Europa se la juega con los refugiados - Alfa y Omega

Europa se la juega con los refugiados

El egoísmo podría llegar a ser letal para la UE. Sin solidaridad –hacia adentro y hacia fuera–, el proyecto europeo no puede sostenerse

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Vallas de alambre, fuerzas antidisturbios, gases lacrimógenos, lúgubres campos de refugiados… Así es la respuesta que da Europa a la mayor crisis de refugiados desde la II Guerra Mundial. Los ministros del Interior de la UE fueron incapaces el lunes de superar los enfrentamientos por las cuotas de refugiados propuestas para cada país. El golpe de gracia lo daba al día siguiente Hungría, con la entrada en vigor de una ley que condena con hasta cinco años de cárcel a quienes crucen ilegalmente su frontera. Para completar el cuadro, Alemania –siguiendo a otros Estados– reintroducía el domingo los controles fronterizos. Angela Merkel terminó por ceder a la presión de su socio de gobierno bávaro, de ideario oficialmente socialcristiano. De ideario cristiano, por cierto, hace alarde también el húngaro Viktor Orban.

No es sencilla la solución a esta crisis, pero la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados marca unos mínimos que ni siquiera se están hoy respetando. Resulta además llamativa la insistencia de los líderes europeos en señalar a las mafias que se aprovechan de la desgracia ajena, cuando podrían fácilmente desmantelar su negocio, simplemente estableciendo puntos de atención a los refugiados cercanos a sus lugares de procedencia, en lugar de obligarles a jugarse la vida para llegar a Europa. Puro sentido común, como el que empleaba el Papa Francisco al explicar a Radio Renasença que, «cuando hay un espacio vacío, la gente busca llenarlo». Es lo que ocurre con el invierno demográfico en nuestros países. Pero en lugar de acoger con los brazos abiertos y facilitar la integración de los refugiados e inmigrantes que aportan savia joven al continente, Europa los criminaliza.

Ese egoísmo podría llegar a ser letal para el propio proyecto europeo. Con la crisis de Grecia, Europa entendió (¡esperemos!) que sin solidaridad no puede haber moneda única. Ahora es tiempo de comprender que no habrá una Unión en una Europa de fronteras cerradas y militarizadas. Claro que tampoco habría ya muchos alicientes para participar en la construcción de un proyecto que deja a la gente más vulnerable tirada en la cuneta.