Roma, la ciudad donde los cardenales vuelven a ser párrocos - Alfa y Omega

Roma, la ciudad donde los cardenales vuelven a ser párrocos

Los cardenales que deben elegir al nuevo Papa no son ni se sienten extranjeros en Roma. El Cónclave les ha permitido acercarse a las iglesias romanas que tienen asignadas, y saludar a estos otros fieles, a los que muchos de ellos se han acercado estos días como párrocos

Ricardo Benjumea

En Roma, «no soy el arzobispo de Nueva York; no soy un cardenal; aquí soy un sacerdote de parroquia, que es lo que quise ser desde mi primera comunión». Así hablaba el domingo el cardenal Timothy Dolan con sus parroquianos de Nuestra Señora de Guadalupe, la iglesia de la que es titular en Roma.

El Colegio cardenalicio procede originariamente de los presbíteros y diáconos de Roma, que asistían al Romano Pontífice, y por eso se mantiene la costumbre de asignar a cada nuevo cardenal un templo. Se trata de una responsabilidad simbólica en la diócesis de la que es titular el Papa. Pero en los días previos al Cónclave, esta tradición ha demostrado ser mucho más que una mera formalidad.

El domingo no hubo congregaciones generales, y los cardenales pudieron visitar sus iglesias titulares. Al propio Dolan le obsequiaron con una cesta de manjares, de la que prometió dar buena cuenta en Pascua, cuando haya finalizado el ayuno de Cuaresma. Además de fieles, había una nutrida presencia de periodistas, a quienes el Presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos felicitó por asistir a Misa. «Ayuden a sus lectores para que compartan nuestra alegría, pero también nuestra oración», dijo el cardenal Christopher Schönborn a los informadores que fueron a su iglesia, y le pedían alguna información de primera mano y sus impresiones sobre el Cónclave.

También el cardenal Odilo Scherer, brasileño, citado en los días previos por muchos medios de comunicación como papable, bromeó sobre la gran presencia de redactores: «Nunca vi a tanto periodista en misa». Tras la Eucaristía, el arzobispo de Sao Paulo conversó con un matrimonio que lleva 70 años casado, y en todo distendido, exclamó que él entonces ni siquiera había nacido (tiene 63 años). El cardenal Francis George, en cambio, terminó rodeado de niños. Su iglesia, san Bartolomé, es frecuentada los domingos por niños y adolescentes de la Comunidad de Sant’Egidio, con los que habló sobre el significado del acontecimiento que tiene lugar estos días en Roma y les pidió oraciones.

El capuchino cardenal de Boston, Seán O’Malley, bromeó cuando el párroco le pidió que, si le elegían Papa, volviera a visitar su templo, Santa María de la Victoria, vestido de blanco. Su respuesta fue que, dado que su elección como sucesor de Pedro no entraba en los planes del Espíritu Santo, había pensado en llevarse a Estados Unidos una escultura de Santa Teresa de Bernini, de la que quedó prendado cuando tomó posesión del templo, «pero ya me han dicho que ya lo intentó Napoleón», y no tuvo éxito.

En el barrio del Trastévere, celebró la Eucaristía el arzobispo mexicano Norberto Rivera, cardenal presbítero con el título de San Francisco a Ripa Grande. En su diócesis, México D. F., hay una devoción especial por san Francisco, dijo en italiano. A pesar de la distancia, el purpurado intenta mantener el contacto con esta parroquia, e incluso en 2004 confirmó aquí a varios jóvenes.

Catolicidad de la Iglesia

Son muestras de cómo el Cónclave ha contribuido a reforzar la catolicidad de la Iglesia. Los cardenales han convivido a fondo estas últimas semanas, y han podido intercambiar experiencias, esperanzas y preocupaciones. Es una experiencia que, de un modo u otro, se derrama a todos los niveles. De entrada, toda la Iglesia ha adquirido mayor conciencia de su catolicidad y universalidad, porque, ante la elección del nuevo Papa, se han puesto sobre la mesa las necesidades de todo el catolicismo. Pero también los detalles y las anécdotas cuentan. En el pre-Cónclave, han llamado de forma especial la atención la personalidad y estilo de varios cardenales estadounidenses, y gracias a ellos, la opinión pública mundial ha descubierto cómo es el catolicismo en este país; una realidad fresca y pujante, que participa sin complejos en la vida pública, abarcando una amplia gama de temas, desde la defensa de la vida, a los derechos de los inmigrantes.

La catolicidad es siempre signo distintivo de Roma, pero más en ocasiones como ésta.

«Lo que estamos viviendo es un momento muy bonito en la vida de la Iglesia», dijo el domingo el cardenal Scherer. Y el arzobispo de Barcelona, cardenal Martínez Sistach, resaltó cómo la elección del nuevo Papa no es una tarea exclusiva de los cardenales, sino que toda la Iglesia participa de algún modo en el Cónclave, mediante la oración.

El reto es enorme, y los fieles lo saben. Como dijo al final de la misa el cardenal Scola, arzobispo de Milán, ante el inminente cónclave la Iglesia pide al Espíritu Santo que la conduzca «tras las huellas señaladas por los grandes pontífices de los últimos 150 años». Todos -dijo el cardenal Scola- deben desear «un pastor santo», que dé testimonio de Jesús y que «edifique la Iglesia con el testimonio de su vida».