Catequesis del Papa: la Iglesia es la familia de Dios - Alfa y Omega

Catequesis del Papa: la Iglesia es la familia de Dios

El Papa comenzó este miércoles una serie de catequesis dedicadas a la Iglesia, basándose en los documentos del Vaticano II. Comenzó explicando cómo la Iglesia nace por la voluntad de Dios de hacer de los hombres una única familia de hijos llamados a la comunión y la amistad con Él

Redacción

La Iglesia «no es una organización fundada por un acuerdo de algunas personas, sino que es obra de Dios, y nace» de un plan de amor «que se desarrolla progresivamente en la Historia». Después de explicar, una semana antes, cómo el Espíritu Santo se manifiesta en la Iglesia, el Papa Francisco comenzó este miércoles una serie de catequesis dedicada a la Iglesia, dentro del ciclo en el que está explicando el Credo.

Para hacerlo, ha decidido utilizar una serie de expresiones sobre la Iglesia que se encuentran en los documentos del Concilio Vaticano II. Su primera elección ha sido la Iglesia como familia de Dios. Esta idea -subrayó al comienzo de su alocución- «muestra bien el diseño de Dios para la humanidad»: hacer «de todos nosotros una única familia de sus hijos, en la que cada uno se sienta cerca y se sienta amado por Él», como ocurre en la parábola del padre misericordioso; una familia en la que cada uno «sienta el calor de ser la familia de Dios».

En el origen de la Iglesia está en «la voluntad de Dios de llamar a todos los hombres a la comunión con Él, a su amistad; es más, a participar como sus hijos en su misma vida divina», saliendo «del individualismo, de la tendencia a encerrarse en sí mismos». Al ser fruto de una llamada al amor, la Iglesia brota del «gesto supremo de amor en la Cruz, del costado traspasado de Jesús. En la familia de Dios, en la Iglesia, la savia vital es el amor de Dios».

El Obispo de Roma señaló también la incongruencia de quienes dicen «Cristo sí, Iglesia no», cuando «es precisamente la Iglesia la que nos lleva a Cristo y nos dirige a Dios». Esto no significa -añadió- que en la Iglesia no haya limitaciones. «En los que forman parte de ella hay defectos, imperfecciones, pecados: hasta el Papa los tiene, ¿eh? ¡Y tiene tantos! Pero lo hermoso es que cuando nos damos cuenta de que somos pecadores, nos encontramos con la misericordia de Dios». Y Dios -subrayó, como ha hecho ya otras veces- «siempre perdona».

Antes de despedirse, el Papa quisó dejar a los fieles unas preguntas para la reflexión: «¿Cuánto amo a la Iglesia? ¿Rezo por ella? ¿me siento parte de la familia de la Iglesia? ¿Qué hago para que sea una comunidad donde todos se sientan bienvenidos?».

Texto íntegro de la catequesis del Papa:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El miércoles pasado señalé el profundo vínculo entre el Espíritu Santo y la Iglesia. Hoy quisiera empezar una serie de catequesis sobre el misterio de la Iglesia, un misterio que todos vivimos y del que formamos parte. Me gustaría hacerlo con expresiones presentes en los textos del Concilio Ecuménico Vaticano II.

Hoy empiezo por la primera: la Iglesia como familia de Dios. En estos meses, más de una vez he hecho referencia a la parábola del hijo pródigo, o mejor dicho del padre misericordioso (cf. Lc 15, 11-32). El hijo más joven sale de la casa de su padre, dilapida todo y decide volver porque se da cuenta de que cometió un error, pero ya no se considera digno de ser hijo y piensa poder ser recibido de nuevo como un siervo. El padre, en cambio, corre a su encuentro, lo abraza, le devuelve su dignidad de hijo y lo celebra. Esta parábola, como otras en el Evangelio, muestra bien el diseño de Dios para la humanidad.

¿Cuál es este proyecto de Dios? Es hacer de todos nosotros una única familia de sus hijos, en los que cada uno se sienta cerca y se sienta amado por Él, como en la parábola del Evangelio, sienta el calor de ser la familia de Dios. En este gran proyecto encuentra su origen la Iglesia, que no es una organización fundada por un acuerdo de algunas personas, sino -como nos ha recordado tantas veces el Papa Benedicto XVI- es obra de Dios, nace precisamente de este plan de amor que se desarrolla progresivamente en la historia. La Iglesia nace de la voluntad de Dios de llamar a todos los hombres a la comunión con Él, a su amistad, es más a participar como sus hijos en su misma vida divina. La misma palabra Iglesia, del griego ekklesia, significa convocación: Dios nos convoca, nos invita a salir del individualismo, de la tendencia a encerrarse en sí mismos y nos llama a ser parte de su familia. Y esta llamada tiene su origen en la creación misma. Dios nos creó para que vivamos en una relación de profunda amistad con él, e incluso cuando el pecado rompe esta relación con Él, con los demás y con la creación, Dios no nos abandona. Toda la historia de la salvación es la historia de Dios que busca al hombre, le ofrece su amor, lo acoge. Llamó a Abraham para ser el padre de una multitud; eligió al pueblo de Israel para forjar una alianza que abrazara a todas las naciones; y envió, en la plenitud de los tiempos, a su Hijo para que su designio de amor y de salvación se realizara en una nueva y eterna alianza con la humanidad entera. Cuando leemos los Evangelios, vemos que Jesús reúne a su alrededor una pequeña comunidad que acoge su palabra, lo sigue, comparte su camino, se convierte en su familia, y con esta comunidad Él se prepara y edifica su Iglesia.

¿De dónde nace entonces la Iglesia? Nace del gesto supremo de amor en la Cruz, del costado traspasado de Jesús, del que fluye sangre y agua, símbolos de los sacramentos de la Eucaristía y del Bautismo. En la familia de Dios, en la Iglesia, la savia vital es el amor de Dios que se realiza en amarle a Él y a los demás, a todos, sin distinción ni mesura. La Iglesia es una familia en la que se ama y se es amado.

¿Cuándo se manifiesta la Iglesia? Lo hemos celebrado hace dos domingos; se manifiesta cuando el don del Espíritu Santo, llena el corazón de los Apóstoles y les empuja a salir y a empezar el camino para anunciar el Evangelio, difundir el amor de Dios. Incluso hoy alguien dice: «Cristo sí, Iglesia no». Aquellos que dicen: «Yo creo en Dios pero no en los sacerdotes», ¡eh! Se dice así: «Cristo sí, Iglesia no». Pero es precisamente la Iglesia la que nos lleva a Cristo y nos dirige a Dios: la Iglesia es la gran familia de los hijos de Dios. Por supuesto, también tiene aspectos humanos; en los que forman parte de ella, Pastores y fieles, hay defectos, imperfecciones, pecados: hasta el Papa los tiene, ¡eh! y ¡tiene tantos! Pero lo hermoso es que cuando nos damos cuenta de que somos pecadores… lo hermoso es esto: cuando nos damos cuenta de que somos pecadores, nos encontramos con la misericordia de Dios: Dios siempre perdona. No olvidemos esto: ¡Dios siempre perdona! Y Él nos recibe en su amor de perdón y de misericordia. Algunas personas dicen: «Es hermoso, esto: que el pecado es una ofensa a Dios, pero también una oportunidad; la humillación para darse cuenta de que hay otra cosa más hermosa, que es la misericordia de Dios». Pensemos en ello.

Preguntémonos hoy: ¿cuánto amo a la Iglesia? ¿Rezo por ella? ¿Me siento parte de la familia de la Iglesia? ¿Qué hago para que sea una comunidad donde todos se sientan bienvenidos y comprendidos, para que se sienta la misericordia y el amor de Dios que renueva su vida? La fe es un don y un acto que nos afecta personalmente, pero Dios nos llama a vivir, juntos, nuestra fe, como una familia, como Iglesia.

Pidamos al Señor de una manera especial en este Año de la fe, que nuestras comunidades, toda la Iglesia, sean cada vez más verdaderas familias que viven y traen el calor de Dios. Gracias.