Todo lo hago nuevo - Alfa y Omega

Todo lo hago nuevo

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Una novia besa la reliquia de la Cruz en Caravaca. Foto: García’s Photo

Cuenta san Teófano en su Cronografía y Eusebio de Cesárea en su Historia de la Iglesia que fue Constantino el que mandó derruir el templo en honor a Venus que Adriano había levantado doscientos años antes a las afueras de Jerusalén, justo encima del Santo Sepulcro. El emperador quería así sacar a la luz todas las reliquias posibles relacionadas con Cristo y, en especial, la cruz sobre la que se levantó su Cuerpo aquel 14 de nisán que cambió la Historia. Corría entonces el año 325, pero la relación de Constantino con la Cruz venía ya de lejos, desde aquel sueño que tuvo, en el año 311, antes de la batalla del Saxa Rubra, en el que el Señor le mostró la Cruz y le dijo: Bajo este signo vencerás. Desde entonces, generaciones y generaciones de cristianos en todo el mundo han hallado en este «árbol de salvación eterna el alimento para saciar mi hambre, manantial para mi sed, vestido para mi desnudez, mi báculo cuando vacilo, mi premio cuando combato y mi trofeo cuando venzo», como dice una homilía anónima del siglo II encontrada en Asia Menor.

Las excavaciones lograron su objetivo coincidiendo con la peregrinación que santa Elena, la madre de Constantino, realizó a Tierra Santa entre el año 326 y el 328. Entonces se encontró lo que la tradición identifica como el madero en el que fue colgado el Señor. Allí mismo se levantó una iglesia y se guardó en ella la reliquia para veneración de peregrinos. Pero durante catorce años la Cruz cayó en manos del rey Cosroes II de Persia, quien para mostrar su desprecio por el cristianismo la colocó bajo los pies de su trono. Fue el emperador bizantino Heraclio el que la trajo de vuelta a Jerusalén, el 14 de septiembre del año 628. Desde entonces, se instituyó en la Iglesia esta fecha como la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz.

El lugar del Gólgota donde se clavó la Cruz de Cristo. Foto: AP Photo/Oded Balilty

Tu cruz es tu misión

Aun cuando hoy el signo de la Cruz se ha popularizado como un icono meramente cultural, olvidando a veces su mismo origen, la Cruz sigue siendo esencial, porque «nuestra salvación, nuestra vida, nos viene por la Cruz. Nuestra salvación pasa por la Cruz. Cristo ha pasado por ella pagando por todos nosotros, por todos los pecadores, dando su vida en ofrenda al Padre para que nosotros también nos ofrezcamos al Padre, cada día, como hijos suyos», explica don Alfonso Moya, rector del santuario de Caravaca de la Cruz, donde se venera una de las numerosas reliquias de la Cruz que existen por todo el mundo.

La Cruz no exalta el sufrimiento, sino que es «un motivo de alegría. Es una fiesta. Aunque tengamos motivos para estar tristes, todo lo malo ha sido asumido por Cristo para que tengamos una vida nueva. Cada día comenzamos una vida nueva en Cristo. Él todo lo hace nuevo». Y esto es así porque en la Cruz «se da el amor infinito de Dios, dando la vida por nosotros, perdonándonos». Por eso, «se trata de acoger cada día tu propia cruz. Tu cruz es la misión que te da Dios: en la familia, en el trabajo, en tus amistades…, ahí donde se manifieste tu limitación, porque sabes que por encima de ella triunfa Cristo. Todo esto es lo que exaltamos, lo que celebramos en esta fiesta».

Los tesoros ocultos bajo el templo

Ya no sigue en pie el magnífico templo que levantó Salomón en Jerusalén, ni el que reconstruyó Herodes tras su destrucción por Nabucodonosor –el que conoció Jesús–. Numerosos pueblos e invasiones han cruzado la Ciudad Santa a la largo de la historia pero, debido a su capital importancia histórica y religiosa, nunca se había realizado ninguna excavación en el Monte del Templo.

Sin embargo, en noviembre de 1999, unas obras en los aledaños del monte hicieron que toneladas de tierra acabaran abandonadas en el torrente Cedrón. Un grupo de estudiantes de arqueología se propuso entonces cribar toda esa tierra, para conocer de manera indirecta los tesoros que pudiera encerrar este lugar tradicionalmente cerrado a los arqueólogos. Monedas, vasijas, teselas, fragmentos de la arquitectura del templo antiguo, joyas, estatuillas, puntas de flecha…, han salido a la luz en el Temple Mount Sifting Project (templemount.wordpress.com), un proyecto novedoso también por estar abierto a cualquiera que quiera pasar un rato cribando y tratando de encontrar recuerdos del pasado.