Ante el «escándalo de la división», unidad anglo-católica contra la trata de personas - Alfa y Omega

Ante el «escándalo de la división», unidad anglo-católica contra la trata de personas

El camino de la unidad entre católicos y anglicanos ha encontrado una nueva senda: la del trabajo conjunto contra el tráfico de seres humanos y las nuevas formas de esclavitud. Así lo explicó el Santo Padre tras reunirse en Roma con el arzobispo de Canterbury, líder espiritual de la confesión anglicana, Justin Welby. Algo que no sólo no sustituye, sino que enriquece, los trabajos teológicos y doctrinales en busca de la unidad, pues, como explicó el Papa «no podemos fingir que nuestra división no es un escándalo, un obstáculo al anuncio del Evangelio de la salvación al mundo»

José Antonio Méndez

«El objetivo de la unidad plena puede parecer lejano, pero es siempre la meta hacia la que deberíamos dirigir todos nuestros pasos»: así lo dijo el Papa Francisco cuando recibió, el pasado lunes, al arzobispo de Canterbury y Primado de la Iglesia Anglicana, Justin Welby. «No podemos fingir que nuestra división no es un escándalo, un obstáculo al anuncio del Evangelio de la salvación al mundo», reconoció el Pontífice. Y aunque destacó que «no es raro que nuestra vista se ofusque con el peso que acarrea la historia de nuestras divisiones», también recordó que «el Espíritu Santo nos da fuerzas para no desalentarnos y nos invita a confiar plenamente en su acción potente».

Durante su audiencia privada, el obispo de Roma y el Primado anglicano hablaron, en particular, de los esfuerzos conjuntos en la lucha contra el tráfico de personas, pues el trabajo conjunto en la defensa de los más débiles y necesitados es también una importante vía ecuménica hacia la unidad. «Como discípulos enviados a sanar un mundo herido, doy gracias a Dios por que nos ha hecho capaces de hacer un frente común contra esta plaga gravísima, con perseverancia y determinación», dijo el Papa Francisco.

Deudores de grandes santos

Además, en presencia del principal líder espiritual de la confesión anglicana, el santo Padre explicó que católicos y anglicanos «somos deudores de grandes santos, maestros y comunidades que nos han transmitido la fe en el curso de los siglos y que atestiguan nuestras raíces comunes». No obstante, hasta que llegue esa ansiada unidad plena, «debemos caminar juntos», afirmó el Pontífice.

Asimismo, evocando un pasaje del Evangelio, el Pontífice manifestó que «también a nosotros el Señor parece preguntarnos: ¿De que discutíais durante el camino?. Cuando Jesús planteó esa pregunta, sus discípulos se callaron porque se avergonzaban, ya que estaban hablando de quien sería el más grande entre ellos. Nosotros también estamos confusos por la distancia que hay entre la llamada del Señor y nuestra pobre respuesta. Ante su mirada misericordiosa no podemos fingir que nuestra división no sea un escándalo, un obstáculo al anuncio del Evangelio de la salvación al mundo. No es raro que nuestra vista se ofusque con el peso que acarrea la historia de nuestras divisiones y nuestra voluntad no siempre está libre de esa ambición humana que, a veces, acompaña nuestro deseo de anunciar el Evangelio según el mandamiento del Señor».

Esfuerzos de unidad

Como ejemplo de estos esfuerzos por la unidad, el Santo Padre recordó que, en su visita a Roma, el arzobispo de Canterbury celebró las vísperas en la iglesia de San Gregorio en el Celio, desde la que el Papa san Gregorio Magno envió al monje Agustín y a sus compañeros a evangelizar a los pueblos de Inglaterra, «dando origen a una historia de fe y de santidad de la que se habrían beneficiado muchas otras gentes europeas. Un camino glorioso que ha dejado una huella profunda en las instituciones y tradiciones eclesiales que compartimos y que constituyen un sólido fundamento para nuestra fraternidad». Sobre bases como esas, y con el apoyo de la Comisión internacional anglicano-católica y la Comisión internacional para la unidad y la misión, se pueden examinar con espíritu constructivo «los viejos y nuevos retos del compromiso ecuménico», añadió el Papa.

Contra el horror del tráfico humano

La lucha contra la plaga del tráfico de seres humanos y las formas modernas de esclavitud es otro punto de unión entre católicos y anglicanos. De hecho, tanto el Pontífice como el arzobispo Welby, calificaron como un «horror» estas prácticas inhumanas.

«En este vasto campo de acción, que se presenta en toda su urgencia, se han puesto en marcha actividades de cooperación muy significativas, ya sea en ámbito ecuménico o con las autoridades civiles y las organizaciones internacionales», subrayó el Papa, que citó en particular la red de acción contra la trata de mujeres creada por numerosos institutos religiosos femeninos. «Nos comprometemos a perseverar en la lucha a las nuevas formas de esclavitud y confiamos en contribuir a ayudar a las víctimas y a contrastar este trágico comercio», concluyó el Santo Padre.