Los mártires, un revulsivo para «la Iglesia durmiente» - Alfa y Omega

Los mártires, un revulsivo para «la Iglesia durmiente»

De los nuevos caos de martirio en los años 30 reconocidos esta semana por el Papa, destaca la presencia de más de 60 hermanos maristas. El día 6 se celebraba la fiesta de su fundador, san Marcelino Chapagnat, y el Superior General, el barcelonés Emili Turú, ha dirigido una carta a la Congregación sobre la actualidad del testimonio de los mártires. Cita a un obispo que irónicamente decía: «Si ser cristiano fuese un delito y yo fuese llevado ante un tribunal acusado de ese delito, sería absuelto por falta de pruebas». Y añade: «¡cuántos de nosotros podríamos suscribir esa dura afirmación!» No es ése el caso de los mártires

Redacción

La frase es del obispo italiano Tonino Bello, presidente de Pax Christi, fallecido hace 20 años. «Si ser cristiano fuese un delito y yo fuese llevado ante un tribunal acusado de ese delito, sería absuelto por falta de pruebas», decía. Y «¡cuántos de nosotros podríamos suscribir esa dura afirmación!», añade el Padre Turú. «Quizás porque formamos parte de la Iglesia durmiente, expresión que recogí no hace mucho en una revista, refiriéndose a esa parte de la Iglesia formada por cristianos que no viven a fondo su fe o que la tienen abandonada. La sangre de los mártires interpela nuestras conciencias: ¿Qué he hecho yo con el don de la fe? ¿Qué dicen mis obras?».

La «inminente beatificación de los H. Crisanto, Aquilino, Cipriano José y 65 compañeros (dos de los cuales, laicos), mártires en España entre los años 1936 y 1939», explica Turú, forma parte de un total de 524 personas, testigos de la fe y mártires en la España del siglo XX, que serán beatificados en Tarragona (España), el domingo 13 de octubre de 2013. Esta celebración coincidirá con la clausura del año de la fe, inaugurado por el Papa Benedicto XVI en Roma, en octubre de 2012, al inicio del Sínodo sobre la Nueva Evangelización. Por eso mismo, como Instituto marista, hemos querido subrayar esa dimensión de profundidad que animaba a nuestros mártires, calificándolos de testigos de la fe».

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De edades y perfiles muy distintos, «lo que tenían en común era una fe profunda que dio sentido a sus vidas y, llegado el momento, también a sus muertes». Estos cristianos, «inspirados por María, seguidores de Champagnat, hoy nos interpelan a nosotros, que vivimos en los albores del siglo XXI» .Y por ello «nos sentimos parte de una gloriosa tradición de mártires, que son para nosotros como brasas ardientes que mantienen vivo el rescoldo de la fe. En palabras de uno de tantos mártires de la Iglesia, santo Tomás Moro, la tradición no consiste en mantener las cenizas, sino en transmitir la llama; ésa es, pues, la tarea que nos corresponde hoy a nosotros: pasar a las futuras generaciones una llama que no nos pertenece y que, a nuestra vez, hemos recibido como un don».

«Hablando en general del testimonio de nuestros hermanos, un antiguo alumno que les conoció afirmaba: Para alcanzar el martirio, tuvieron virtudes extraordinarias. Reconozco que hubo bastantes Hermanos que a la primera ocasión abandonaron la vida religiosa y se secularizaron. Pero éstos se mantuvieron firmes hasta el último momento en su estado religioso, y por eso alcanzaron el martirio».