El Papa denuncia «la dictadura de la economía» - Alfa y Omega

El Papa denuncia «la dictadura de la economía»

El Papa ha pedido «una reforma financiera que sea ética y produzca, a su vez, una reforma económica saludable para todos». Al recibir a un grupo de nuevos embajadores, Francisco advirtió de que «este desequilibrio se deriva de las ideologías que promueven la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera, negando así a los Estados el derecho de controlar». También el miércoles, en un encuentro con el Comité Ejecutivo de Caritas Internationalis, el Pontífice comparó la situación actual con la de Babel, donde a un ladrillo se le daba más valor que a una vida humana. Del mismo modo, hoy preocupan «las inversiones financieras», mientras «se muere de hambre, se muere de enfermedad la gente»

Redacción
El Papa con el Comité Ejecutivo de Caritas Internationalis

La humanidad —ha dicho el Papa— vive en este momento como una curvatura de su historia»; muchas personas viven en un estado de «precariedad, con consecuencias desastrosas. Algunas patologías aumentan con sus consecuencias psicológicas; el miedo y la desesperación se adueñan del corazón de muchas personas, incluso en los llamados países ricos; la alegría de vivir disminuye; la indecencia y la violencia van en aumento, la pobreza se hace más evidente. Hay que luchar para vivir y, con frecuencia, para vivir de una forma que no es digna. Una de las causas de esta situación, en mi opinión, radica en la relación que tenemos con el dinero, en aceptar su dominio sobre nosotros y nuestras sociedades. Así, la crisis financiera que estamos atravesando nos hace olvidar su origen primero, situado en una profunda crisis antropológica. ¡En la negación de la primacía del hombre! Hemos creado nuevos ídolos. El antiguo culto al becerro de oro ha encontrado una imagen nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin rostro ni objetivo verdaderamente humano».

Estas duras palabras, dirigió el miércoles el Papa, al recibir a un nuevo grupo de embajadores. «Mientras el rédito de una minoría crece de manera exponencial —prosiguió—, el de la mayoría se debilita. Este desequilibrio se deriva de las ideologías que promueven la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera, negando así a los Estados el derecho de controlar, aunque éstos sean los encargados del bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral y sin remedio posible sus leyes y sus reglas. Además, la deuda y el crédito alejan a los países de su economía real y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real. A esto hay que añadir, una corrupción tentacular y una evasión fiscal egoísta que han asumido proporciones mundiales. La voluntad de poder y posesión ha pasado a ser ilimitada».

El mismo miércoles, tras celebrar la Misa en la capilla de la residencia de Santa Marta, el Papa Francisco ha encontró con al Comité Ejecutivo de Caritas Internationalis con su presidente al frente, el cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, SDB, arzobispo de Tegucigalpa (Honduras), para la presentación de la Campaña contra el Hambre que será lanzada próximamente.

Francisco dirigió unas breves palabras, y después, respondió a preguntas de los presentes. «Estamos viviendo una época de crisis muy grave, muy grave. Y no es solamente una crisis económica», dijo, con palabras improvisadas, transcritas por Radio Vaticano. «No es solamente una crisis cultural, es otro aspecto. No es solamente una crisis de fe. Es una crisis en la que el hombre es quien sufre las consecuencias de esa inestabilidad. Hoy día está en peligro el hombre, la persona humana. Está en peligro la carne de Cristo. Ojo que para nosotros toda persona y más si está marginada, si está enferma, es la carne de Cristo. O sea que el trabajo de Caritas sobre todo es darse cuenta de esto».

La situación actual puede compararse, a juicio, con la de la construcción de la Torre de Babel, cuando se otorgaba más valor a un ladrillo que a una vida humana. «Nuestra civilización se ha confundido —añadió—, y en vez de hacer crecer la creación para que el hombre sea más feliz y sea la mejor imagen de Dios (éste es un mandato que tenemos), hace crecer la creación y instaura, la palabra es dura, pero creo que es exacta, la cultura del descarte. El que no sirve se descarta, a la basura. Los niños, los ancianos con esa eutanasia encubierta que se esta usando y los más marginados. Esa es la crisis que estamos viviendo. Uno de ustedes se refirió a la crisis y creo que ésta es la crisis más seria».

Interesante fue también la reflexión que hizo sobre el papel de Cáritas en tiempos de graves urgencias. «En tiempo de guerra y de crisis —dijo— hay que curar a los heridos, hay que curar a los enfermos», pero después, en cuanto sea posible, hay que «promover», enseñar a usar la caña de pescar, dar a las personas «un instrumento para que se puedan ganar la vida».

Palabras del Papa al Comité Ejecutivo de Caritas Internationalis

¡Muchas gracias! por lo que están haciendo, por el trabajo.

Estoy contento que estén reunidos y que tengan esperanza mirando adelante. Porque cuando miramos atrás siempre quedamos aprisionados por la dificultad de las tribulaciones, los problemas. Bueno, esas cosas que suceden en la vida y que nos hacen sufrir. Así que hay que mirar adelante como ustedes.

Institucionalmente la Cáritas es parte esencial de la Iglesia. Una Iglesia sin la caridad no existe. Y la Cáritas es la institución del amor de la Iglesia. La Iglesia se hace institución en la Cáritas. Por eso la Cáritas tiene esa doble dimensión: Una dimensión de acción; acción social entre comillas. Acción social en el sentido más amplio de la palabra. Y una dimensión mística, es decir, metida en el corazón de la Iglesia. La Cáritas es la caricia de la Iglesia a su pueblo. La caricia de la Madre Iglesia a sus hijos, la ternura, la cercanía.

La búsqueda de la verdad, el estudio de la verdad católica es otra dimensión importante de la Iglesia que hacen los teólogos. Después, se transforma en catequesis y llega. La Cáritas es directa, es el amor de la Madre Iglesia que se acerca, acaricia, ama. En este sentido, me permito decirles que ustedes son los testigos primarios e institucionalizados del amor de la Iglesia. Y desearles que puedan seguir haciendo esto. Y porque siento esta responsabilidad de confirmarlos en este camino es por lo que quise recibirlos, que no se fueran de Roma sin un dialogo con el obispo de Roma. Es decir, para confírmalos en la fe.

Bueno, ahora me permito sugerir si alguien quiere hacer alguna pregunta. Tenemos un poquito de tiempo.

[El cardenal Maradiaga expresa el agradecimiento y pide a los presidentes de los 5 continentes que hablen para tener un pequeño diálogo. Hablan representantes de Oceanía, Asia, África, Europa, América del Norte, América Latina y la región de Medio Oriente]

El Papa Francisco responde:

Primero que todo les agradezco.

Respecto a los panes y los peces quisiera agregar un matiz: no se multiplicaron, no, no es verdad. Simplemente los panes no se acabaron. Como no se acabó la harina y el aceite de la viuda. No se acabaron. Cuando uno dice multiplicar puede confundirse y creer que hace magia, no. No, no, simplemente es tal la grandeza de Dios y del amor que puso en nuestros corazones, que si queremos, lo que tenemos no se acaba. Mucha confianza en esto.

Cuatro cosas me quedaron muy grabadas. Primero la crisis, segundo la caricia, tercero el desarrollo y cuarto la espiritualidad. Y un apéndice que quisiera añadir: los refugiados.

La crisis. Estamos viviendo una época de crisis muy grave, muy grave. Y no es solamente una crisis económica. Ese es un aspecto. No es solamente una crisis cultural, es otro aspecto. No es solamente una crisis de fe. Es una crisis en la que el hombre es quien sufre las consecuencias de esa inestabilidad. Hoy día está en peligro el hombre, la persona humana. Está en peligro la carne de Cristo. Ojo que para nosotros toda persona y más si está marginada, si está enferma, es la carne de Cristo. O sea que el trabajo de Cáritas sobre todo es darse cuenta de esto.

Hay un Midrash muy lindo, de un rabino del 1200 más o menos, Edad Media, que cuenta la construcción de la historia di Babel. Y claro, a ellos les costaba mucho hacer los ladrillos. Tenían que buscar el barro, amasarlo, poner la paja, armarlo, cocinarlo. Entonces subían los ladrillos a la torre para hacerla más alta. Cuando se caía un ladrillo era un drama, castigaban a quien lo había tirado, castigaban a otro, era prácticamente un problema de Estado. Había costado tanto, era un tesoro el ladrillo. Pero si se caía un obrero no pasaba nada.

Este Midrash refleja lo que está pasando ahora. Hay desequilibrio en las inversiones financieras, gran drama, gran reunión internacional, todos se mueven. Pero, se muere de hambre, se muere de enfermedad la gente: Y bueno ¡que Dios te ayude!

Para mí este Midrash refleja lo mejor. Nuestra civilización se ha confundido y en vez de hacer crecer la creación para que el hombre sea más feliz y sea la mejor imagen de Dios (este es un mandato que tenemos), hace crecer la creación y instaura, la palabra es dura, pero creo que es exacta, la cultura del descarte. El que no sirve se descarta, a la basura. Los niños, los ancianos con esa eutanasia encubierta que se esta usando y los más marginados. Esa es la crisis que estamos viviendo. Uno de ustedes se refirió a la crisis y creo que esta es la crisis más seria.

Segundo, la caricia: La imagen que me viene es de tantas pinturas que hemos visto, de las mujeres socorriendo a los heridos de una guerra. El campo de batalla, heridos, curar, curar, curar. Hay momentos donde es tal la situación que simplemente hay que neutralizar el mal. Hay hambre: darle de comer. Después vemos cómo lo promovemos. Pero la urgencia del momento, están heridos, curarlos. Esta es una guerra cultural que deja muchos heridos al costado del camino. Y la caricia de la madre Iglesia es curar. Pero, decimos: «a este pobre hombre no lo podemos promover». Ahora curarlo, después vemos como lo promovemos. O sea, saber distinguir las urgencias de las necesidades más radicales. Evidentemente que es más radical la necesidad de promoción, es verdad. Pero acá hay alguien que se está muriendo. Hay que darle los primeros auxilios. La caricia de la Madre Iglesia.

Y después la caricia en la promoción. Cáritas no es solamente para los primeros auxilios. Es necesario. En tiempo de guerra y de crisis hay que curar a los heridos, hay que curar a los enfermos, curar las consecuencias de tanta riqueza. Pero, también hay que promover. En cuanto se puede, promover, pero primero arreglar esto. Claro uno va viendo lo que tiene que hacer. ¡Es que se va mucho dinero en esto! Ojalá se te vaya todo y tengamos que rematar las iglesias para dar de comer a los pobres.

San Juan Crisóstomo lo decía claro: «A qué vienes a adornar la Iglesia y no adornas el cuerpo de Cristo, que está pasando hambre». O sea la caricia. Para mí, la expresión más bella de la caricia frente a una necesidad es la del buen samaritano que no dice: lo levantó, lo llevó a la posada, pagó y se fue. ¡No! Le lavó las heridas, le curó las heridas, después lo levantó y lo llevó y firmó un pagaré por lo que faltaba. Lavar las heridas del momento.

La promoción: ¿cómo lograr el desarrollo de nuestros pueblos con la promoción? Yo no sabría decirles los medios reales pero no hay que dejarla de lado. Hay que hacer crecer la imagen de Dios en esta persona a la que uno va ayudando a crecer.

Pienso en Don Bosco. Don Bosco se encontró en su parroquia, en su tierra, en un momento de crisis, de mucha crisis, de mucha pobreza, un montón de chicos que andaban por la calle por supuesto con hambre y aprendían los vicios y terminaban en la delincuencia y cuando grandes quizá en la horca. El vio eso y dijo ¡no! Y empezó con esa idea desde la escuela de artes y oficios y etcétera.

La visión de promoción es dar un instrumento para que se puedan ganar la vida. Estos santos fueron clarividentes; clarividentes en el uso de los medios de promoción. A veces pensamos: «hagamos una universidad para los más marginados», pero empecemos por darles un oficio para que pueda trabajar. Después vamos a lo otro. Tenemos que tener esa sabiduría de la progresión en la promoción. Para mi eso es clave.

Y hablando de la actualidad de Don Bosco, nosotros en Buenos Aires tenemos muchas villas de emergencia, muchas villas, y trabajan 22 sacerdotes jóvenes en las villas. Son parroquias, cada villa es una parroquia. Y ellos después de pensar qué hacer con la juventud, dijeron que lo mejor para hoy día en los barrios periféricos es el método de Don Bosco. O sea esa visión de saber encontrar lo viable en la promoción.

Y el cuarto es la espiritualidad de Cáritas. El fundamento de la espiritualidad de Cáritas es el donarse a sí mismo, salir de si mismo, estar al servicio continuo de las personas que viven en situación de periferia. Una espiritualidad que puede tener su inspiración en Mateo 25. Jesús, cuando lleguemos allá, no nos va a decir: ¡te felicito!, ven, entra porque estudiaste tanto bien la vida, sabes bien la teología, sabes esto, sabes aquello. ¡No! Eso esta muy bien. Pero nos va a decir: ven, porque tuve hambre y me diste de comer, estuve en la cárcel y me visitaste, estuve enfermo y viniste a curarme, estaba solo y me acompañaste. La espiritualidad de Caritas es la espiritualidad de la ternura y nosotros hemos excluido de la Iglesia la categoría de la ternura. A veces nuestra seriedad, entre comillas, frente a la pastoral, nos llevó a perder esta categoría que es la maternalidad de la Iglesia.

La iglesia es madre; fundamentalmente madre y esta categoría de la ternura para mí es el eje al cual tiene que referirse la espiritualidad de Caritas. Recuperar para la Iglesia la ternura.

Por lo tanto la función de ustedes es bipolar: por un lado ir a las periferias existenciales a ayudar, curar, promover y todo lo que dijimos, y por otro lado llevar a la Iglesia, o sea traer a las comunidades de ustedes a la iglesia, las diócesis, este sentimiento de ternura, que es más que un sentimiento, es un valor, es uno de los rasgos que la Iglesia madre no puede perder. La Iglesia siempre entró en las desviaciones, en las sectas, en las herejías cuando se puso demasiado seria, es decir, cuando se olvidó de la caricia y de la ternura. Para mí la espiritualidad de Cáritas va por ese lado.

Finalmente los refugiados. Los refugiados son un drama y hay que acompañarlos. Pensar que en Siria, en este momento, salen de Siria al Líbano, creo que han pasado más de un millón. Gente que viene del Irán, entró en Siria y pasó al Líbano. ¡Gente que ha dejado todo!, que están en la calle. Bueno, eso lo menciono porque es un ejemplo fundamental. Pero, en todos nuestros países hay refugiados, hay gente que entró de contrabando, que no tiene documentos; o gente que es aprovechada para el trabajo esclavo, que le quitan el pasaporte y lo hacen trabajar como esclavo. Bueno ahí, mucha presencia de ternura de la Iglesia.

Bueno dijimos que hasta las 10 y son las 10. Así que les agradezco lo que hacen, en serio. Enséñennos a todos, sean testigos de la ternura de la Santa Madre Iglesia. ¡Gracias!

Y ahora antes de saludarlos uno por uno, voy a pedirle al Señor que los bendiga. Por intercesión de Santa María, siempre virgen y el glorioso patriarca San José, Santa Teresita del Niño Jesús, de la beata Teresa de Calcuta, los bendiga Dios todopoderoso, el Padre y el Hijo y Espíritu Santo.

Texto del discurso del Papa a los nuevos embajadores

Me alegra acogerlos con ocasión de la presentación de las Cartas que los acreditan como Embajadores extraordinarios y plenipotenciarios de sus respectivos países ante la Santa Sede: Kirguistán, Antigua y Barbuda, el Gran Ducado de Luxemburgo y Botswana. Las amables palabras que me han dirigido y que agradezco profundamente, testimonian que los Jefes de Estado de sus países tienen el anhelo de desarrollar las relaciones de estima y de cooperación con la Santa Sede. Les agradezco que ustedes quieran transmitirles mis sentimientos de gratitud y respeto, asegurando mis oraciones por ellos y por sus conciudadanos.

Señores Embajadores, nuestra humanidad está viviendo en la actualidad como un momento álgido de su propia historia, teniendo en cuenta los avances registrados en diversos campos. Debemos alabar los logros positivos que contribuyen al auténtico bienestar de la humanidad, como por ejemplo en los ámbitos de la salud, de la educación y de la comunicación. Sin embargo, también hay que reconocer que la mayoría de los hombres y de las mujeres de nuestro tiempo siguen viviendo en precariedad cotidiana, con consecuencias funestas. Algunas patologías aumentan, con sus consecuencias psicológicas, el miedo y la desesperación se apoderan de los corazones de numerosas personas, incluso en los llamados países ricos; la alegría de vivir va disminuyendo; la indecencia y la violencia aumentan; la pobreza se vuelve cada vez más impactante. Se tiene que luchar para vivir, y, a menudo, para vivir sin dignidad. Una de las causas de esta situación, en mi opinión, se encuentra en nuestra relación con el dinero y en nuestra aceptación de su imperio y dominio en nuestro ser y en nuestras sociedades. De este modo, la crisis financiera que estamos viviendo, nos hace olvidar que su primer origen se encuentra en una profunda crisis antropológica ¡en la negación de la primacía del hombre! Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32, 15-34) ha encontrado una imagen nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano.

La crisis mundial que afecta las finanzas y la economía parece poner de relieve sus deformidades, y, sobre todo, la grave falta de su orientación antropológica, que reduce al hombre a una sola de sus necesidades: el consumo. Y peor aún, el ser humano es considerado hoy como un bien en sí que se puede utilizar y luego desechar. Esta deriva se verifica a nivel individual y social. Y además ¡es promovida! En este contexto, la solidaridad, que es el tesoro de los pobres, se considera a menudo contraproducente, contraria a la racionalidad financiera y económica. Al tiempo que los ingresos de una minoría van creciendo de manera exponencial, los de la mayoría van disminuyendo. Este desequilibrio proviene de ideologías que promueven la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera, negando de este modo el derecho de control de los Estados, aun estando encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone de forma unilateral y sin remedio posible, sus leyes y sus reglas. Además, la deuda y el crédito alejan a los países de su economía real y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real. A todo ello se añade, una corrupción tentacular y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales. El afán de poder y de poseer se ha vuelto sin límites.

Detrás de esta actitud se encuentra el rechazo de la ética, el rechazo de Dios. ¡Igual como la solidaridad, la ética molesta! Se considera contraproducente; demasiado humana, porque relativiza el dinero y el poder; se ve como una amenaza, porque rechaza la manipulación y el sometimiento de la persona. Porque la ética lleva hacia Dios, que está fuera de las categorías del mercado. Dios es considerado por estos financieros, economistas y políticos, como no manejable, incluso peligroso, ya que llama al hombre a su plena realización y a la independencia de cualquier tipo de esclavitud. La ética —una ética no ideológica, naturalmente— permite, en mi opinión, crear un equilibrio y un orden social más humano. En este sentido, animo a los expertos financieros y a los líderes gubernamentales de sus países a considerar las palabras de san Juan Crisóstomo: «No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles sus vidas. No son nuestros los bienes que poseemos, sino suyos» (Homélie sur Lazare, 1, 6: PG 48, 992D).

Queridos Embajadores, sería conveniente realizar una reforma financiera que fuera ética y, a su vez que comportara una reforma económica saludable para todos. Sin embargo, esto requeriría un cambio audaz de actitud de los dirigentes políticos. Les exhorto a que afronten este reto, con determinación y visión de futuro, por supuesto, teniendo en cuenta la naturaleza específica de sus contextos. ¡El dinero debe servir y no gobernar! El Papa ama a todos, ricos y pobres; pero el Papa tiene la obligación, en nombre de Cristo, de recordar que los ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos, promoverlos. El Papa insta a la solidaridad desinteresada y a un retorno de la ética en favor del hombre en la realidad económica y financiera.

La Iglesia, por su parte, siempre trabaja para el desarrollo integral de cada persona. En este sentido, ella recuerda que el bien común no debe ser una simple suma, un simple esquema conceptual, de calidad inferior, añadido a la agenda política. La Iglesia anima a los gobernantes a estar verdaderamente al servicio del bien común de sus pueblos. Exhorta a los dirigentes de las realidades financieras a tomar en consideración la ética y la solidaridad. ¿Y por qué no acudir a Dios para inspirar los propios diseños? Se formará una nueva mentalidad política y económica que ayudará a transformar la dicotomía absoluta entre lo económico y lo social en una sana convivencia.

Por último, saludo con afecto, a través de ustedes, a los Pastores y los fieles de las comunidades católicas en sus países. Les insto a continuar su testimonio valiente y gozoso de la fe y del amor fraternal enseñados por Cristo. ¡No tengan miedo de ofrecer su contribución al desarrollo de sus países a través de iniciativas y actitudes inspiradas en las Sagradas Escrituras!

Y en el momento en que comienzan su misión, les ofrezco, señores Embajadores, mis mejores deseos, asegurando la cooperación de la Curia Romana para el cumplimiento de su función. Con este fin, de buen grado, invoco sobre ustedes y sus familias y sus colaboradores, la abundancia de las bendiciones divinas.