La esclavitud de la dote - Alfa y Omega

La esclavitud de la dote

India es uno de los países con más esclavos del mundo. Las peor paradas son las mujeres y las niñas, forzadas a prostituirse o vendidas por sus familias a maridos que las maltratarán durante toda su vida si no traen una cuantiosa dote bajo el brazo. El arzobispo del estado de Orissa, monseñor John Barwa, vivió de cerca la violación de su sobrina. «Las mujeres aquí son ciudadanas de segunda», reconoce durante su vista a la sede de Manos Unidas en Madrid

Alicia Gómez-Monedero
Una mujer cosiendo en el arcén de una carretera en la India

En el mundo existen 35,8 millones de esclavos, según el último informe de la Walk Free Foundation, organización australiana líder en el análisis de las esclavitudes modernas. India es el quinto país del mundo con más población esclava. De los 14 millones de esclavos que hay en el país, la mayoría son mujeres y niñas que se ven obligadas a prostituirse para sacar de la pobreza a sus familias, o que son captadas por redes de traficantes.

Otras son vendidas por su propia familia. En India, las futuras esposas llevan consigo una dote que paga la familia de la chica para poder casarla con un buen marido. Si no hay dote –suele ocurrir cuando las mujeres pertenecen a la casta de los dalits, los intocables–, el esposo y su familia maltratan a la mujer y la utilizan como esclava.

Esto ocurre porque allí «las mujeres son consideradas ciudadanas de segunda, de clase baja, tanto en la sociedad como en la familia», advierte monseñor John Barwa, arzobispo de Cuttack-Bhudameswar, en el estado de Orissa –Odisha desde 2011– en entrevista con Alfa y Omega. Barwa visitó la semana pasada, en Madrid, la sede de Manos Unidas, organización de la Iglesia católica que apoya varios de los proyectos puestos en marcha en su diócesis.

Por experiencia propia

Monseñor Barwa conoce, por experiencia propia, el sufrimiento al que están sometidas las mujeres en su país. Durante las matanzas de cristianos que tuvieron lugar en el estado de Orissa entre 2007 y 2008, su sobrina Meena fue brutalmente violada. La mujer, lejos de guardar rencor y pedir venganza, perdonó a sus agresores. No sólo eso. Su sufrimiento se transformó en deseo de ayuda a otras mujeres que «han pasado por traumas parecidos al suyo. Por eso, se ha especializado en Psicología y quiere estudiar Derecho», cuenta su tío, orgulloso, quien reconoce que al enterarse de lo ocurrido «sentí rabia, impotencia y tristeza. Sin embargo, Dios ha sido bueno».

Esta rabia, al igual que la de su sobrina, se ha transformado en deseo de mejorar la vida de las mujeres de su diócesis. Por eso se está desarrollando un programa de prevención y rehabilitación contra el tráfico de mujeres en el que participa Manos Unidas. El objetivo es rehabilitar a 1.300 jóvenes que fueron captadas por las mafias después de 2007. Este proyecto ofrece apoyo psicológico y casas de acogida, además de acompañamiento durante la vuelta a casa, y la oportunidad de formarse para que puedan iniciar actividades generadoras de ingresos.

«Todos somos iguales»

Para el arzobispo, es fundamental que la ayuda que preste la Iglesia pase por el camino de la igualdad. «Tratamos de que, tanto niños como niñas, se eduquen en la misma clase y crezcan viendo que juntos son fuertes y complementarios», señala. Para eso, Manos Unidas trabaja en la ampliación de una escuela de primaria en Kandhamal porque «los niños deben aprender que todos somos iguales. Necesitan entenderlo, asimilarlo y promoverlo», dice Barwa.

Este trabajo de concienciación hay que inculcarlo desde la infancia, y tiene fruto. Lo asegura el arzobispo, que sostiene que algo está cambiando en India. «El empoderamiento de las mujeres está teniendo lugar gradualmente. Cada vez, van demandando más los mismos derechos que los hombres». Concluye el arzobispo pidiendo a los españoles que, además de todo el apoyo para poner en marcha estos proyectos, lo que más necesitan «es que nos ayudéis con vuestra oración».