En la sangre del Cordero - Alfa y Omega

En la sangre del Cordero

La beatificación de mártires, el próximo 13 de octubre, será para la Iglesia en España un día memorable, pues celebraremos la fe de todos aquellos que han ofrecido su vida a Cristo y han lavado sus túnicas en la sangre del Cordero. Así viven los obispos españoles los preparativos de esta celebración:

Redacción

No mérito, sino gracia
+ Jaume Pujol Bacells, arzobispo de Tarragona

Con esta beatificación, la Iglesia sólo desea exponer a la luz, ante todo, el testimonio de hombres y mujeres que murieron por causa de Cristo. Es decir, que si no hubieran sido de Cristo o no hubieran tenido fe, no los habrían matado violentamente. Y no les admira como héroes, sino como testigos de la fe. No es la muerte violenta lo que hace que uno sea mártir, sino la causa de esta muerte. Los mártires morían por Jesucristo, y tenían la certeza de que el destino de Cristo en la gloria era su propio destino. Jesucristo es la causa y el fundamento de todo martirio.

La valentía de los mártires ante la muerte violenta no fue mérito suyo, sino una gracia de Cristo. La Iglesia, cuando beatifica a estos Siervos de Dios, no lo hace por venganza, ni siquiera para una reparación de la justicia humana, sino para afirmar que el bien es siempre superior al mal. Que este día sea un día de alabanza a nuestro Salvador, y que, por la intercesión de tantos hombres y mujeres que murieron por causa de la Palabra de Dios, nos sean dadas la verdadera libertad de espíritu, la firmeza y la pureza de la fe.

Luz en nuestra noche
+ Julián Barrio Barrio, arzobispo de Santiago de Compostela

Es una hora de gracia para la Iglesia que peregrina en España. A veces nos preguntamos: ¿Qué mundo es el nuestro para que tantas y tan hermosas cualidades se pierdan en él? Tal vez nos hacemos esta pregunta porque no hemos descubierto en la cotidianidad que todo es gracia. Conocemos el designio general de salvación que Dios tiene providentemente para el hombre, pero ignoramos todo lo que se refiere a los caminos particulares que hemos de recorrer. Cuando tantas personas están expuestas al riesgo de la incredulidad, y no existe la cristiandad pero existen los cristianos, esta beatificación puede ser una luz en medio de la noche de la fe. También hoy nosotros, como los cristianos de los primeros siglos de la Iglesia en su peregrinar hacia la patria celestial, buscamos guías seguros que garanticen la meta, mediante la proximidad y vecindad de aquellos -los santos mártires- que, habiendo entregado su vida por Dios, gozan ya de su confianza. El mártir sabe que ha hallado en el encuentro con Jesucristo la verdad sobre su vida, y nada ni nadie podrá arrebatarle jamás esta certeza.

Preparémonos espiritualmente para esta beatificación con espíritu orante, dando gracias a Dios por los nuevos mártires en España y pidiendo, por su intercesión, que se aviven nuestra fe, esperanza y caridad.

Morir perdonando
+ Francisco Gil Hellín, arzobispo de Burgos

El martirio pertenece a la entraña misma de la fe cristiana. Mártir fue Jesucristo, mártires fueron los apóstoles, muchos obispos y no pocos Papas de los primeros siglos, y mártires han sido, con mucha frecuencia, los primeros evangelizadores y evangelizados de los países donde se implantaba el cristianismo. Ha habido momentos de especial virulencia, como las persecuciones en el Imperio romano. Pero el siglo XX se lleva la palma, como lo atestiguan la persecución hitleriana, y las soviética y china. La que tuvo lugar en España entre 1934 y 1939 no les queda a la zaga.

La Iglesia no busca intencionadamente el martirio. Más aún, desea que todos sus hijos puedan vivir en paz su fe y que ninguno sea represaliado por tratar de vivir como discípulo de Jesucristo. Sin embargo, cuando se encuentra ante la alternativa de conservar la vida o traicionar fe, la Iglesia no duda en aceptar la muerte, antes que ser infiel a su Fundador. La Iglesia exige dos condiciones indispensables para declarar que alguno de sus hijos es mártir: sufrir la muerte por odio a la fe y morir perdonando, como Cristo perdonó en la Cruz a quienes le estaban matando.

Por una fe más fuerte
+ Antonio Algora, obispo de Ciudad Real

Lo que más nos importa es hacer memoria de sus vidas entregadas, ratificando la verdad de dicha entrega con la confesión de la fe que supone el hecho mismo de su martirio. En este sentido, afirmamos los obispos españoles en el Mensaje que hemos redactado: «La vida y el martirio de estos hermanos, modelos e intercesores nuestros, presentan rasgos comunes, que haremos bien en meditar en sus biografías. Son verdaderos creyentes que, ya antes de afrontar el martirio, eran personas de fe y oración, particularmente centrados en la Eucaristía y en la devoción a la Virgen. Hicieron todo lo posible, a veces con verdaderos alardes de imaginación, para participar en la Misa, comulgar o rezar el Rosario, incluso cuando suponía un gravísimo peligro para ellos o les estaba prohibido, en el cautiverio. Rechazaron, en muchos casos, los halagos o las propuestas que se les hacían para arrancarles un signo de apostasía, o simplemente de minusvaloración de su identidad cristiana». Cuando hacemos memoria de los mártires, no pretendemos otro objetivo que no sea fortalecer nuestra propia fe.

El destino de Jesucristo
+ Ramón del Hoyo López, obispo de Jaén

El Catecismo de la Iglesia católica afirma: «El martirio es el supremo testimonio de la verdad de la fe». El seguimiento de Jesucristo incluye aceptar las persecuciones y el dolor por amor al Evangelio. Jesús nos advirtió de que nuestras vidas estarían vinculadas a su destino. Una fe coherente puede llevar al cristiano hasta la efusión de la sangre. El mártir fortalece a toda la Iglesia y nos señala el camino de nuestra vocación: adherirnos íntimamente a Cristo hasta donde Él disponga. Su ejemplo e intercesión podrán estimularnos, en este Año de la fe, a favor de un nueva evangelización en este suelo y a vivir nuestra vocación con alegría y entrega desde el amor.