Papa Francisco: «La mortaja no tiene bolsillos» - Alfa y Omega

Papa Francisco: «La mortaja no tiene bolsillos»

«Mientras cada uno busque acumular para sí, jamás habrá justicia. Si en cambio, confiando en la providencia de Dios, buscamos juntos su Reino, entonces a nadie faltará lo necesario para vivir dignamente», dijo el Papa durante el rezo dominical del Ángelus, al comentar el evangelio del día. Una vez más, Francisco recordó que «la mortaja no tiene bolsillos», y aseguró que «solamente llevamos al cielo aquello que hemos compartido con los demás»

Redacción

El Papa volvió a recurrir el domingo a aquella enseñanza que recibió de su abuela, de que la mortaja no tiene bolsillos. «Si alguien acumula solo para sí,¿qué le pasará cuando será llamado por Dios?», se preguntó. «No podrá llevarse las riquezas consigo, porque -sepan- la mortaja ¡no tiene bolsillos! Es mejor compartir, porque solamente llevamos al cielo aquello que hemos compartido con los demás».

Al comentar el evangelio del día, que mostraba a Dios providente (si no se olvida de los pájaros ni de los lirios, ¿cómo se va a despreocupar del hombre), Francisco reconoció que «el camino que Jesús indica puede parecer poco realista con respecto a la mentalidad común y a los problemas de la crisis económica; pero, si pensamos bien, nos conduce a la escala justa de valores. Él dice: ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido?».

Palabras del Papa antes del rezo del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En el centro de la Liturgia de este domingo encontramos una de las verdades más confortantes: la divina Providencia. El profeta Isaías la presenta con la imagen del amor materno lleno de ternura. Y dice así: «¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide, yo no te olvidaré!» (49,15). ¡Que hermoso es esto! Dios no se olvida de nosotros, de ninguno de nosotros, ¿eh? De ninguno de nosotros, nos recuerda con nombre y apellido. Nos ama y no se olvida. Que hermoso es pensar en esto.

Esta invitación a la confianza en Dios encuentra un paralelo en la página del Evangelio de Mateo: Mirad los pájaros del cielo -dice Jesús-, ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta… Mirad los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo os aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. (Mt 6,26.28-29).

Pero pensando en tantas personas que viven en condiciones de precariedad, o incluso en la miseria que ofende su dignidad, estas palabras de Jesús podrían parecer abstractas, si no ilusorias. ¡En realidad son más que nunca actuales! Nos recuerdan que no se puede servir a dos patrones: Dios y la riqueza. Mientras cada uno busque acumular para sí, jamás habrá justicia. Debemos escuchar bien esto, ¿eh? Mientras cada uno busque acumular para sí, jamás habrá justicia. Si en cambio, confiando en la providencia de Dios, buscamos juntos su Reino, entonces a nadie faltará lo necesario para vivir dignamente.

Un corazón ocupado por la furia de poseer es un corazón lleno de esta furia de poseer, pero vacío de Dios. Por eso Jesús ha advertido varias veces a los ricos, porque en ellos es fuerte el riesgo de colocar la propia seguridad en los bienes de este mundo, y la seguridad, la seguridad definitiva, está en Dios. En un corazón poseído por las riquezas, no hay más espacio para la fe. Todo está ocupado por las riquezas, no hay lugar para la fe. Si en cambio, se deja a Dios el lugar que le espera, o sea el primer lugar, entonces su amor conduce a compartir también las riquezas, a ponerlas al servicio de proyectos de solidaridad y de desarrollo, como demuestran tantos ejemplos, también recientes, en la historia de la Iglesia. Y así, la Providencia de Dios pasa a través de nuestro servicio a los demás, nuestro compartir con los demás. Si cada uno de nosotros no acumula riquezas solamente para sí, sino que las pone al servicio de los demás, en este caso, la Providencia de Dios se hace visible como un gesto de solidaridad. Si en cambio alguien acumula solo para sí, ¿qué le pasará cuando será llamado por Dios? No podrá llevarse las riquezas consigo, porque -sepan- la mortaja ¡no tiene bolsillos! Es mejor compartir, porque solamente llevamos al cielo aquello que hemos compartido con los demás.

El camino que Jesús indica puede parecer poco realista con respecto a la mentalidad común y a los problemas de la crisis económica; pero, si pensamos bien, nos conduce a la escala justa de valores. Él dice:¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido? (Mt 6,25). Para hacer que a nadie le falte el pan, el agua, el vestido, la casa, el trabajo, la salud, es necesario que todos nos reconozcamos hijos del Padre que está en el cielo y por lo tanto hermanos entre nosotros, y nos comportemos consecuentemente. Esto lo recordé en el Mensaje para la Paz del 1 de enero: el camino para la paz es la fraternidad: este caminar juntos, compartir las cosas.

A la luz de la Palabra de Dios de este domingo, invoquemos a la Virgen María como Madre de la divina Providencia. A ella confiamos nuestra existencia, el camino de la Iglesia y de la humanidad. En particular, invoquemos su intercesión para que todos nos esforcemos en vivir con un estilo simple y sobrio, con la mirada atenta a las necesidades de los hermanos más necesitados.

RV