«No se puede permanecer indiferente ante la trata de seres humanos», dice el Papa - Alfa y Omega

«No se puede permanecer indiferente ante la trata de seres humanos», dice el Papa

El Papa ha enviado un mensaje a los fieles de Brasil con motivo de la anual Campaña de fraternidad de Cuaresma, que este año aborda el tema de la trata de seres humanos, uno de los problemas por los que el Pontífice está especialmente preocupado. De hecho, durante su pontificado se ha realizado, por primera vez en la Santa Sede, un encuentro de expertos para elaborar una serie de propuestas concretas que tengan como objetivo combatir el tráfico de personas, algo que afecta a cerca de 30 millones de personas y es el negocio ilegal que más volumen de dinero general, junto con las armas y las drogas

Cristina Sánchez Aguilar

Entre las propuestas que salieron de aquel encuentro, aprobadas por el propio Francisco, está el llamar la atención sobre los dramas que se ocultan tras el negocio de la prostitución, o el dirigirse a los gobiernos y autoridades nacionales para que tomen medidas que eviten que las víctimas vuelvan a caer en estas redes ilegales. Se pide también que los cristianos participen de forma activa, en sus parroquias y escuelas, para erradicar esta lacra y denunciarla ante las autoridades.

En el mensaje a los brasileños, el Papa les insta a ser más conscientes de que existe una plaga social que es la trata de seres humanos: «¡No se puede permanecer indiferente sabiendo que hay seres humanos comprados y vendidos como mercancías!», exclama en el texto. Pensemos, pide, «en los niños adoptados para la extracción de órganos, en las mujeres engañadas y obligadas a prostituirse, en los trabajadores explotados, sin derechos, ni voz…».

Y propone, a todos los fieles, que realicen un profundo examen de conciencia: «¿Cuántas veces toleramos que un ser humano sea considerado como un objeto, expuesto para vender un producto o para satisfacer deseos inmorales? La persona humana nunca tendría que comprarse y venderse como una mercancía».

Además, el Santo Padre recalca que «el que la usa y la explota, aunque indirectamente, es cómplice de esta opresión». Y denuncia que este tipo de opresión también se encuentra en nuestra vida diaria, dentro de las casas: «Padres que esclavizan a sus hijos; hijos que esclavizan a sus padres; cónyuges que se olvidan de su llamada a este don y se explotan como si fueran productos de consumo, desechables. Ancianos sin un lugar en la sociedad y niños y adolescentes sin voz. ¡Cuántos ataques a los valores básicos del tejido familiar y de la misma convivencia social! Sí, necesitamos un profundo examen de conciencia. ¿Cómo se puede proclamar la alegría de la Pascua, sin ser solidarios con aquellos a los que en esta tierra se niega la libertad?», se pregunta.

«Estad seguros -continúa el mensaje-. Si ofendo la dignidad humana de los demás es porque antes he malvendido la mía ¿Y por qué? Para conseguir poder, fama, bienes materiales… Y todo esto a cambio de mi dignidad de hijo e hija Dios, salvada con el precio de la sangre de Cristo y garantizada por el Espíritu Santo que dentro de nosotros clama: Abba, Padre. La dignidad humana es igual para todos los seres humanos: Cuando pisoteo la del otro, pisoteo también la mía».

El Papa concluye su mensaje con un deseo: «Que los cristianos y las personas de buena voluntad se comprometan para que nunca hombre o mujer, jóvenes o niños sean víctimas de la trata de seres humanos. Y la base más eficaz de restaurar la dignidad humana es anunciar el Evangelio de Cristo en el campo y en las ciudades, porque Jesús quiere sembrar la vida en abundancia por todas partes».