Cálido viento del norte - Alfa y Omega

«Mi mundo era el de tantos: sexo, drogas y rock and roll –me contaba un cantante de rap finlandés–, hasta que un día, porque Él quiso, le encontré». Durante los últimos años me he entrevistado con medio centenar de personalidades relevantes del mundo nórdico, en el ámbito de la cultura, del arte, de la religión o el rap, como mi amigo finlandés. En El Baile tras la tormenta (Rialp) reuní veinte de esas historias, contadas en primera persona por hombres y mujeres de Lituania, Letonia y Estonia que se atrevieron a rebelarse contra la ideología dominante. A varios de ellos su disidencia les costó años de destierro en Siberia. Alfa y Omega recogió en el mes de noviembre parte de lo que me contó Sigitas Tamkevicius, obispo de Kaunas, sobre su estancia en una cárcel de la KGB.

En el futuro libro, titulado Cálido viento del norte, relatos de disidentes de Escandinavia, Finlandia e Islandia, ofrezco los treinta relatos restantes. Se advierte en todos un fuerte anhelo por la unidad de los cristianos y un gran respeto por el trabajo evangelizador de los miembros de otras confesiones; y de forma singular –sean católicos o no– por las enseñanzas de los Papas.

«El Espíritu Santo –me contaba Ole Dam, un pedagogo católico de 80 años, refiriéndose a su familia– nos ha ido guiando en los tiempos difíciles que nos ha tocado vivir en Dinamarca desde los años sesenta. La crisis de las familias ha llevado al olvido de Dios. Lo que decía el beato Pablo VI en la Humanae vitae era profético. El Papa pensaba en los jóvenes actuales, que han sufrido las consecuencias. Son hijos de aquella generación que no quiso escuchar…».

Un alto número de los que se convierten al cristianismo en Escandinavia y Finlandia son intelectuales y artistas; es decir, «personas que reflexionan y se preguntan por el sentido de la existencia, sin conformarse con respuestas materialistas y superficiales», me comentaba el filósofo finlandés Marko Tervaportti. «Yo no entendía el sentido del dolor –me decía Elisabeth, una médico conversa, que está fundando un monasterio ortodoxo en Helsinki– hasta que descubrí la respuesta en la Cruz de Cristo».

La figura de Sigrid Undset, premio Nobel de Literatura, pone de manifiesto la atracción por las enseñanzas de Jesucristo que experimentan tantos intelectuales nórdicos. «Gracias a Dios –me comentaba en Estocolmo Ander Arborelius, obispo de Suecia, primer carmelita descalzo sueco de la Historia y primer obispo sueco desde la Reforma– cada año hay en torno a un centenar de personas, entre ellos algunos pastores luteranos, que entran a formar parte de la Iglesia católica. Existe un alto número de suecos que se sienten próximos al catolicismo: leen libros de espiritualidad católica, rezan, acuden a la Iglesia… pero no se atreven a dar el salto».

«Mis amigos se sorprenden al verme tan optimista –me comentaba en Tornio (Laponia) el pastor luterano Juhani Holma– y yo les respondo que soy optimista porque soy cristiano. Por decirlo en el argot deportivo: soy optimista porque formo parte del equipo ganador. Los cristianos no tenemos más remedio que ser optimistas: Dios juega con nosotros en los dos sentidos de la expresión. Además, cuando uno reza, se vuelve optimista. El pesimismo suele ser fruto de la falta de oración».

José Miguel Cejas