Las dos madres del Papa Wojtyla - Alfa y Omega

Las dos madres del Papa Wojtyla

«Aunque nunca lo dijo explícitamente, Juan Pablo II tenía la certeza de que su propia madre era santa», por «haber ofrecido heroicamente su propia vida para dar a luz» a su hijo Karol. «Cuando conoció la historia de Gianna Beretta Molla, se entusiasmó con ella y siguió todo su proceso de canonización con un interés muy especial. Veía en Gianna a su propia madre». Lo cuenta Renzo Allegri en su libro Las dos madres del Papa Wojtyla

Aleteia
Karol Wojtyla con su madre, Emilia Kaczorowska

Las dos madres del Papa Wojtyla. Emilia Kaczorowska y Gianna Beretta Molla es el título del libro de Renzo Allegri que cuenta la historia de estas dos mujeres y su importante papel en la vida de Karol Wojtyla, Juan Pablo II. La primera es su madre, la segunda otra madre a la que él mismo proclamó antes Beata y después santa.

¿Por qué ligar a estas dos mujeres con la frase madres del papa Wojtyla? «Las dos vivieron un gran drama materno -explicó el autor-. Tuvieron que elegir entre su propia vida y la del niño que llevaban en el seno. Y las dos, lúcidamente, eligieron salvar al hijo, sacrificando su propia existencia. Mamás heroicas, mártires, santas».

Gianna era «una joven mujer moderna», esposa y madre; «es decir, una mujer que representaba a casi todas las madres del mundo». Este estado de casada constituía un detalle casi inédito para la categoría de las santas, pues fue la primera mujer casada en ser proclamada santa por la Iglesia católica en los últimos mil años. «En el interminable elenco de santos católicos había varias mujeres casadas, pero que vivieron en los primeros tiempos del cristianismo. De la Edad Media en adelante, ni una. Había muchas santas que habían sido casadas, pero que después vivieron mucho tiempo viudas o monjas».

Habría podido salvarse lícitamente

Gianna era «una mamá heroica, una mártir por la vida», muerta por dar la vida a su último hijo. En el segundo mes de su cuarto embarazo tuvo malestares. Le fue diagnosticado un fibroma maligno en el útero y se le aconsejó una intervención para salvar su vida, pero que comportaba el peligro de hacer morir al niño. Ella se opuso, a pesar de que el aborto no era el objetivo de la intervención, «y, por tanto, se habría tratado de uno de esos casos de aborto indirecto, de los que había hablado el papa Pío XII en su discurso al Frente de la Familia el 27 de noviembre de 1951».

Con grandes dificultades, consiguió llevar a fin el embarazo y, tras dar la vida a su niña, murió. Era en 1962. «Precisamente en ese periodo, en el Concilio Vaticano II se había discutido la importancia, incluso la necesidad, de dar a conocer testimonios cristianos de laicos. La Iglesia sentía la necesidad de proclamar la santidad de los laicos. Se había dado cuenta de que al pueblo cristiano no le bastaban las beatificaciones de monjes, monjas, frailes, que quizás vivieron trescientos años antes. El pueblo sentía la necesidad de guías modernos, de ejemplos actuales que mostraran cómo la santidad es posible siempre». La historia de esta mamá suscitó por tanto un interés inmediato.

Gianna Beretta Molla con dos de sus hijos.

Ejemplos de santidad normal

También Emilia Wojtyla había sacrificado su propia existencia por amor a un hijo. Cuando en 1919 se quedó embarazada de Karol, el futuro Juan Pablo II, los médicos le sugirieron que abortara, teniendo una salud frágil ya comprometida por otros dos embarazos de riesgo. Pero ella lo rechazó: trajo al mundo a un niño sano, pero el resto de su vida fue un infierno, y tras nueve años de duros sufrimientos, con continuos ingresos en el hospital, murió.

Gianna y Emilia son dos ejemplos de santidad normal. Pietro Molla, marido de Gianna, confesó a Allegri que su mujer «era una mujer espléndida pero absolutamente normal, no me di cuenta de que vivía con una santa. La vida cristiana de mi mujer no contiene episodios clamorosos. Gianna no llevó a cabo acciones memorables, asombrosas. Su vida fue una continua sucesión, ininterrumpida, de pequeñas acciones cotidianas realizadas por amor a Dios, según la enseñanza del Evangelio».

En Gianna, Juan Pablo II veía a su madre

También Emilia era una mujer de gran fe, que ni por un momento tomó en consideración la posibilidad del aborto. «Con sencillez extrema se confió al buen Dios. Nunca por razón alguna en el mundo habría impedido nacer a su niño: por él, estaba dispuesta a morir», recuerda Allegri. Murió en 1929 a los 45 años, cuando el pequeño Karol tenía casi 9. El certificado de defunción habla de miocarditis y nefritis, es decir, inflamación en el corazón y los riñones.

«Aunque nunca lo dijo explícitamente, Juan Pablo II tenía la certeza de que su propia madre era santa -prosigue Allegri-. Santa en la vida conyugal y familiar, santa mártir por haber ofrecido heroicamente su propia vida para dar a luz al niño que llevaba en el seno. Por esto, cuando conoció la historia de Gianna Beretta, se entusiasmó con ella y siguió todo su proceso de canonización con un interés muy especial. Veía en Gianna a su propia madre. Exaltando y dando a conocer a todo el mundo cristiano la vida de Gianna, con el heroico sacrificio que realizó para salvar la vida del hijo que llevaba en el seno, pensaba en su propia madre. También Emilia hizo esa elección. En perfecta conciencia y con inmenso amor. Y santificando a Gianna santificaba también a su madre».

Roberta Sciamplicotti / Aleteia