No se puede seguir a Dios sólo a medias - Alfa y Omega

No se puede seguir a Dios sólo a medias

Dios exige de nosotros entrega completa e incondicional. Lo volvió a resaltar el Papa este lunes, durante la misa matinal en la Casa de Santa Marta. Hace unos días, Francisco denunció la idolatría que, en la práctica, rige la vida de muchos cristianos, afirmando con la boca su fe en Dios, pero viviendo «como si Él no fuera el único Dios», con «otras deidades a nuestra disposición»

Redacción
Foto: CNS

El Señor fue claro: «No se puede servir a dos amos: porque o se sirve al Señor, o se sirve al espíritu del mundo». Pero si se sirve al Señor, hay que hacerlo a su manera, a la manera de las Bienaventuranzas, que sólo «se entienden si uno tiene un corazón abierto», ya que «no se pueden entender solo con la inteligencia humana». Sin fe, las Bienaventuranzas parecerán una tontería. Pero mire, ser pobre, ser manso, ser misericordioso no parece ser una cosa que nos lleva al éxito».

Uno, dijo Francisco, «puede regular su vida, organizarla en una lista de mandamientos o procedimientos», de un modo «meramente humano», pero esto «al final no nos lleva a la salvación». A esa salvación sólo llegamos cuando nos ponemos enteramente en Sus manos. Cuando el Señor venga, «para salvarnos, tenemos que darlo todo. ¡Y manda Él! Y tenemos miedo de esto», porque «queremos controlarlo nosotros».

Aquí no valen medias tintas. «Si queremos seguirle solamente con nuestra libertad humana, al final nos convertimos en hipócritas como aquellos fariseos y saduceos, aquellos que peleaban con Él. La hipocresía es lo siguiente: no permitir que el Espíritu cambie el corazón con su salvación. La libertad del Espíritu, que nos da el Espíritu, es también una especie de esclavitud, pero una esclavitud al Señor que nos hace libres. En cambio, nuestra libertad es una esclavitud, pero no del Señor, sino del espíritu del mundo».

Renunciar a la idolatría

El pasado jueves, 6 de junio, el Papa resaltaba que «no basta decir: Pero yo creo en Dios, Dios es el único Dios». «Está bien, pero ¿cómo vives este camino de vida? Porque podemos decir: El Señor es el único Dios, solamente, no hay otro, pero a la vez, vivir como si Él no fuera el único Dios y tener otras deidades a nuestra disposición… Es el peligro de la idolatría: la idolatría que llega a nosotros con el espíritu del mundo. Y Jesús, en esto, era claro: el espíritu del mundo, no. Y en la última Cena Jesús pide al Padre que nos defienda del espíritu del mundo, porque el espíritu del mundo nos lleva a la idolatría».

«La idolatría –prosiguió– es sutil», todos nosotros «tenemos nuestros ídolos ocultos», y debemos identificarlos y desprendernos de ellos. El Papa aludió al ejemplo de Raquel, la mujer de Jacob, que finge no tener consigo ídolos, pero los ha escondido detrás de su caballo. También nosotros, «los hemos escondido… Pero tenemos que buscarlos y destruirlos», porque la única manera de seguir a Dios es un amor basado en la «lealtad». «Y la lealtad nos pide que ahuyentemos los ídolos, descubrirlos: están ocultos en nuestra personalidad, en nuestra forma de vida. Pero estos ídolos ocultos hacen que no seamos fieles en el amor. El apóstol Santiago, cuando dice: Quien es amigo del mundo, es enemigo de Dios».

Renunciar a nuestras «pequeñas idolatrías» y a nuestros «ídolos ocultos», «es difícil, pero tenemos que empezar», para desprendernos de lo mundano, que «nos lleva a convertirnos en enemigos de Dios. Pidamos esta gracia en Jesús, hoy», concluyó.