Ir a lo concreto - Alfa y Omega

Ir a lo concreto

Alfa y Omega

Desde el viaje de san Juan Pablo II a Polonia en 1979, la vuelta a casa de un Papa ofrece grandes alicientes. Permite oír al Pontífice expresarse en su propio idioma, explicarse de tú a tú ante los suyos, verle pisar los lugares que han forjado su personalidad y estilo pastoral… El viaje de Francisco a Ecuador, Bolivia y Paraguay entra dentro de esa categoría. A falta del esperado viaje papal a Argentina –previsto para 2016–, el extenuante periplo de Francisco por América Latina ha servido para condensar en unos cuantos discursos y gestos las esencias del Pontificado. Las visitas del Papa a la residencia de ancianos de las Misioneras de la Caridad en Quito, a la cárcel de Palmasola de Santa Cruz o al hospital pediátrico Niños de Acosta Ñu de Asunción constituyen un ejemplo insuperable de esa revolución de la ternura que, en palabras del filósofo y teólogo Francesc Torralba, es el «verdadero rostro» del Magisterio de Jorge Bergoglio. Hemos visto a «un Papa cercano», a «un pastor con un gran pueblo que lo escucha y lo entiende», dijo en su primer balance de jornada el padre Federico Lombardi, portavoz de la Santa Sede.

No le han faltado aplausos para el Papa, pero si ahí quedara todo, su viaje habría resultado un fracaso. Con tanto buen humor como agudeza, decía Francisco al término de su encuentro con representantes de la sociedad civil en Asunción: «Lo peor que les puede pasar a cada uno de ustedes cuando salgan de aquí es pensar: Qué bien lo que le dijo el Papa a fulano, a sultano, a aquel otro». Ese pensamiento «hay que rechazarlo. ¿El Papa a quién le dijo eso? A mí».

Francisco ha lanzado estos días mensajes contundentes. Hacia fuera, pidiendo una economía a medida de la dignidad del ser humano, pero también hacia adentro, por ejemplo, al dejar meridianamente claro que quiere una Iglesia de puertas abiertas, que «se involucre y acompañe» de forma activa las luchas por la justicia social, sin miedo a colaborar con quienes trabajan por la emancipación de los pobres, vengan de donde vengan. Y donde el Papa dice movimientos populares, se podría leer organizaciones ecologistas, grupos de derechos humanos, asociaciones vecinales, partidos políticos…

Ni siquiera ha tenido reparos el Papa en arriesgarse a ser acusado de connivencia con dos gobernantes de marcado sesgo ideológico radical, el ecuatoriano Rafael Correa y el boliviano Evo Morales. Francisco ha apelado ante ellos a valores compartidos como la promoción de los pueblos indígenas, pero al mismo tiempo ha dejado caer fuertes críticas de fondo, como la denuncia –a su llegada a Bolivia– del «paradigma tecnocrático y utilitarista de la máxima producción», en las que no hace falta mucha imaginación para ver reflejado el programa desarrollista boliviano, primo hermano de los que se han implantado en Brasil, Cuba, Nicaragua o Argentina. El Papa, es obvio, desea el progreso de los pueblos latinoamericanos, pero no a costa de hacer tabla rasa de su historia, valores y tradiciones. De ahí sus apelaciones continuas a la importancia de que los pueblos conserven su memoria.

En esa línea, el Papa ha lanzado una enmienda a la totalidad a las ideologías, que aunque al principio encandilen, siempre «terminan mal», según advirtió en Asunción. «Fíjense en el siglo pasado. ¿En qué terminaron las ideologías? En dictaduras, siempre, siempre».

La crítica a las ideologías políticas tiene su correlato en un estilo pastoral cercano a la gente. «La propuesta de Jesús es concreta, no es de idea», advirtió el Papa en el Parque del Bicentenario de Quito. «Es necesario ir a lo concreto», decía en la Pontificia Universidad Católica de Ecuador. «Una fe que no se hace solidaridad es una fe muerta, o una fe mentirosa», sentenciaba en el poblado chabolista de Bañado Norte, en Asunción: «Por más Misa de los domingos, si no tenés un corazón solidario, si no sabés lo que pasa en tu pueblo, tu fe es muy débil o es enferma o está muerta. Es una fe sin Cristo, es una fe sin Dios, es una fe sin hermanos».

Lo concreto, lo pequeño, lo cercano… Sin alambicadas retóricas ni complicaciones al alcance sólo de los iniciados. El Papa predica una fe de carne y hueso. ¿Qué son los santos? Personas que «amaron mucho, y lo demostraron en lo cotidiano hasta tocar la carne sufriente de Cristo en el pueblo», explicó en la catedral de Quito.

Se trata de desideologizar la fe. Esa es la gran reforma de Francisco: desde la comunión en torno a la concreción del Evangelio, lanzar a la Iglesia a la misión.