La clave: la misericordia - Alfa y Omega

«No es tal vez casualidad que la larga entrevista al Papa Francisco, realizada por Antonio Spadaro y que ha dado enseguida la vuelta al mundo, haya salido la víspera de una fecha importante en la vida de Jorge Mario Bergoglio», escribe el director de L’Osservatore Romano. Gian Maria Vian se refiere a la fiesta de San Mateo, en la que el Santo Padre, hace justo 60 años, descubrió su vocación, tras sentirse tocado en lo más hondo de su ser por la misericordia de Jesucristo, igual que Mateo.La misericordia -señala Vian- es la clave interpretativa de esta larga entrevista, fruto de más de seis horas de conversación, a lo largo de tres encuentros en agosto, entre el Papa y el director de La Civiltà Cattolica. Otras 15 revistas jesuitas de todo el mundo reproducían simultáneamente el texto (en España, Razón y Fe), sin que ninguna indiscreción ni filtración pusiera a nadie previamente sobre aviso. «Que todos esos jesuitas pudieran mantener el secreto casi me hace creer en las teorías conspirativas jesuitas», bromea el jesuita norteamericano Thomas Reese, en el National Catholic Reporter. En Roma, comenta en el mismo medio John L. Allen, se celebraba, ese jueves, la Plenaria del Consejo Pontificio de las Comunicaciones Sociales. Empezaron a sonar los móviles. La prensa buscaba reacciones, pero nadie sabía nada sobre la entrevista. Los únicos envíos, bajo embargo, se habían hecho a algunos medio, no a obispos.

Bombas informativas

La entrevista está llena de bombas informativas: «No podemos seguir insistiendo sólo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual, o al uso de anticonceptivos»; «Mi forma autoritaria y rápida de tomar decisiones me ha llevado a tener problemas serios y a ser acusado de ultraconservador»; «Jamás he sido de derechas»… El martes, entrevistado en COPE, Spadaro confesaba que nunca pensó que el Papa «fuera a ser tan abierto», y elogia su «estilo directo, que llega al corazón de la gente».

Se han leído comentarios elogiosos en medios de comunicación caracterizados por una posición muy crítica, cuando no hostil, hacia la Iglesia. La buena noticia es que el Papa está derribando prejuicios. La mala, que muchos de esos medios han hecho un uso interesado de la entrevista. «Los titulares han instrumentalizado sus palabras», protesta Spadaro.

Un nuevo modo, fresco, con más énfasis en la ternura y la misericordia…

Papa versus la Iglesia

La entrevista se publica en vísperas de San Mateo, y también de importantes acontecimientos en Roma. El Papa reunirá, el lunes, a numerosos cardenales, en un Consistorio que fijará la fecha de canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII; el martes, se encerrará con 8 de ellos, para comenzar a abordar una reforma estructural de la Curia vaticana, y el viernes, viajará a Asís, desde donde seguramente lanzará importantes mensajes.

Hay una enorme expectativa: «La revolución de Francisco toma forma», se lee en Vida Nueva; «La revolución que parte del Vaticano», titula Andrea Tornielli en La Stampa, de Turín.

La imaginación de algunos se dispara. En Austria, han provocado protestas las declaraciones de un teólogo en la televisión pública, asegurando que algunos conservadores en la Iglesia planean asesinar al Papa. Sin llegar a ese extremo, El País presenta una lucha entre el Papa y «la Iglesia de base» contra los obispos y «la Curia más conservadora». En Francia, Le Monde editorializa que las reformas del Papa «tendrán necesidad de superar, particularmente en el seno de la Curia romana, muchas resistencias».

A Francisco, se le contrapone también con sus predecesores. La Ser destaca que el Papa nunca fue «de derechas», mientras que Joseph Ratzinger estuvo afiliado al Partido Nazi. Olvida la Ser que el reclutamiento del joven Ratzinger fue forzoso, que su familia se distinguió por su oposición a Hitler, y que el partido nazi no fue precisamente de derechas, sino nacionalista y socialista, como bien indica su nombre.

Aprovechan también la entrevista esos medios para atizar a los obispos del propio país. «Ahora, la Iglesia italiano deberá cambiar, y no poco», se titula un comentario en L’Unità. En Alemania, la radio pública Deutsche Welle habla de un «golpe de timón» del Papa que obligará a los obispos -que hasta ayer celebraron su Asamblea Plenaria de otoño- a cambiar de línea. Y en La Vanguardia, ejercía de vaticanista la ex política Pilar Rahola. Titulaba: «Francisco versus Rouco».

La sacudida que necesitamos

«Queda cada vez más claro y evidente, día a día, que hemos sido bendecidos con un Papa que es un buen pastor según el Corazón de Cristo», decía, en un comunicado, el cardenal Dolan, Presidente del episcopado norteamericano. Le preguntan por la insistencia pro vida de los obispos: «Ésa es un lucha que no pedimos y que nos gustaría no tener que dar, pero que no se puede dejar de dar», responde. En todo caso, en una entrevista en la CBS, Dolan admite que «tenemos que abordar estos asuntos de un nuevo modo, fresco», con más «énfasis en la ternura y la misericordia». Por otro lado, este tipo de sacudida es precisamente lo que buscaron los cardenales que eligieron a Jorge Bergoglio: «Queríamos un hombre que enseñara como Jesús».

Coincide en ello George Weigel, biógrafo de Juan Pablo II, que destaca que el fragmento de la conversión muestra «quién es realmente Jorge Mario Bergoglio: un discípulo cristiano radicalmente convertido que ha sentido la gracia de Dios en su propia vida», y «quiere facilitar que otros oigan esa llamada a la conversión, que nunca deja de llegar de Dios a través de Cristo y de la Iglesia».

En el Corriere della Sera, Vittorio Messori destaca el realismo jesuítico del Santo Padre, al «confrontarse con la realidad concreta», como se deduce de la imagen de la Iglesia como «un hospital de campaña tras una batalla». Históricamente, los jesuitas acertaron en un método de evangelización centrado en «la misericordia, la comprensión», que se reveló como un «medio de apostolado mucho más eficaz que la gravedad sombría, el canon legalista y el moralismo implacable» de otros, explica.

Monseñor Marck Coleridge, arzobispo de Brisbane (Australia), leyendo la entrevista al Santo Padre

De nuevo, la misericordia, en un mundo herido. «La batalla de la que habla Francisco es, ciertamente, la batalla de la vida de cada hombre y mujer a lo largo de los siglos. Pero es también, aquí y ahora, la batalla que ha derribado al hombre y lo ha arrastrado por el polvo, una vez que éste ha llegado a la conclusión de que Dios, en caso de existir, sería el enemigo de su razón y de su felicidad», escribe José Luis Restán en Páginas Digital. «De ese trágico alejamiento de Dios ha derivado un campo de batalla que ha deja a las personas a merced de los poderes de este mundo, a merced de su instintividad, a merced de los ídolos. Quizás no hemos sabido verlo ni siquiera nosotros, los cristianos, y por eso a algunos les ha costado tanto éste y otros pasajes de la entrevista». Vivimos en «un mundo no cristiano», como afirma Péguy. «Y por eso tiene razón Francisco cuando dice que hay que comenzar por lo más elemental…, por curar las heridas y dar calor a los corazones. La misión tiene que nacer del amor y de las lágrimas, lo demás es pura esterilidad. También Jesús lloró sobre aquella Jerusalén autosuficiente y desdeñosa… Y como diría otra vez Péguy, no gastó su tiempo en recriminar al mundo, sino que hizo el cristianismo. Introdujo en la Historia un Hecho completamente nuevo: la encarnación, muerte y resurrección del Hijo de Dios. Desde la primera generación apostólica, el demonio de la reducción ha intentado mutilar el acontecimiento cristiano reduciéndolo a discurso, a moral, a cultura, a rito, a sentimiento o a proyecto social. Cada época ha tenido su reducción preferida, pero no ha podido impedir que Jesús resucitado vuelva a acontecer».

El Papa no es de derechas

Con qué entusiasmo han acogido esta noticia determinados medios de comunicación. Son los mismos que, cuando Jorge Bergoglio fue elegido Papa, husmearon por todos los rincones para encontrar las pruebas de que era un ultraconservador, de que había colaborado con los dictadores argentinos, de que había atacado sin paliativos a la teología de la liberación…

Luego vino el silencio: un rinconcillo de vez en cuando. Y luego el asombro: pues resulta que es hombre sencillo y popular. Y luego el cabreo sordo: a ver si va y nos come el terreno. Y el temor: ¿a qué hace que vuelvan tantos a la Iglesia? Y, de pronto, la gran noticia: acabáramos, ¡no es de derechas! O sea, tiene que ser de izquierdas. Así que mira por donde lo que pasa es que nos va a dar la razón; cada vez que traten de lanzarnos a los ojos sus habituales discursos pro vida y pro matrimonio entre varón y mujer, podemos decir que nanay, que el Papa no piensa así, que es de izquierdas. Olé.

Al día siguiente de su entusiasmante declaración, Francisco le dice a los médicos que el aborto no, y que la vida sí, y que lo de siempre vale. Y reivindica el papel de la mujer -con María al frente- en la Iglesia, pero no en la línea que pensábamos. Y que predica que hemos de abrirnos en paz y entrega a los equivocados, pero no dice que no lo sean. Caramba, esto hay que silenciarlo: ¡si el Papa no es de derechas!

Veamos: Cristo, el modelo. El maestro. Aquel cuya doctrina sigue y enseña el Papa. ¿Quiénes eran las derechas en tiempo de Cristo? El sanedrín, los escribas y los fariseos. Cristo ¿fue muy amigo de aquellas derechas? ¿No les llamó sepulcros blanqueados? ¿No fueron -las derechas- quienes le acusaron de ser amigo de publicanos y pecadoras -la izquierda-? Y ¿quiénes le condenaron a muerte? Entonces, ¿qué pasa? ¿Resulta que Cristo era de izquierdas?

¿Por qué lo leen todo en clave política? El Papa no se ha inscrito en un Partido. El Papa sabe, y entiende mucho mejor que los media de referencia, que Cristo dijo que no se puede servir a Dios a y a las riquezas, que es muy difícil que los ricos entren en el reino de los cielos, y que Él había venido a anunciar a los pobres la Buena Nueva. Lo que Francisco quiere es alejar de sí mismo y de la Iglesia los motes políticos que ustedes le cuelgan. El Papa no es de derechas, tampoco de izquierdas, es de Jesús; no se dedica a la política, y cuando habla de los pobres, de los marginados, de los necesitados de la Palabra, no hace política, hace religión; predica a Dios en la tierra para que todos los hombres entren en el abrazo de Su Amor y se acerquen a la Iglesia a través de la cual Él permanece en la tierra, y en la que la doctrina es inmutable y la caridad ha de ser es infinita. La Verdad es la que es; los que están fuera de ella son la oveja perdida por cuya recuperación habrá tanta alegría en los cielos y, también acá abajo, entre los que seguimos en su labor pastoral universal al lado del Papa Francisco.