La vida sí es un problema político - Alfa y Omega

El PP se presentó a las elecciones de 2011 con un programa electoral en el que se leía lo siguiente: «La maternidad debe estar protegida y apoyada. Promoveremos una ley de protección de la maternidad con medidas de apoyo a las mujeres embarazadas, especialmente a las que se encuentran en situaciones de dificultad. Impulsaremos redes de apoyo a la maternidad. Cambiaremos el modelo de la actual regulación sobre el aborto para reforzar la protección del derecho a la vida, así como de las menores».

De todos es conocida la trayectoria del Gobierno hasta llegar al pasado 16 de julio, día en el que el Congreso aprobó la reforma de la ley del aborto. Una trayectoria que no puede analizarse al margen de la seguida cinco años antes cuando el Gobierno de Rodríguez Zapatero decidió reformar la legislación vigente desde 1985. Recordemos que el PP secundó entonces las manifestaciones que se organizaron contra la reforma de Zapatero y llegó a presentar un recurso ante el Tribunal Constitucional. Se esperaba, por lo tanto, que una vez en el Gobierno, el PP daría marcha atrás y cambiaría, según leemos en su programa, el modelo de regulación en materia de aborto. Está claro que no ha sido así en una cuestión que, a diferencia de otras, no está sujeta a las contingencias económicas del momento.

Confieso desconocer las razones que han llevado al Ejecutivo a quedarse en una mini reforma, aunque no creo que sea aventurado sugerir que el Gobierno de Mariano Rajoy ha optado por ser receptivo a las demandas de un sector no cuantificado de la sociedad española, entre los que hay votantes del PP, que es reacio a aceptar la vuelta atrás en materia de aborto.

No nos engañemos. El tema del aborto es transversal y no sólo afecta a los votantes y cargos electos del PP, sino a los de buena parte de los partidos políticos españoles. Esa es la cuestión. Esa, y que una parte nada desdeñable de la sociedad española sigue pensando que este no es un asunto político, sino personal. En materia de aborto tendríamos que abrir de una vez la perspectiva y evitar el reduccionismo. Esto supone aceptar varias cosas. Por ejemplo: que el PP ha sufrido una evolución doctrinal interna; que la defensa del derecho a la vida del no nacido no es privativa de la derecha, ni de los católicos; y que ni el PP, ni ningún otro partido –¡gracias a Dios!–, lo es de los católicos.

No pretendo con estas consideraciones salvar al Gobierno de Rajoy. Más bien me preocupa que quienes afirmamos con rotundidad que la vida, toda vida y todas las vidas están marcadas por el sello de la dignidad, limitemos la batalla al PP. El desafío debe lanzarse, sin excepciones, a todas las fuerzas políticas y a la sociedad en su conjunto. No es esta una cuestión de derechas o de izquierdas, de católicos o no católicos. Si de verdad creemos que se trata de una cuestión de derechos humanos, la inteligencia exige desafiar al Gobierno, sea el que sea, desde esta perspectiva. O la movilización es urbi et orbe, o seguiremos embarrados.