El médico «me dio esperanza, me dijo que mi hijo tendría una vida bellísima» - Alfa y Omega

El médico «me dio esperanza, me dijo que mi hijo tendría una vida bellísima»

Stefania se hundió cuando nació su hijo discapacitado. Su nacimiento «me sacudió con violencia, me desorientó por completo, porque todos los puntos de referencia que tenía se esfumaron de improviso». Después de reavivar su fe, entendió que«no existe alegría que no tenga raíces en forma de cruz»

José Calderero de Aldecoa
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Cuando nació Cósimo, su madre Stefania se hizo un montón de preguntas: «¿Qué hice mal?, ¿qué falta he cometido para merecerme todo esto? Dios, si existes, ¿dónde te has escondido? Menos mal que eres bueno…».

Su hijo había nacido con discapacidad, y Stefania no entendía el porqué, se sentía impotente. Sus sueños se esfumaron de golpe y porrazo, y sintió que su vida se le escapaba. «Sin duda, el nacimiento de mi hijo Cósimo me sacudió con violencia, me desorientó por completo, porque todos los puntos de referencia que tenía se esfumaron de improviso: las esperanzas, los sueños…, todo había quedado destruido o, al menos, en situación de grave riesgo», asegura ella.

Stefania se dio cuenta de que las personas de su alrededor también estaban sufriendo. Su esposo estaba más desorientado que ella, sus parientes estaban a disgusto. Pero tuvo la suerte —«ahora prefiero llamarla Providencia»— de encontrar un neuropsiquiatra que «me dio esperanzas, porque me aseguraba que Cósimo tendría una vida bellísima, quizá más difícil, pero digna de ser vivida… Decía que llegaría a ser una gran persona, más sencilla que las demás, pero digna de amor, ¡bastaba quererlo!, ¡bastaba creer!, pero…, creer ¿en qué?», explica.

Dar esperanza a otros padres

Stefania cuenta su historia en la recién remodelada página del Opus Dei. En ella cuenta que, cuando estaba buscando respuestas a sus preguntas conoció el Opus Dei. «Mi fe no era gran cosa. Creía, pero como esperando algo a cambio. Creía sin creer, sin amor», cuenta. Tras conocer a san Josemaría Escrivá, se dio cuenta de que «no existe alegría que no tenga raíces en forma de cruz, que no puedes disfrutar de la vida y ser feliz, si no vives la unidad de vida, si no vives la alegría junto con sus raíces, que tienen forma de cruz».

Deseaba poder comunicar este gran descubrimiento a muchas personas, pero ¿cómo? El camino ha sido, y sigue siendo, SIPARIO, una asociación en la que, junto con Marco —su esposo—, busca dar esperanza a otros padres de familia que, como ellos, tienen hijos con alguna discapacidad intelectual o sensitiva.

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Gracias a SIPARIO, han surgido varias oportunidades para los niños con discapacidad en el terreno de la restauración y en el de la comunicación. La última iniciativa se llama Made in Sipario, un laboratorio artístico-artesanal en donde la creatividad y el color son la fuerza secreta de las artesanías que allí se elaboran. «Mi vida es un continuo movimiento, sobre todo desde que existe SIPARIO: cada vez dedico más tiempo a los jóvenes, tanto a quienes hacen voluntariado, como a quienes trabajan allí a diario», concluye Stefania.