La opinión en las redes sociales - Alfa y Omega

La opinión en las redes sociales

Javier Alonso Sandoica

La promesa de una democratización mágica por el uso de las redes sociales es una filfa. Acepto que tienes a tiro de click a todo el mundo. Mi caso: estaba leyendo un libro sobre Nadia Comaneci, la famosa gimnasta rumana que pulverizó todos los récords en su disciplina durante las olimpiadas de Montreal. Me puse en contacto con la autora francesa de la biografía, vía Twitter, y me respondió con más celeridad que Germaine respondía a las cartas incendiarias de su novio, Jorge Guillén.

Que hay un plus velocidad, nadie lo pone en duda. Pero que exista un silencio suficiente para generar un diálogo, me escama, ya que nos hemos puesto muy estupendos con la creación de una opinión publica a través de las redes sociales. Hay algo en ellas que no invita a la reflexión, sólo a la movilización.

Contamos con muchos ejemplos: fueron protagonistas durante la primavera árabe (que se contentó en poner al pueblo en ebullición). El periodista Juan Rodríguez, del diario El Mercurio, dice que las protestas estudiantiles del 2015 en Chile también tuvieron aquí su agitación, y añade: «¿Podría repudiarse públicamente a Donald Trump por su racismo de no ser por YouTube?».

Acerquémonos a un asunto que nos tiene conmocionados: ¿se puede arrancar un debate sosegado sobre los vientres de alquiler desde las nuevas plataformas virtuales? No han aparecido, hasta la fecha, areópagos virtuales donde se encuentren las distintas posturas para entrar al meollo del diálogo. Hay páginas que ofrecen servicios de subrogación de la maternidad (ojo al palabro, como si el vientre de la madre alquilada fuera un campo de fútbol neutral, un túnel aséptico, como si el nasciturus no se alimentara cada segundo de la subrogada y no se nutriera de ella). Pero nada, aquí hay publicidad, descalificación, frentes, pero no debate reposado. No se forman voluntades colectivas influyentes, he de añadir. Twitter intercambia afirmaciones poco matizadas que están exigiendo del lector una sesuda investigación, si no quiere llenar su personal cabecera informativa de una ensalada diaria de titulares.

Quizá este vértigo de información favorezca al político de turno, que sólo busca concertar eventos, propiciar la participación social y jugársela en la adscripción de seguidores. Desde que Edward Snowden destapó la trama de pinchazos telefónicos a empresarios y políticos en el mundo, sabemos de la manipulación a la que estas redes se prestan. Ojo, que a veces nos vienen alegrías sin fuste.