Penúltimo de doce hermanos, Manuel Domingo y Sol nació en Tortosa el 1 de abril de 1836 y sintió desde muy pronto su vocación sacerdotal, ingresando a los 15 años en el seminario se su ciudad natal y prosiguiendo su formación en la Universidad Eclesiástica de Valencia: fue ordenado sacerdote el 2 de junio de 1860. Sus primeros destinos fueron parroquias de la diócesis de Tortosa, labor que compaginaba con la enseñanza de la religión en las escuelas. Fue también confesor de varios monasterios de religiosas.
Su gran legado, sin embargo, fue alentar nuevas vocaciones. «Entre todas las obras de celo no hay ninguna tan grande y de tanta gloria de Dios como contribuir a dar muchos y buenos sacerdotes a la Iglesia». Dicho y hecho: empezó fundando el Colegio de Vocaciones de Tortosa, al que siguieron ocho más. Así las cosas, no es de extrañar que los obispos le encomendasen la dirección de dieciocho seminarios diocesanos. Su labor culminó con la fundación del Pontificio Colegio Español de Roma, que, a día de hoy, ha formado a mas de 3.000 sacerdotes españoles en la Ciudad Eterna.
Más allá de la formación, a los sacerdotes había que acompañarles a lo largo de su vida pastoral; de ahí que el Beato Domingo y Sol acuñase una original espiritualidad basada en la Reparación a Dios a través de Jesucristo, que desembocó en la erección de los llamados Templos de Reparación: el mismo inspiró el de Tortosa y el de San Felipe de Jesús, en México. Coronó su fecunda obra creando la Hermandad de Sacerdotes Operarios. Murió en 25 de enero de 1909 y fue beatificado por San Juan Pablo II el 29 de marzo de 1987.