El peligro de secularizar la piedad popular en Cuaresma - Alfa y Omega

El peligro de secularizar la piedad popular en Cuaresma

Sevilla es famosa en todo el mundo por su Semana Santa, pero el arzobispo de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo, recuerda que este tiempo viene precedido de la Cuaresma, e invita a aprovechar la piedad popular para vivir también la Cuaresma de forma «honda, seria y profunda». Las procesiones y los via crucis son -dice- una ocasión para evangelizar, ante el intento de secularizar estas expresiones de fe, desligándolas de la liturgia y convirtiéndolas en meros actos culturales

José Antonio Méndez

«Hace diez años, recién llegado a Andalucía, una de las cosas que más me deslumbraron fue su sin igual Semana Santa y la belleza de sus estaciones de penitencia, que como todas las realidades eclesiales están sometidas hoy a la lluvia ácida de la secularización envolvente. En más de una ocasión me he referido al peligro, si no reflejo y consciente, sí al menos involuntario e inconsciente, de subrayar y poner en primer plano la dimensión cultural de la vida de las Hermandades, con menoscabo de la entraña religiosa que les es propia». Así se expresa el arzobispo de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo, en su carta semanal, en la que recuerda la importancia de vivir la Semana Santa, y también la Cuaresma, no sólo desde la dimensión pública de la de piedad popular sino desde la hondura y la oración. Una idea que ya destacó el Miércoles de Ceniza, cuando llamó a no poner la atención sólo en la parte externa de los «vía crucis, procesiones y tantas exigencias de pasos, mantos, palios o enseres, porque se corre el riesgo de que se nos escabulla, de quedarse en la superficie de la Cuaresma», que debe ser «honda, seria y profunda».

Secularización interna

En su texto, monseñor Asenjo recuerda que «el peligro de la secularización interna conlleva el desvanecimiento de la propia identidad, que es la forma más sutil y menos repulsiva de vaciar de contenido la piedad popular. Esto sucede, sobre todo, con las estaciones de penitencia, que ciertamente encierran valores culturales, que nadie puede negar ni despreciar. Sin embargo, en muchos casos, la secularización las ha despojado del atuendo espiritual que les es propio, como expresión de la fe de la Iglesia y como acto de culto. Las ha situado en clave cultural, como espectáculo tradicional, con connotaciones sentimentales, folclóricas, estéticas o costumbristas, susceptible incluso de ser declarado de interés turístico».

Y añade que «esta nueva perspectiva supone una mutación no pequeña» en la identidad originaria de la piedad popular, y supone que «nuestras hermosísimas estaciones de penitencia, despojadas del misterio, quedan vaciadas del contenido original que está en su origen y que es lo que las acredita y legitima». Además, alentó a los miembros de las Hermandades y Cofradías a «procurar que nada ni nadie solape con otras perspectivas o intereses lo que primariamente es un acto de piedad, de penitencia e invitación a la conversión, pues la contemplación de un Cristo barroco, descoyuntado, lacerado y exangüe, en el silencio de la noche del Viernes Santo, sólo entrecortado por la plegaria de una saeta, nos interpela, conmueve, toca el corazón y suscita en nosotros el arrepentimiento y la compunción del corazón».

Ocasión para evangelizar

Monseñor Asenjo afirma que «nuestras estaciones de penitencia, que certeramente han sido calificadas como el Evangelio en la calle, encierran unas virtualidades catequéticas y evangelizadoras indudables», y por eso, «hemos de aprovecharlo en el marco de la Nueva Evangelización a la que todos estamos convocados. Estas manifestaciones de la piedad popular, llenas de hermosura plástica y sobresalientes valores estéticos, nos remiten al autor de la suprema belleza que es Dios. Su contemplación, por otra parte, nos ayuda a penetrar en el hondón del misterio de la redención, mostrando a los niños, y también a los no creyentes o alejados los acontecimientos cimeros de la historia de nuestra salvación. No podemos dejar que todo esto se pierda o se desvirtúe».

Asimismo, destacó que «los actos propios de la piedad popular no sustituyen a la celebración litúrgica. Por su propia naturaleza, la piedad popular ha de conducir a los fieles hacia una mejor participación en la eucaristía, a una vida sacramental más consciente, amplia y profunda y hacia un mejor conocimiento de la Palabra de Dios. Las estaciones de penitencia, siendo importantes, no suplen la riqueza y la hondura espiritual de la hermosa liturgia de los días de Semana Santa, que actualiza los acontecimientos redentores. Por ello, invito a todos los cofrades a cuidar con mimo la belleza de sus estaciones de penitencia y a participar en ellas con sincera emoción, pero como complemento de una participación previa, activa y gozosa en las celebraciones litúrgicas del Triduo Pascual, que son el memorial de la Pascua del Señor».