Monseñor Munilla: «La familia es el gran refugio de la libertad» - Alfa y Omega

Monseñor Munilla: «La familia es el gran refugio de la libertad»

«El capitalismo, igual que el marxismo, está en guerra con la familia. Desea que sus víctimas sean individuos, átomos, porque los manipula mucho más fácilmente». Lo denunció el obispo de San Sebastián, monseñor José Ignacio Munilla, durante el Encuentro diocesano de Familias de su diócesis. Por eso, «es muy importante mantener la familia intacta, porque es el gran refugio de la libertad en el mundo»

María Martínez López

El pasado 24 de mayo, el obispo de San Sebastián, monseñor José Ignacio Munilla, pronunció una conferencia sobre La familia, capital social, durante el Encuentro diocesano de familias de la diócesis.

Durante la primera parte de la conferencia, monseñor Munilla denunció que en el mundo actual «existe una nueva ideología, y debemos tener la capacidad identificarla, tener capacidad crítica, formarnos para tener juicio y saber responder» ante ella.

Se trata de la ideología de género, que se construye sobre «la desvinculación entre el amor», entendido como mero sentimiento y apetencia, y la verdad sobre el cuerpo y sobre el hombre y su vocación a la entrega. «Es una opción terrorífica. ¿Por qué optas, por la verdad o por el amor? Es una trampa mortal».

Otra característica de la sociedad actual es la dictadura del deseo, de lo inmediato. Los políticos se aprovechan de ello para alcanzar el poder. «Más que creer en un proyecto por el bien del hombre, encargas una encuesta» para ver qué le apetece a la gente, y dárselo.

«Una sociedad hipócrita que renuncia a educar»

Lo único importante es «que el sexo esté protegido de contagios y de embarazos no deseados. A partir de ahí, que cada uno haga lo que le dé la gana. A diferencia, gracias a Dios, de otros aspectos importantes de la convivencia en los que sí nos atrevemos a decir» lo que está bien y mal. «A la gente se le dice No corras con el coche, no sólo Ponte el cinturón». Nuestra sociedad, por tanto, es «una sociedad hipócrita, que en nombre de la libertad renuncia a educar en la madurez afectivo-sexual». Esta vivencia de la sexualidad fuera de la vocación al amor genera heridas afectivas, que hacen que «estas generaciones están creciendo ya con un corazón roto».

Monseñor Munilla explicó que la ideología de género es una reencarnación o metástasis del marxismo. Eso sí, con la diferencia de que «en las manifestaciones de principios de siglo XX, que reivindicaban la revolución de los obreros, estaba la gente humilde. Hoy, las manifestaciones de la gran ideología tienen mucho glamour, está el capitalismo ahí detrás. Hay un gran pacto, todos se adhieren a la ideología única».

Contra la familia, para manipular a la persona

Citando a Chesterton, el obispo subrayó que «el capitalismo, al igual que el marxismo, está en guerra con la familia. Desea que sus víctimas sean individuos, átomos, porque los manipula mucho más fácilmente». Por eso -añadió él- «es muy importante mantener la familia intacta, porque es el gran refugio de la libertad en el mundo. Al capitalismo le interesa que haya poco vínculo familiar. Porque a menos vínculo familiar, consumes mucho más. Entre hermanos, no necesitas mucho para jugar. Si estás solo, sí».

La familia es la respuesta a estos ataques contra la vinculación, contra la libertad, y contra las heridas que causa una afectividad mal vivida. «La familia -dijo en otro momento- es un gran vínculo, una gran alianza en la que el hombre aprende a tener otros vínculos. Si uno se ha insertado fuertemente en el vínculo de la familia, es una persona vinculada», aunque esto pueda dar lugar a problemas también por vínculos que necesitan sanación.

Lo que aporta la familia

Además, «en la familia hago la experiencia de que la familia funciona en la medida en que existe olvido de uno mismo. Es la experiencia más concreta de lo que dice Jesús: El que se olvida de sí mismo se encontrará. El que se busca a sí mismo se perderá. En la familia uno aprende a compartir. A mí siempre me ha enamorado del euskera que nunca hemos dicho mi padre en singular; se dice gure aita, nuestro padre. La familia nos ha enseñado a tener una preferencia por los más débiles. Y se suele decir que la altura moral de una sociedad se mide por cómo trata a los débiles. También creo que en la familia uno entiende el valor de la experiencia. Y, por último, la familia es una gran apertura a la trascendencia. Cuando una familia funciona, uno llega a decir Esto es demasiado grande para que haya nacido de nosotros sólo».

Por otro lado, «la familia es el único lugar donde se toma el amor en serio. Incluso, el único lugar donde se toma la verdad en serio». Por ello, «suele ser el único lugar donde se ejerce corrección fraterna».

Ya antes, el obispo había matizado que con esta defensa de la verdad de la familia natural «no estoy diciendo que nos creamos superiores a nadie. El don es de Dios. No nos consideramos poseedores de la verdad. En todo caso creemos en la verdad, y creemos que esa verdad quiere servirse de nosotros para transmitir la vida y que seamos instrumentos suyos para difundir el amor en el mundo».