Monseñor Osoro y la Iglesia que ama - Alfa y Omega

Lo dije en unas líneas que Alfa y Omega publicó en su página web (La Iglesia que ama Carlos Osoro). El libro A la Iglesia que amo, del nuevo arzobispo electo de Madrid, don Carlos Osoro Sierra -escrito cuando era Vicario General y Rector del Seminario Monte Corbán, de Santander, allá por los años ochenta-, no tiene desperdicio. En esa obra se nos revela el alma sacerdotal y pastoral de quien va suceder al cardenal don Antonio María Rouco Varela al frente de la archidiócesis madritense.

Destaco aquí otras tres ideas que don Carlos desarrolla en ese libro; válidas para entonces y válidas y necesarias -indispensables, diría yo- para ahora; o, como dicen en Hispanoamérica, para ahorita, ahorita.

Lo que es de Dios universaliza el corazón, une a los hombres, los identifica como hermanos.

Muchas veces podemos pensar que lejos de Dios es cuando se realiza la fraternidad, pues así nada nos separa. Tremenda falsedad. Monseñor Osoro nos lo aclara bien: «Cuando queremos construir la vida desde lo nuestro, tenemos incapacidad para ser universales. Desde lo nuestro dividimos a los hombres… Lo nuestro divide, rompe, esclaviza, nos hace crear grupos a veces enfrentados. Sin embargo, lo que es de Dios universaliza el corazón, une a los hombres, los identifica como hermanos».

Solamente las comunidades abiertas al Espíritu evangelizan.

El nuevo arzobispo electo de Madrid así escribía sobre cómo deben ser las comunidades que quieren evangelizar: «El mundo en el que estamos viviendo siente la urgencia de una Iglesia comunidad evangélica, de comunidades nutridas de la Palabra de Dios y en la Eucaristía. Comunidades abiertas al Espíritu, e impulsadas por él a la sencillez y a la alegría, a la caridad fraterna, a la misión, al servicio. La Iglesia histórica a la cual nosotros pertenecemos tiene necesidad de mostrarse a los hombres de tal modo que todos sus miembros tengan sus corazones llenos del Espíritu Santo, de tal modo que se reúnan en el nombre del Señor Jesús y no en nombre de otras cosas, ya sean sus ideologías, sus puntos de vista, etc. Si se reúnen así, esa Iglesia deja de ser interrogante y dadora de la Buena Noticia. Solamente las comunidades abiertas al Espíritu evangelizan».

Lo que puedo dar es más importante que aquello que puedo recibir.

Muchas veces, la tentación del egoísmo toca nuestras puertas. ¿Cómo combatirlo? Don Carlos dice en su libro citado: «Tengo que estar dispuesto a preguntarme siempre en mi comunidad: ¿Qué puedo dar?, en vez de hacerme la pregunta que muchas veces nos hacemos: ¿Qué puedo recibir? La alegría de mi pertenencia a la Iglesia ha de venir de saber y experimentar en mi propia vida que la Iglesia es el grupo del Señor, que el Señor vive en ella, que Él la guía, que es la Cabeza. Para esta alegría es necesaria una profunda y cotidiana experiencia con Dios».

Abrirnos al Espíritu, universalizar el corazón, dar con alegría: propuestas del arzobispo Osoro a las que debemos responder con generosidad, trabajo y oración.