermos. Con su fallecimiento, prestaron un último servicio a aquellas gentes. En pocas semanas se movilizaron gobiernos y empresas farmacéuticas para tomar más medidas que las que se habían hecho en cuatro décadas.

Juan Ribas
Barcelona

El valor de la vida contemplativa

El apóstol san Pablo usó la imagen del cuerpo humano para hablar de la Iglesia. Jesucristo es nuestra cabeza, y ahora el Papa, vicario de Cristo, es la cabeza visible de la Iglesia. La Iglesia consta de diversos miembros y necesita, por ejemplo, la lengua de los predicadores para anunciar «el gozo y la alegría del Evangelio», como dice el Papa; los pies de los misioneros para llegar al mundo entero; manos caritativas como las de san Juan de Dios para darse a los necesitados… Pero un órgano es el más escondido: el corazón de las contemplativas. Como afirma santa Teresa del Niño Jesús: «La Iglesia tiene un corazón y este corazón está ardiendo en amor…». Este corazón envía amor y sangre, vida y paz, oxígeno y plegarias a todo el cuerpo. Así el corazón contemplativo está presente en todo el cuerpo, llegando por los vasos sanguíneos de la oración hasta las últimas células del cuerpo de toda la Humanidad. Yo confío mucho en la lluvia de oraciones de la clausura para la fecundidad espiritual de mi apostolado sacerdotal.

Gustavo de Santa María
Toledo