«Las vacaciones no deben ser un tiempo perdido» - Alfa y Omega

«Las vacaciones no deben ser un tiempo perdido»

Descansar y reponer fuerzas, recordar a los más necesitados, recuperar el ardor apostólico, disfrutar de los sencillos placeres de la vida… Estas son algunas de las recomendaciones que dan, en sus cartas, los obispos ante las vacaciones

Colaborador

Vacaciones frenéticas y agotadoras

No faltan quienes planifican unas vacaciones frenéticas y agotadoras, experimentando las mismas prisas, los mismos ruidos y parecidas tensiones a las que nos acucian a lo largo del año. De esta forma, retornan a sus ocupaciones habituales más cansados que cuando marcharon. Para descansar y reponer fuerzas, para comenzar un nuevo curso escolar, pastoral o laboral, necesitamos alejarnos de las ocupaciones ordinarias e, incluso, de los lugares de nuestra residencia habitual o trabajo. Para un cristiano, sin embargo, las vacaciones no deben ser un tiempo perdido, ni un paréntesis en nuestro camino de maduración humana y sobrenatural. Son más bien un período necesario para el reposo físico, psicológico y espiritual y un derecho que todos deberíamos poder disfrutar. Las vacaciones nos ofrecen la oportunidad de crecer, de formarnos, de reconstruirnos por dentro, de recuperar la serenidad y la paz que nos roban las prisas acuciantes de la vida ordinaria.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
arzobispo de Sevilla

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Fortalecer nuestros lazos familiares

En estas fechas veraniegas deseo que todos podamos encontrar unos días de descanso en medio del activismo al que puede llevarnos el actual modo de vida en nuestra sociedad. El descanso es necesario para reponer fuerzas y para que volvamos nuestra mirada a lo esencial de nuestra vida. Para ello propongo que los días vacacionales los utilicemos para fortalecer nuestros lazos familiares y la relación con Dios. El Papa Francisco expresó, desde los inicios de su pontificado, su preocupación por las familias, y a ellas dedicará sus trabajos el próximo Sínodo de Obispos. La relación matrimonial entre los cónyuges, y de ellos con los hijos, son los pilares fundamentales de la familia y de la sociedad. Nada es tan bueno para un matrimonio como que puedan pasar juntos estos días, disfrutando ambos de los sencillos placeres de la vida. Y con mayor motivo si tienen hijos pequeños. Ellos esperan que sus padres les presten atención y en estas fechas pueden recibirla más que nunca. Hacer planes conjuntos será el mejor modo de disfrutar las vacaciones, ocasión también para que se transmitan los valores familiares en un ambiente tranquilo y festivo.

+ Jaume Pujol Bacells
arzobispo de Tarragona

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El recuerdo de los necesitados

Este
es un tiempo propicio para acrecentar la amistad, la oración, el disfrute agradecido de los bienes naturales y culturales, el conocimiento de personas y ambientes distintos a los habituales, la reflexión, la participación en la alegría
y la fiesta sana… Todo
contribuye al verdadero
descanso, que no consiste sólo en la compensación de la dureza de la vida cotidiana, sino en recuperar la paz y el equilibrio, que permiten vivirla con más ánimo y esperanza. Que no falte, dentro de esta vivencia espiritual, el recuerdo de los más necesitados, de quienes no pueden disfrutar de vacaciones por falta de recursos, de quienes están en el paro o, en general, están sufriendo las estrecheces propias de la crisis económica.

+ Agustí Cortés Soriano
obispo de Sant Feliu de Llobregat

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Recuperar el ardor apostólico

El Señor invita a sus discípulos a descansar, a reponer fuerzas en su compañía y dejarse cuidar por Él para no desfallecer. Si pretendiéramos servirle sin dejar que Él nos cuidara, acabaríamos exhaustos. Pero, por otra parte, Jesús aparta un momento a los apóstoles de la actividad para mostrarles una misión más grande. Casi de inmediato, Jesús se pone a enseñar con calma a una multitud inmensa. El amor que Jesús siente por sus discípulos, cansados del viaje apostó-lico, y el que le lleva a compadecerse de la multitud que anda desorientada es el mismo. Estar con el Señor nos ofrece lo necesario para reponer nuestras fuerzas, para salir del agobio, para recuperar el ardor apostólico; pero también en Él aprendemos a descubrir las necesidades de nuestro prójimo y a ponernos a su servicio con generosidad; el amor de Cristo es un amor que nos sostiene y nos impulsa. Un verdadero descanso nos lleva a afrontar la misión con mayor entrega; pero también nos hace presente el anhelo de Jesús de llegar a todos los hombres y de difundir su amor.

+ Casimiro López Llorente
obispo de Segorbe-Castellón