¿Marxista yo? - Alfa y Omega

¿Marxista yo?

El Papa Francisco llega hoy a Estados Unidos, un país en el que han surgido algunas voces en contra, acusándole de defender posiciones marxistas en economía. ¿Es realmente así?

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

«El Papa Francisco no es marxista, ni lo ha sido Juan Pablo II, ni los otros Pontífices. Ni tampoco han sido liberales. Esto se dice porque se desconoce la doctrina social de la Iglesia de la Iglesia. Y también porque se desconoce el marxismo, porque las políticas sociales no son exclusivas del marxismo; hasta el propio liberalismo ha ido reformándose adoptando nuevos parámetros sociales», señala José Manuel Aparicio, profesor de Moral Social en la Universidad Pontificia Comillas.

El Papa no tiene un pensamiento marxista «porque no parte de una concepción materialista de la vida. Puede haber conexiones en materia social, pero hay una diferencia radical e insalvable: el marxismo fuerza los cambios desde arriba; la Iglesia apela a la conciencia», señala.

Además, el Papa «no es dialectico. Para él, la revolución no es el motor del cambio social, sino que lo es la evolución de la conciencia. En un escenario de crisis es fácil que surjan voces revolucionarias que busquen un cambio inmediato, pero la Iglesia parte de una apuesta de evolución, no del uso de la fuerza, apostando por la educación más que por la lucha de clases. Esto no significa inmovilismo, sino que el cambio social venga por otras vías, no por la dialéctica de la lucha, porque el enfrentamiento social es siempre un peligro».

También pasó con Juan Pablo II

José Manuel Aparicio recuerda que «a Juan Pablo II también se le acusó de marxista». Pero la diferencia es que, «en economía, el Papa Francisco no ha realizado una aportación demasiado novedosa y sistemática. Lo que sí posee es un tono provocativo que está siendo muy fértil, pero sus titulares sólo se pueden explicar desde el magisterio que ya conocemos: Sollicitudo rei socialis, Rerum novarum, Caritas in veritate…».

El Papa Francisco, en realidad, «no ha marcado una línea distinta. Incluso diría que, analizando los contenidos de sus pronunciamientos, se puede decir que es extraordinario desde un punto de vista pastoral, pero hasta ahora no ha realizado un desarrollo de una doctrina concreta dentro de la DSI. Ni siquiera lo ha intentado. En Evangelii gaudium hay una sección en la que se habla de economía, pero en un tono profético, no sistemático. El Papa no ha elaborado una teoría económica propia. Ni siquiera es necesario», afirma el profesor de la Universidad Pontificia de Comillas.

Lo que asusta del Papa

¿Qué es entonces lo que asusta del Papa cuando habla de economía? José Manuel Aparicio señala que lo más relevante de la aportación del Papa Francisco es el concepto de redistribución: «En los sistemas actuales, la redistribución directa está aceptada a través de los impuestos y gravámenes. Pero la DSI pone la exigencia en la redistribución indirecta: limosna, austeridad, opción por los pobres… Es decir, dejarlo no sólo al arbitrio del Estado, sino de la conciencia personal. Esto genera cierto estupor, y supone un reto muy fuerte para particulares e instituciones, incluso para las propias comunidades cristianas».

«El Papa habla en términos de austeridad y redistribución de lo superfluo. Nos está llamando a un estilo de vida fuera del consumismo, ajustado a las necesidades y proponiendo también la redistribución de lo que consideramos superfluo. Cuando el Papa dice que esta economía mata, está denunciando que vivir fuera de los márgenes de lo necesario supone que luego no queda nada para redistribuir», concluye.