¿Habla demasiado la Iglesia del aborto? - Alfa y Omega

Ocurrió en uno de los municipios madrileños que celebran en septiembre sus fiestas patronales: el Ayuntamiento había repartido la mayoría de las casetas entre los partidos políticos con representación en el Pleno. La caseta socialista ofrecía las mejores raciones, pero por todas partes había carteles con el lema Aborto legal. Al leer la entrevista del Papa y recordarlo, surgieron preguntas: ¿Cuántos católicos quisieran militar o siquiera votar a ciertos partidos, y no pueden en conciencia? ¿Cuántos católicos están hartos de tener que dar siempre explicaciones sobre su postura ante el aborto? ¿Cuántos católicos quisieran simplemente poder sentarse tranquilamente a tomar una caña con miembros de cualquiera de los grandes grupos políticos y sociales del país, sin sentirse señalados por un dedo que les acusa de querer imponer al resto su moral?

¿Habla la Iglesia demasiado del aborto? ¿Se limita a responder a los ataques contra la vida, como es su obligación? Eso importa ahora poco. Para buena parte de la opinión pública, los católicos sólo son los del no al aborto, y punto. La pregunta entonces es: ¿cómo salir de este callejón sin salida?

¿Rendirse? No se deduce que sea ésa la intención del Papa. Pero Francisco actúa como el padre de la parábola que sale a esperar al hijo perdido. Su salida coloca a muchos en el incómodo papel del hijo mayor de la parábola. Quizá era a este hijo mayor, y no al que se marchó lejos, a quien el Papa tenía en mente, cuando escribió en La Repubblica que «Jesús ha resucitado, no para triunfar sobre quien lo había rechazado, sino para demostrar que el amor de Dios es más fuerte que la muerte» y el pecado. El cristiano vence a su enemigo cuando le convence y le lleva a la salvación. ¿Estamos en disposición de ayudarle a eso? ¿Somos creíbles? ¿Mejores siquiera que el resto?