Plegaria de Navidad - Alfa y Omega

Plegaria de Navidad

Miguel Ángel Velasco

Pienso, Señor, en tanta querida gente que, seguramente sin culpa suya, no entiende la Navidad. Nadie se la ha explicado. Ninguno de los que creemos y queremos entenderla se la hemos sabido explicar de la única manera que se entienden las cosas: con nuestra vida. Pienso en tanta gente, Señor, que sin saber por qué sufre un poco más en estos días, viendo a su alrededor unos destellos de felicidad que no aciertan a entender…

Pienso en todas esas personas anónimas, solitarias, de los andenes del Metro, o que merodean al caer la tarde, entre desconfiados y desolados, por las estaciones de autobuses o de Renfe, buscando, buscando…; en los padres sin trabajo y sin seguridad y sin esperanza de tenerla; y, por contraste, Señor, pienso en los hombres y mujeres que creen tenerlo todo y, sin embargo, les falta lo esencial. No son felices, Señor, Tú lo sabes, y estos días, en principio al menos -Tú lo sabes también, y mejor que nadie-, debería ser un tiempo de felicidad.

Pienso en esas alucinantes riadas humanas de zaireños y ruandenses que van de acá para allá, como si fueran mercancías, en medio del desinterés más miserable de casi todos los que pueden hacer algo por ellos; y pienso en Juan Pablo II, que ya no sabe qué hacer ni qué más decir sobre esto; y pienso en la madre Teresa de Calcuta que quisiera darse más pero ya no puede; y pienso, Señor, en mi madre y en todas las madres que sufren porque este mundo, esta querida España nuestra, esta ciudad nuestra, este pueblo nuestro tenía que ser de otra manera y no lo es.

En esta Navidad de 1996, me gustaría mucho, Señor, darte otra vez las gracias por nacer para nosotros, entre nosotros, como nosotros. Permítenos, Señor, confiarnos en tus manos y en las de tu madre, que también lo es nuestra.