No hay tiempo que perder - Alfa y Omega

El pasado domingo el Papa Francisco pidió a toda la Iglesia abrir las puertas para acoger a familias de refugiados. Es un llamamiento que el Papa hace a cada comunidad, a cada parroquia. Hoy el mundo cuenta con 60 millones de desplazados a causa de la guerra, la pobreza y las catástrofes naturales. La guerra asola muchos países. Se ve en los rostros y las historias de los refugiados que llegan a Europa estos días, exhaustos, sin rumbo, y sin saber si alguien les abrazará al llegar. ¿Quién tiene la autoridad moral para pedirles que no vengan a nuestros países?

Como dice monseñor Osoro en su reciente carta pastoral a propósito de esta situación, «estas emergencias eran previsibles y son el resultado de la inacción». Y la inacción ha hecho que construyéramos una Europa miedosa, con muros, a la defensiva. Esta inacción nos ha llevado a ignorar los síntomas que hacían predecir esta emergencia, como los miles de muertes en el Mediterráneo de los últimos años. Esta situación es una llamada a renovar nuestro compromiso de oración, de solidaridad y de trabajo por la paz. No podemos acostumbrarnos a la guerra, es urgente promover iniciativas de paz en los lugares de conflicto, es la única garantía duradera para evitar estas catástrofes.

Sant’Egidio ha propuesto a la Unión Europea la creación de canales humanitarios en los países de tránsito con centros de acogida para los que huyen. En estos centros se podría tramitar el visado humanitario directamente con los países receptores que ofrecen acogida. Este visado está previsto en el Tratado de Dublín y su concesión es más ágil que el asilo. Desde estos centros de acogida se podrían organizar viajes seguros y evitar que los refugiados caigan en manos de traficantes. También proponemos la posibilidad de ofrecer apadrinamiento por parte de la sociedad civil y facilitar los tramites de solicitud de asilo en los lugares de origen.

Con todo, se vislumbra una esperanza: está surgiendo una nueva Europa con una ciudadanía que se conmueve, se indigna y sale del torpor de los últimos tiempos. Los ciudadanos van por delante de los gobernantes. Hay que actuar rápidamente, no hay tiempo que perder.