Cardenal Sistach: «Necesitamos laicos que se comprometan en la política» - Alfa y Omega

Cardenal Sistach: «Necesitamos laicos que se comprometan en la política»

Dice el cardenal Sistach, arzobispo de una gran urbe europea como Barcelona, que la Iglesia aplica «criterios rurales» cuando evangeliza en la ciudad. De ello habló con el cardenal Bergoglio antes de que fuese elegido Papa y, ya con Francisco como Pontífice, decidió convocar un Congreso Internacional para abordar La pastoral de las grandes ciudades, que se celebró en 2014. Ahora publica, en PPC, las conclusiones. Porque «aunque parece que en la ciudad cada uno va a lo suyo, hay mucha sed de Dios»

José Antonio Méndez

Presenta usted un libro sobre cómo hacer presente a Dios en las grandes ciudades, como Madrid o Barcelona. Un tema de lo más apropiado para este momento…
No quiero hacer propaganda, pero lo digo sinceramente: este libro, para los pastores, los párrocos, los agentes de pastoral laicos, los religiosos y religiosas, los que trabajan en parroquias o arciprestazgos… tendría que ser un libro de referencia. Sobre todo, deberían dejarse interpelar por el documento síntesis del Congreso y pensar: ¿Qué tenemos que cambiar? No da fórmulas concretas, pero ayuda a encontrarlas en cada caso.

Dice en la presentación que, a veces, en las grandes ciudades la Iglesia emplea «métodos pastorales con criterios rurales». ¿Cuáles son los problemas que se encuentra la Iglesia para anunciar el Evangelio a quienes viven en las grandes urbes?
Una gran dificultad es la interculturalidad. Esto puede ser una ventaja, pero hoy por hoy es una gran dificultad: hay distintas culturas, no una sola, y eso crea problemas. En segundo lugar está el individualismo. En las grandes ciudades la gente va a lo suyo y hay poca relación entre unos y otros. Por otra parte, hay graves problemas económicos y sociales, que hacen que la gente esté muy preocupada por cosas materiales –legítimamente– y no tenga mucho tiempo para pensar en cosas de trascendencia. Todo esto crea una dificultad para acercarse a las personas y para que ellas mismas tengan una capacidad de recepción adecuada; es decir, para que descubran a la Iglesia no como una institución que va a pedirles o a quitarles algo, sino que va a ofrecerse generosamente. De todas formas, hoy hay un gran deseo de buscar sentido a la vida.

¿Incluso en las grandes ciudades, que están tan secularizadas?
El ambiente o algunos medios de comunicación pueden ser secularistas, pero la persona no. Del interior del hombre siempre surge, en un momento u otro de la vida, el sentido de trascendencia. El hombre y la mujer no son secularistas, sino trascendentalistas. En las ciudades, aunque parece que cada uno va a lo suyo, hay mucha sed de Dios.

Tras escuchar en el Congreso el análisis de sociólogos, filósofos, antropólogos, arzobispos…, ¿cuál es el diagnóstico? ¿Qué hace mal la Iglesia en la evangelización de las grandes ciudades y qué tiene que cambiar?
Hace usted preguntas muy interesantes, pero si yo tuviera la respuesta, estaría ya el Congreso aplicado y en Barcelona tendríamos una pastoral perfecta…

Aunque las conclusiones del Congreso aún no se hayan aplicado plenamente, ¿por dónde tienen que ir los proyectos de futuro?
Pienso mucho en lo que dice el Papa en la Evangelii gaudium, porque ahí marca el programa a toda la Iglesia. De hecho, el background del Congreso, tanto de los expertos como de los pastores, fue la referencia a Francisco y a la Evangelii gaudium, porque es la que nos habla de la misión. Una misión que debe hacerse por contagio y no por imposición, con testimonios de vida. La pastoral de las grandes ciudades debe consistir, sobre todo, en acercarse y acoger a las personas; una pastoral de la acogida, de la misericordia, de la comprensión…, es decir, la dimensión samaritana de la Iglesia. Creo que tenemos que ir por ahí. A veces hablamos del lenguaje que usa la Iglesia como de un problema, pero hay un lenguaje que entiende todo el mundo: el lenguaje del amor. Teresa de Calcuta no creo que hablara muchas lenguas, pero hablaba una que todo el mundo entendía: estar al lado de los pobres y ayudarlos, quererlos, abrazarlos con autenticidad. Esto lo entiende todo el mundo, lo desea todo el mundo, lo espera todo el mundo, lo busca todo el mundo. La Iglesia tiene un mensaje actualísimo, porque responde a la antropología auténtica de la persona.

Otro de los problemas de la ciudad es que la vida tiende a leerse desde una clave política o económica. ¿Qué relación debe mantener la Iglesia con la economía y con los políticos?
Lo primero que tiene que hacer la Iglesia es suscitar vocaciones políticas entre los cristianos, porque es un gran déficit que tenemos en España y en el mundo. Necesitamos laicos que se comprometan en la política. La Christi fideles laici, una exhortación apostólica después de un Sínodo sobre los laicos, de 1988, dice algo que es todavía una cuestión pendiente: los cristianos laicos están demasiado encerrados en la Iglesia y poco presentes en el mundo. La Iglesia tiene que animar a los laicos y a las laicas a que se comprometan y estén presentes como tales en el mundo: en la política, en la economía, en la cultura… ¡Falta esto! Están, sí, pero ¿cómo cristianos? Quizás no sea fácil, pero hay que estar en las realidades temporales, y estar como cristianos, porque es donde se ventilan las cosas, donde se construye la sociedad, se busca el bien común y se elabora la justicia. Esa es la misión específica de los laicos, y es una asignatura pendiente. Si consiguiéramos esto, ya se arreglarían muchas cosas.

¿Cómo debe comportarse la Iglesia en ciudades como Madrid y Barcelona con los nuevos equipos de gobierno municipal?
La Iglesia y el Estado son dos realidades distintas, autónomas, independientes, pero tanto la Iglesia como la Administración estamos al servicio de las mismas personas, y por tanto debe haber una cooperación. El Concilio Vaticano II habla de una sana colaboración, y esto también está en el artículo 16 de la Constitución Española, que establece que el Estado mantendrá una relación de colaboración con la Iglesia católica y con las confesiones religiosas.

Con estas nuevas formaciones, hay puntos en común, principalmente en política social, pero también notables diferencias en cuestiones como la libertad religiosa, la libertad educativa de las familias…
Hoy, en España, la Iglesia tiene que colaborar con todas las instituciones que buscan el bien común, también con los políticos. Siempre desde su propia identidad, y con una colaboración que a veces será crítica, pero crítica constructiva. Colaborar no es decir sí a todo. A veces tenemos que decir: Esto no está bien, y lo decimos porque queremos lo mejor para las personas y para la sociedad. La Iglesia no busca ningún privilegio, sino que sirve. Esta debe de ser la actitud de los cristianos siempre: colaborar, desde la propia identidad, y con una actuación leal que si en algunas ocasiones debe de ser crítica, tiene que ser de crítica constructiva, no destructiva.

Usted ha presentado, por cuestión de edad, la renuncia a la archidiócesis. Pongámonos dentro de cinco años, e imagine que ya es arzobispo emérito de Barcelona. ¿Qué actividad pastoral desearía encontrar al contemplar la que hoy es su archidiócesis, y qué características debería tener su sucesor como pastor de una gran ciudad como Barcelona?
En todas las ciudades del mundo, yo desearía encontrar una pastoral en la que la Iglesia sea servidora de las personas, servidora de la sociedad. Abierta a todos, que ayude a todos, que acoja a todos con espíritu maternal, con comprensión, con compasión, curando las muchas heridas y dolores que existen, comprendiendo, acompañando a quienes sufren. Esta es la misión de la Iglesia para ir acompañando a cada persona hasta tener un encuentro personal con Jesús, que es lo más importante. El Papa dice en Evangelii gaudium que lamenta que a veces los pobres no sean evangelizados; que ayudamos materialmente a los necesitados, pero olvidamos que también tienen espíritu y alma, y por tanto tienen necesidad de ser, como todos, evangelizados. Yo siempre hablo de las obras de misericordia de la Iglesia, que son corporales y espirituales, y que resumen lo que dice Jesús cuando sufre las tentaciones en el desierto: No sólo de pan se alimenta el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios. Pan y Palabra.

Según las encuestas, la realidad social de Cataluña está cada vez más fragmentada política, ideológica y socialmente. ¿Qué cualidades cree que debe de tener un arzobispo de Barcelona en un momento como este? ¿Es necesario que sea catalán, nacionalista, o no necesariamente ni catalán ni nacionalista?
Prefiero no entrar en estas cuestiones de la sucesión de la diócesis, porque la renuncia ya está presentada y no hacemos bien en dejarnos enredar en estos temas. Una diócesis es como un gran tren en marcha: la vida de la diócesis se basa en hacer presente a Jesucristo y no puede detenerse porque haya un cambio de obispo. El obispo es el maquinista, que no debe detener el tren para subirse él, sino que tiene que subirse en marcha para continuar la evangelización. Sea el obispo que sea, y sea como sea el obispo, lo importante es que se continúe con la vida de la diócesis sin distracciones. Lo único que importa es que no se interrumpa el anuncio del Evangelio.

Hay personas alejadas de Dios que aceptan la actividad caritativa de la Iglesia, pero rechazan el anuncio del Evangelio y las orientaciones morales del Magisterio. ¿Cómo puede la Iglesia salvar ese escollo?
Decían los sociólogos en el Congreso que de la Iglesia se valora el aspecto social. Pero hay peligro de convertirla en una ONG. Por eso se debe potenciar el aspecto espiritual y el aspecto moral. La Iglesia debe ser una realidad que ilumine a las personas y a la sociedad en la espiritualidad, la moralidad y la ética. Creo que nos faltan místicos; hombres y mujeres de Dios, que hablen de Dios con autenticidad. Porque hay muchas personas que están buscando, también muchos jóvenes. Está la cuestión de la libertad: no te metas en la vida de los demás, no digas nada, respétalos. Pero no podemos callarnos. Hay que esperar el momento oportuno y ofrecernos con mucha libertad. Después está el aspecto moral, ético, que también es importante. Debemos ayudar a que los cristianos, las instituciones y todas las personas, seamos más éticos en nuestra conducta, que hagamos las cosas buscando el bien común, el bien de los demás. Esto se ve clarísimamente ahora, cuando todos estamos escandalizados por las corrupciones que hay. Este escándalo nos dice que la gente quiere pureza, actitudes limpias, éticas. No sólo en la economía, sino también en muchos otros ámbitos de la sociedad, falta un criterio ético.

Relaciones «cordiales» con los nuevos ayuntamientos

El arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro, acompañó al cardenal Sistach en la presentación de La pastoral de las grandes ciudades, que tuvo lugar en la Asociación de la Prensa de Madrid el pasado martes. Ante las preguntas de los periodistas, monseñor Osoro explicó que el encuentro que había mantenido el día anterior con la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, «fue muy cordial» y «abierto a colaborar para beneficiar a todos los madrileños». Y añadió: «La Iglesia no pide nada para sí, al contrario, se ofrece para servir». Por su parte, el cardenal Sistach aseguró que aún no se ha reunido con la nueva alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y ahondó en la idea planteada por Osoro al explicar que «la Iglesia sólo pide libertad para llevar a cabo su misión». Además –afirmó–, «habría que pensar qué sería de ciudades como Madrid y Barcelona sin la presencia de la Iglesia: sin Cáritas, sin sus hospitales, sin sus colegios, sin las parroquias…».