«Parece que el único que tiene derechos es el dinero», denuncia el Papa - Alfa y Omega

«Parece que el único que tiene derechos es el dinero», denuncia el Papa

«¡En un mundo en el que se habla tanto de los derechos, cuántas veces, de hecho, viene pisoteada la dignidad humana! Parece que el único que tiene derechos es el dinero», dijo el Papa, para denunciar que sigue existiendo hoy tráfico de seres humanos, y que millones de personas son obligadas por una y otra causa a abandonar su hogar, y a menudo terminan sometidas a penosas situaciones de explotación

Redacción

En Buenos Aires, «la esclavitud está a la orden del día» y se presenta bajo «diversas formas». Se trata, sobre todo, de trabajadores inmigrantes recluidos en «talleres clandestinos», a quienes incluso «se les priva la posibilidad de salir de ahí». «Esta ciudad fracasó y sigue fracasando en liberarlos».

La denuncia la hacía en septiembre de 2011 el entonces cardenal Bergoglio, provocando un gran revuelo político. El viernes, el Papa se refirió a este mismo tema, al recibir a los participantes de la Sesión Plenaria del Pontificio Consejo de la Pastoral para los Migrantes e Itinerantes, que ha reflexionado sobre La solicitud pastoral de la Iglesia en el contexto de las migraciones forzadas, con el objetivo de llamar la atención sobre los millones de refugiados y desplazados en el mundo, y la plaga del tráfico de seres humanos que cada vez más afecta a niños, involucrados en las peores formas de explotación.

La «trata de personas -dijo el Papa- es una vil actividad, una vergüenza para nuestras sociedades que se llaman civilizadas». «¡Explotadores y clientes, a todos los niveles, deberían hacer un serio examen de conciencia ante sí mismos y ante Dios», advirtió Francisco.

«¡En un mundo en el que se habla tanto de los derechos, cuántas veces, de hecho, viene pisoteada la dignidad humana! ¡En un mundo en que se habla tanto de los derechos, parece que el único que tiene derechos es el dinero. Queridos hermanos y hermanas, vivimos en un mundo en el que manda el dinero. Vivimos en un mundo, en una cultura donde reina el fetichismo del dinero», denunció el Pontífice.

«La familia de las naciones está llamada a intervenir en un espíritu de solidaridad fraterna», dijo. También la Iglesia, para la cual «nadie es un extraño, nadie está excluido, nadie está lejos. Todos somos una sola familia humana». Y esa atención materna «se manifiesta con especial ternura hacia los que están obligados a huir».

El Papa animó a los miembros del Pontificio Consejo de la Pastoral para los Migrantes a seguir animando a las comunidades cristianas para que «sean más sensibles ante tantos hermanos afrentados por heridas que marcan su existencia: la violencia, el abuso, la lejanía de los afectos familiares, eventos traumáticos, la fuga de casa, la incertidumbre sobre el futuro en los campos de refugiados. Todos éstos son elementos que deshumanizan y tienen que empujar a todo cristiano y toda la comunidad a una atención concreta».

A estas personas obligadas a abandonar su hogar es preciso darles razones para la esperanza, lo cual «se expresa en las expectativas para el futuro, en el deseo de relaciones de amistad, en las ganas de participar en la sociedad que los acoge, también mediante el aprendizaje de la lengua, el acceso al empleo y a la educación para los niños. Admiro la valentía de los que esperan reanudar paulatinamente la vida normal, esperando que la alegría y el amor vuelvan a alegrar su existencia. ¡Todos podemos y debemos alimentar esa esperanza!», dijo Francisco.

Son «seres humanos -añadió-, que apelan a la solidaridad y a la asistencia, que requieren medidas urgentes, pero sobre todo comprensión y bondad». Y «su condición no puede dejarnos indiferentes».