Clown Quijote de la Mancha: en un lugar del teatro... - Alfa y Omega

… de cuyo nombre no quiero acordarme (aunque el apuntador me lo recuerde cada dos por tres), no ha mucho tiempo que vivía, entre bambalinas, un hidalgo de los de narizota roja, lanza en astillero, adarga de plástico, rocín flaco como desvencijada escalera y galgo corredor.

Es, pues, de saber, que este sobredicho hidalgo, acompañado de otros cinco personajes en busca de autor, están en el Teatro Fígaro haciendo el payaso (no cabe mayor halago) e interpretando Clown Quijote de la Mancha, una adaptación para niños de la novela de Cervantes.

El payaso mayor, que en la obra es director y Quijote a la vez, los ratos que estaba ocioso, que a decir bien eran los más del año, se daba a leer libros de caballería con tanta afición y gusto que perdió la cabeza. No hay mal que por bien no venga, porque como buen amo de la razón enflaquecida, se da a la aventura con su fiel escudero Sancho Panza y se arroja en los brazos del patio de butacas para preguntar a los niños y escarnecer a los mayores: ¿qué significa «cuerdo»?, ¿qué es una «adarga»?, ¿qué es un rocín? —nos gritan desafiando las bases de nuestro sistema educativo—. Así, entre duelos y quebrantos, ama, sobrina, barbero y cura, la función se construye con los mimbres del metateatro. Teatro dentro del teatro; teatro dentro de un libro; libro dentro de la historia universal del arte.

Todo es una broma de buen gusto, por eso hay que tomársela en serio. Con escasos ingredientes como una olla de algo más vaca que carnero, unas narices, algún palomino de añadidura, unas almohadas y unas escaleras de diferentes tamaños, el plato es suculento. Hábilmente cocinado por Olga Margallo en la dirección, el texto goza haciéndole requiebros a Cervantes, siempre fiel en espíritu y letra.

Los niños entenderán los secretos del teatro. Sabrán lo que es un elenco y un reparto, un rocín y un rucio. Echarán a volar la imaginación hasta que se la lleve el viento o quede enganchada para siempre en los molinos: esos desaforados gigantes contra los que todos, alguna que otra vez, hemos hecho batalla.

Los padres disfrutaremos de tanta sembradura, de tan cuidado texto, de tanta creatividad que viene a socorrer un lánguido presupuesto. Recitaremos, cantaremos –ora juglares, ora danzones de salsa– y tal vez salgamos con la nariz colorada, el alma henchida y la intención (ahora sí) de leer al Don Quijote que tanto se nos resiste.

Claro que es mejor llevárselo leído al teatro, se disfruta más. De hecho, en este clown los más pequeños corren el riesgo de perderse por las llanuras de La Mancha. Si ustedes se lo llevan leído, les podrán contar a sus hijos quiénes son de verdad el cuerdo y el loco, qué son los libros de caballerías, quién es Clavileño, o participar con ahínco a la hora de imitar truenos y relámpagos, y llevarles de la mano hasta el Toboso, donde siempre espera Dulcinea.

A mí, como al cura, bien me parece esta novela, pero no me puedo persuadir que esto sea verdad, así que configúrense el juicio ustedes mismos. Háganse niños y lleven a sus hijos. Póngase la nariz roja que empieza el circo. No se lo pierdan, que a pesar de las apariencias, Don Quijote nunca muere. Hay estanterías, ebooks o rincones del teatro donde vive para siempre.

Clown Quijote de la Mancha

★★★★☆

Teatro:

Teatro Fígaro

Dirección:

Calle Doctor Cortezo, 5

Metro:

Tirso de Molina

ESPECTÁCULO FINALIZADO