«Cuba debe florecer», con la ayuda de Francisco - Alfa y Omega

«Cuba debe florecer», con la ayuda de Francisco

«Cuba debe florecer. Tiene que comenzar un tiempo nuevo». Son palabras de un viejo amigo de Jorge Mario Bergoglio, el rabino Skorka, quien al inicio del Pontificado trasladó a Francisco la petición de que mediara en la liberación de un judío estadounidense detenido en Cuba por espionaje

Andrés Beltramo Álvarez

El viaje que inicia el Papa el sábado a Cuba es una peregrinación pastoral, sí, pero también un viaje plagado de significados políticos tras el deshielo con Estados Unidos. La postal emblemática de este momento histórico será el saludo entre Fidel Castro y el primer Pontífice latinoamericano de la historia.

Poco más de tres días durará la estancia de Francisco en territorio cubano. Comenzará su gira el sábado 19 de septiembre en La Habana, en cuya Plaza de la Revolución celebrará una misa multitudinaria un día después. Además del saludo protocolario a Raúl Castro, captará la atención su encuentro con Fidel. Una cita ya pautada, pero fuera de la agenda oficial. El portavoz vaticano, Federico Lombardi, la calificó de «verosímil», pero aclaró que aún no se tiene establecido ni hora ni lugar. Los datos deben permanecer secretos, no obstante ya esté todo previsto.

Además de la capital, el obispo de Roma se trasladará a Santiago de Cuba y a Holguín, una ciudad jamás visitada por un Papa. Ni por Juan Pablo II (1998), ni por Benedicto XVI (2012). En las cercanías de Santiago honrará a la Virgen de la Caridad del Cobre, en el centenario de su declaración como patrona del país. Se reunirá también con jóvenes, obispos, religiosos, sacerdotes y familias.

La liberación de Alan Grossman

Bergoglio nunca antes estuvo en Cuba. Solo una vez pisó uno de sus aeropuertos mientras realizaba un tránsito. Pero se sentirá cómodo en la isla por afinidad cultural e idiomática. Aunque su agenda será mayormente pastoral, los observadores leerán con lupa sus ocho discursos buscando la interpretación política.

A decir verdad, el sustrato geopolítico existe. Como explica Abraham Skorka, argentino y rector del Seminario Rabínico Latinoamericano, el Papa actúa con una «mezcla de intuición y capacidad analítica muy grande». Él lo conoce bien porque son amigos desde hace años.

Sobre las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, el rabino pide aplicar «una lógica simple y sencilla» para pensar: «Entre la nada y que existan relaciones entre estos dos países existe diferencia. ¿Por qué no miramos la parte llena de la copa? Que ondee la bandera de Estados Unidos en La Habana es un costo político enorme que los Castro están pagando también».

«Todo este esfuerzo va a servir para cambiar en Cuba lo que debe ser cambiado. La isla debe florecer en todos los aspectos y esperemos ahora que el turismo se abra, que económicamente florezca. Eso va a generar una nueva dinámica, antes de dejar las cosas paralizadas. Entre la nada y este paso, demos un primer paso», insiste.

Al inicio de este pontificado, cuando el deshielo era sólo una utopía, Skorka recibió una petición para abogar ante el Papa a favor de Alan Grossman, un judío estadounidense detenido en Cuba y acusado de espionaje. Meses después, las negociaciones sobre Grossman fueron justamente el puntapié inicial para el restablecimiento de las relaciones diplomática, con la reapertura de las embajadas.

«Muchos dicen: no, no tendría que haber entrado a servir de comunicador entre Cuba y Estados Unidos, porque mucha gente sufre en Cuba, porque allí pasa esto y esto, y hay gente que vive en Miami que lo critica fuertemente», reconoce Skorka.

Y replica: «Si hay diálogo, entonces se puede profundizar en un intercambio. Nadie dice que las conquistas sociales cubanas van a caer por esto. Todo lo contrario, lo que se quiere es que aquello que se le critica con fundamento de causa al régimen cubano sea resuelto. Y todo esto podrá ocurrir cuando la Isla no se encuentre bajo ningún tipo de embargo. Si el país con el cual Cuba estuvo más dramáticamente enemistado ahora tiene embajada en La Habana y la Isla tiene embajada en Washington, tiene que comenzar necesariamente un tiempo nuevo».

El pueblo tiene que ser «capaz de capitalizar la visita del Papa»

Bergoglio ya hablaba en 1998 de tiempos nuevos en Cuba. Fue en el famoso libro Diálogos entre Juan Pablo II y Fidel Castro. El texto, cuyo coordinador fue él mismo como arzobispo de Buenos Aires, sostenía que la Iglesia católica no va al pueblo cubano a «enarbolar una ideología», a presentarle un nuevo sistema económico o político. Le ofrece, más bien, «en la presencia, la voz y la misión profética del Sumo Pontífice un camino de paz, justicia y libertad verdaderas».

«El pueblo debe ser capaz de capitalizar la visita del Papa [Juan Pablo II]. No todo será igual después de su partida; el diálogo habrá quedado instaurado entre la Iglesia y las instituciones cubanas, lo cual siempre se traduce en un bienestar para quien más lo necesita: el pueblo». Palabras vigentes hoy más que nunca, igual que hace 17 años atrás.