Amor verdadero - Alfa y Omega

Amor verdadero

Pedro J Rabadán
Foto: AFP Photo/Stefan Heunis

Me río yo de Walt Disney. Esto sí que es un beso de amor verdadero, y no porque el cráneo se vaya a convertir en una princesa ni porque de ese momento vaya a surgir algún tipo de hechizo. Es la expresión del amor, esfuerzo y tiempo que ha dedicado a su objeto de deseo. Es como el beso de una boda en la que, delante de los presentes, un hombre y una mujer celebran su enlace con ese gesto tras darse el sí quiero. El profesor Lee Berger, ante las cámaras del mundo entero, se enlaza así con un gran descubrimiento, el anhelo de su carrera profesional: el homo naledi, posible eslabón perdido entre los últimos australopitecus y los hombres.

Le sujeta con cariño la nuca y con la mano izquierda le acaricia suavemente la mejilla. No cierra los ojos para no perder de vista a su conquista. Llevaba mucho esperándola, más de dos millones de años. El amor que siente por ella va más allá de la apariencia física. Más bien bajita (1,45 metros), 45 kilos y un cuerpo achacoso por haber recorrido largas travesías. Además, según el propio profesor y sus colegas, es poco inteligente. De hecho, su capacidad craneal era casi tres veces menor que la de los humanos actuales. Las neuronas no tenían mucho recorrido. Pero lo realmente atractivo es el misterio que esconde.

¿Cómo uno de nuestros antepasados tan lejanos, con tan poco cerebro, hacía ya ritos funerarios? Sus restos fueron encontrados junto a los de otros 14 individuos en una sima al fondo de una cueva poco practicable. El estudio de los huesos e investigaciones geológicas apuntan a un enterramiento, un ritual con muertos. Y los expertos dudan de que tal muestra de humanidad fuera posible en un cerebro de solo 500 centímetros cúbicos. Y yo me pregunto: ¿Y si lo trascendental no depende únicamente del cerebro? ¿Y si consideramos que en el alma de todo hombre (también los de hace dos millones de años) está la llamada de Dios?