El Papa recuerda, en el día del Corpus, que el único alimento que sacia es el del Señor - Alfa y Omega

El Papa recuerda, en el día del Corpus, que el único alimento que sacia es el del Señor

«Vivir la experiencia de la fe significa dejarse nutrir por el Señor», recordó el Papa a los fieles durante la celebración del Corpus Christi, en la plaza de San Juan de Letrán

Rosa Cuervas-Mons

«El Señor, tu Dios… te dio a comer el maná, ese alimento que ni tú ni tus padres conocían». Con estas palabras del Deuteronomio comenzó el Papa Francisco la homilía de la celebración del Corpus Christi, durante la que recordó la importancia de recuperar la memoria, de volver a lo esencial, a sentirnos totalmente dependientes de Dios. «Cuando la supervivencia fue confiada a su mano, para que el hombre comprendiera que no vive sólo de pan, sino… de todo lo que sale de la boca de Dios (Dt 8, 3)».

El hombre, explicó el Santo Padre, siente, además de hambre física, «un hambre que no puede ser saciada con el alimento ordinario. Es el hambre de vida, hambre de amor, hambre de eternidad».

En este sentido, el signo del maná era figura de un alimento que satisface ese hambre profunda porque, como recordó el Papa, «Jesús nos dona este alimento, es más, es Él mismo el pan vivo que da la vida al mundo (Cfr. Jn 6, 51). Su Cuerpo es el verdadero alimento bajo la especie del pan; su Sangre es la verdadera bebida bajo la especie del vino. (…) El Cuerpo de Cristo es el Pan de los últimos tiempos, capaz de dar vida, y vida eterna, porque la sustancia de este pan es Amor».

Este Amor, continuó el Papa, se comunica al hombre por medio de la Eucaristía y recuerda la disponibilidad permanente de Dios: «Un amor gratuito, siempre a disposición de toda persona hambrienta y necesitada de regenerar sus propias fuerzas. Vivir la experiencia de la fe significa dejarse nutrir por el Señor y construir la propia existencia no sus bienes materiales, sino sobre la realidad que no perece: los dones de Dios, su Palabra y su Cuerpo».

En este sentido, el Santo Padre alertó de otros alimentos, los mundanos, «que no vienen del Señor y que aparentemente satisfacen más». El dinero, el éxito y la vanidad, el poder y el orgullo… «Soñamos otras comidas, como los hebreos en el desierto, que añoraban la carne y las cebollas que comían en Egipto, pero olvidaban que aquellas comidas las comían en la mesa de la esclavitud. (…) Cada uno de nosotros, hoy puede preguntarse, ¿Y yo? ¿Dónde quiero comer? ¿En torno a qué mesa me quiero nutrir? ¿En la mesa del Señor? ¿O sueño con comer alimentos ricos, pero en la esclavitud? ¿Cuál es mi memoria? ¿Aquella del Señor que me salva? ¿O aquella del ajo y de las cebollas de la esclavitud? ¿Con qué memoria sacio yo mi alma?».

Por eso, el Papa anima a recuperar la memoria y aprender a reconocer el pan falso que «nos ilusiona y corrompe, porque es fruto del egoísmo, de la autosuficiencia y del pecado».