«Deuda social» con la familia - Alfa y Omega

Al inicio de su viaje apostólico por tierras latinoamericanas, el Papa Francisco celebró una multitudinaria Misa en Guayaquil (Ecuador), en la que invitó a reflexionar sobre la gran «riqueza social» de la familia. En primer lugar recordó la suya: «Me acuerdo de que una vez a mi mamá le preguntaron a cuál de sus cinco hijos –nosotros somos cinco hermanos–, quería más. Y ella dijo: Como los dedos, si me pinchan este, me duele lo mismo que si me pinchan este. Una madre quiere a sus hijos como son y en una familia los hermanos se quieren como son, nadie es descartado».

Luego fue directo: «La familia es el hospital más cercano (…), la familia es la primera escuela para los niños, es el grupo de referencia imprescindible para los jóvenes, es el mejor asilo para los ancianos». Lo sabe bien cada madre, cada vez más cada padre, cada hermana/o, cada abuela o abuelo, los tíos…

«La familia –sintetizó Francisco– constituye la gran riqueza social, que otras instituciones no pueden sustituir, que debe ser ayudada y potenciada, para no perder nunca el justo sentido de los servicios que la sociedad presta a sus ciudadanos».

Me parecía escuchar a Benedicto XVI cuando hablaba en Valencia de la familia como «escuela de humanización del hombre» (2006). O a san Juan Pablo II cuando señalaba con rotundidad: «El futuro de la Iglesia y de la humanidad nace y crece en la familia».

«Nace y crece en la familia», no sólo en su dimensión de socialización –adaptación a un grupo y su entorno–, sino de solidaridad –aportación a una comunidad de personas–, precisaron hace tiempo los profesores Rodríguez, Altarejos y Bernal. La misma ONU reconoció el año pasado que «todo gasto que se realice en políticas familiares será a la larga una inversión» (Renata Kaczmarska). La familia, no hay que olvidarlo, es anterior al Estado, a cualquier ideología.

Hace años, un conocido político español me apuntaba: «¿Te imaginas el mayor gasto en educación, sanidad, pensiones, etc., si no hubiera en España tantas familias educando a sus hijos?».

Francisco fue más allá en Guayaquil: «En efecto, estos servicios que la sociedad presta a sus ciudadanos, no son una forma de limosna, sino una verdadera deuda social respecto a la institución familiar, que es la base, y la que tanto aporta al bien común de todos».

Sin embargo, no sólo no se cuantifica esa deuda, sino que la institución familiar sufre una voladura controlada. «Desde 2005 (…) se ha producido una acelerada destrucción de la familia en España», con el resultado de menos matrimonios y más rupturas matrimoniales, sintetiza el Foro Español de la Familia, que impulsó el multitudinario 18-J ese mismo año.

Hace falta una tarea de fortalecimiento y reconstrucción. Su solidaridad en la crisis está siendo innegable. Pero hay más temas: dos cotizantes (2,29) por cada pensionista, políticas familiares… Tantos retos.

Rafael Miner