«Las preguntas no las tienen sólo los ateos» - Alfa y Omega

«Las preguntas no las tienen sólo los ateos»

Conversan un filósofo no creyente, Gabriel Albiac; un reputado teólogo, Javier Prades, y un histórico dirigente socialista cristiano, Francisco Vázquez… Modera Ernesto Sáenz de Burugaga. El debate Fe, razón y vida ha sido la gran novedad del XIV Congreso Católicos y vida pública, celebrado el pasado fin de semana en Madrid. Éste es un resumen:

Redacción

Gabriel Albiac: La propuesta de ustedes ha sido la de reflexionar sobre Fe, razón y vida. Por jugar con las cartas boca arriba, debo decir de que, de la primera, lo único que puedo decir es que no sé absolutamente nada. Y de la vida, al final, lo único que sé es lo que aprendí del viejo Epicuro: que vida no es más que el modo eufemístico de decir muerte. Esto nada tiene de negro ni de pesimista. Me parece que es probablemente el único modo sensato de enfrentarse a la realidad. Cuando pensamos, no somos ni optimistas, ni pesimistas: buscamos la verdad, o buscamos autoengañarnos, y yo pienso que autoengañarse está feo. ¡Amo la vida, con saber que es muerte! Dejémoslo así. (En cuanto al tercer aspecto, razón, Platón enseña que) sólo emprende el camino de la filosofía aquel que pasa la frontera de la doxa (opinión), cuyo mayor grado es la pistis (la fe), para acceder al ámbito de la episteme; el paso de la creencia al saber definiría la peculiaridad del modo de operar del filósofo. Mantenerse en ese ámbito no es valorativo ni una elección: es una exigencia profesional. Y ahí acabaría todo, y aquí hubiera acabado mi intervención hace 20 años, si no fuera por una rareza contemporánea, que a mí me merece un interés intelectual de primer orden: lleva el nombre de Joseph Ratzinger, y es la peculiaridad de un Papa que es, al mismo tiempo, probablemente el teólogo más importante del siglo XX, y uno de los mayores filósofos de ese período (y que traza un puente entre la Teología y la filosofía).

Javier Prades: Me parece decisivo algo que ha escrito recientemente el Papa: «Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común». ¿En qué consiste este no dar por supuesta la fe?

Decía san Agustín, en un momento de una diatriba eclesial durísima en el norte de África: «Sólo puede vencer la verdad, porque estamos hechos para reconocer lo que son las cosas, y no hay otra victoria de la verdad que no sea la caridad. Eso se sintetiza en el testimonio. Lo que está sucediendo hoy, a través de Cáritas y muchísimas realidades de la Iglesia que, en medio de la crisis, están abriendo una puerta de esperanza a mucha gente, lo podríamos traducir a todos los ámbitos de la vida humana, a otras formas de sufrimiento muy grande, relacionadas con la enfermedad, con la vejez…; al ámbito educativo… Ahí donde se pone en acto la realidad cristiana, no sólo se acompaña las necesidades humanas, sino que se abre el espacio para que la razón se dilate y para que todos nosotros podamos comprender la vida, para que lo que estamos viviendo en este instante esté cargado de significado. Tenemos paradójicamente en este momento tan duro (una oportunidad), no por el viejo dicho leninista, de que cuanto peor, mejor, sino por puro realismo, de estar a las cosas como son. La provocación que nos está poniendo la realidad es hoy tan grande y tan atractiva, que podemos abrir el espacio de la comunicación a lo genuinamente cristiano, que es Dios-amor, y de poner a la luz del amor el ejercicio de la verdad para comprender la realidad.

Francisco Vázquez: Para mí, esa dicotomía entre fe y razón (se ha traducido concretamente en) la superación de los desencuentros históricos de la izquierda y la Iglesia. El Papa Ratzinger ha sido un gran valedor de la superación de esos desencuentros entre el cristianismo, y esos dos productos de la Ilustración, el liberalismo y el socialismo. Hasta hace pocos años, toda una generación considerábamos que habían sido superados, pero de una manera absurda, han vuelto a resucitar en los últimos años. Y muy vinculado a lo anterior, me preocupa este relativismo absoluto imperante, en muchos casos alentado desde la propia izquierda, de una manera incomprensible. Hoy impera ese principio de que todas las concepciones sobre el bien del hombre son igualmente verdaderas. A esto ha dado lugar un laicismo agresivo, que pretende reducir la religión al ámbito de lo privado. Ese relativismo del todo vale desprovee al hombre de cualquier tipo de convicción, y ésta es una corriente que hay que denunciar desde la izquierda, porque deja al hombre al socaire de los acontecimientos; el humilde ve redoblada su opresión, al no haber unos principios que conformen unas metas, queda a merced de los opresores.

Javier Prades: Ratzinger busca este encuentro entre la fe y la razón por una cosa muy importante: Nosotros, como creyentes, prestamos un servicio efectivo si nos medimos con la realidad y con la razón. Lo decisivo del cristianismo católico es el esfuerzo de pensar lo real con la razón. Si la pregunta por Dios no apareciera allí donde todos los hombres nos ponemos en común delante de las cosas, esto sólo podría conducir a una lógica de gueto, de reserva india, donde a uno le ponen plumas y le miran con simpatía, pero le dejan a un lado, o bien, en el caso de que tenga fuerza, ejerce una violencia sobre los demás.

Confrontarse con la realidad nos obliga a los católicos a serlo íntegramente, a percibir dónde arranca la cuestión de Dios, que a mi modo de ver, arranca allí donde la realidad se te muestra enigmática, abierta, a veces dolorosa o injusta… El cristianismo irrumpió en el mundo antiguo dialogando con los filósofos, y prestando menos atención paradójicamente al mundo de las religiones, extraordinariamente rico en aquel momento, porque teñía la pretensión de ser luz para la comprensión racional del mundo. Ésa sigue siendo una enorme responsabilidad que tenemos los cristianos.

Gabriel Albiac: Lo que da la soldadura esencial entre la tradición griega y la tradición cristiana, el punto común, es la estructura de la tragedia, la constancia de que la pregunta es ontológicamente prioritaria a la respuesta, y de que no existe respuesta mundana que agote la pregunta. Cuando un griego se refiere a lo trágico, no se refiere a lo desgarrado, a lo espantoso, sino a aquello cuyas interrogaciones no pueden ser cerradas por una respuesta: Cedra no es absolutamente inocente ni absolutamente culpable. (Tragedia significa) que aquello de lo cual estamos hablando es irrebasable, irrespondible… (Por eso —dice Ratzinger—) la fe no puede cerrarse sobre sí misma. Yo siempre te he dicho, Javier, que es ese ámbito y sólo ése el que permite una coexistencia entre fe y religión, y que por ello, el cristianismo es una religión paradójicamente griega. La filosofía y el cristianismo son dos grandes herederos de lo griego.

Javier Prades: La radical prioridad ontológica del preguntar yo la puedo compartir, si nos entendemos, porque puede suponer algo muy interesante en estos tiempos, en los que decimos que hay una postmodernidad indiferente, que cuesta despertar el interés de los jóvenes, que el hundimiento de los grandes sistemas ha dejado paso a la indiferencia… Aquí hay una cuestión muy interesante: ese constitutivo interrogarse del hombre. Es un rasgo que caracteriza lo humano. Puede que esté diciendo algo obvio, pero a menudo se nos dice hoy que el hombre es un puro fenómeno natural que resolveremos en breve: una cuestión de hardware que antes o después vamos a ajustar. Me parece importante que nos descubramos capaces de interrogación, no artificiosa, no impostada. No es verdad que para los creyentes ya está todo resuelto, y que las preguntas las tienen los ateos. ¡Es Evidente!

El Papa es un maestro en suscitar esas preguntas… Ratzinger, en 1973, se pregunta dónde está el punto de nuestro fracaso educativo en la transmisión de la fe, y afirma que hemos perdido la capacidad de suscitar las preguntas. No pone en duda la existencia de las respuestas. Quizá ahí, Gabriel podría decir otra cosa diferente… Pero es impresionante el servicio que Ratzinger o, también en esos años, Montini o Giussani, están redescubriendo el significado completo de una experiencia que es capaz de educar, de no temer las preguntas de los hombres, porque, si no, la fe que transmitimos es como pintar una pared que tiene humedad debajo; la pintas 50 veces y la humedad sigue ahí.

Gabriel Albiac: No podemos poner cara de estupor ante la actual recesión. Cualquier conocedor de las dinámicas económicas sabe perfectamente que los ciclos de alza y de caída son los mecanismos normales de regulación y recomposición del capital; eso no es ni bueno ni malo. También sabemos que la última gran crisis que hemos conocido es la que empieza en 1929 y acaba en 1948 con una guerra mundial en medio. ¡Vamos a dejarnos de historias! El ciclo que hemos vivido la gente de mi generación ha sido el ciclo de ascenso más largo de toda la historia del capitalismo. En lo que concierne a los últimos 10 ó 15 años de ese ciclo, la dimensión de desajuste entre valores nominales y valores reales ha sido espeluznante, y todos lo sabíamos. Quien diga que no tiene La cara de cemento armado. Lo que pasa es que todos hemos jugado al simulacro de que el estallido de la recesión se produjera después de nosotros, pero nos ha acontecido a nosotros. Lo primero y lo esencial que tendríamos que hacer es entender los términos materiales de lo que ha sucedido y dejarnos de lamentaciones que no llevan a ningún sitio.

Javier Prades: La doctrina social de la Iglesia no se deduce de principios celestes que no se sabe de dónde vienen, sino que es la dimensión acorde a la razón del actuar eficaz de la Iglesia en la historia. Yo no sé de economía; de lo que sí estoy seguro es de que hoy es posible para las personas ayudar a los demás y dejarse ayudar, y esto está al alcance de nuestras manos. Cada uno de nosotros tiene una dignidad infinita, y eso es un punto de construcción infinito, en todos los campos: en la enfermedad, el dolor, la vejez…, que son esas semblanzas de muerte que nos parece envolver, hasta casi coincidir con la vida. Sin embargo, hay siempre una luz que trasciende, un punto que cambia, que en parte es coincidente con la propia condición criatural del hombre, y ciertamente ésta es la presencia viva de lo que significa la Iglesia de Jesucristo. Las iniciativas caritativas, sociales, educativas de las que soy testigo indican que hay margen para moverse. Invito a cualquier persona a darse un paseo conmigo por la periferia de Madrid y a ver lo que está pensando: en esta crisis durísima, que no sé lo que va a durar, hay espacio para crear y para comunicar la esperanza.

Una religiosa del público: En el diálogo entre el profesor Albiac y el profesor Prades, he sentido a Heráclito: «Si no esperamos lo inesperado, no lo reconoceremos». Y me he sentido mucha más cerca del profesor Albiac que de muchos creyentes. ¿No creen que muchos no creyentes pierden de vista la realidad de la razón y se ponen frente a sí mismos, frente a su propia razón, y no ven lo inesperado, el Misterio? Por contraposición, ¿no es el problema de muchos creyentes que se creen en posesión de la verdad y que estén perdiendo continuamente la novedad de la verdad, y están capando la fe?

Gabriel Albiac: Naturalmente, yo me siento mucho más cerca de un creyente que piensa y sabe lo que dice (estoy pensando, en nuestras conversaciones con Javier), que de un no creyente que no sabe lo que esté diciendo.

Javier Prades: ¡Ojalá hubiera más religiosas que le ponen a uno contra la pared de Heráclito! Yo no me atrevo a juzgar a nadie, y esos que usted menciona irán al cielo delante de mí. Sí que me paree decisivo, de lo que usted alude, el drama de la separación entre fe y razón. Eso no es sólo ya la caricatura que siempre nos plantean de alguien que va a misa pero que resulta que es malísimo. La cuestión que apunta está en el corazón de la preocupación de la Iglesia: que Jesucristo da plenitud a lo humano, y que el hombre, hasta en el cielo, será un permanente descubrimiento de la novedad. Es un signo inconfundible de la nueva evangelización que el modo en el que estamos, en el que nos dirigimos a los demás, sea el eco de una novedad. En el cristianismo, no se vive de las rentas. Es un don continuo. Ahí tenemos un test: si en nosotros no se puede identificar que haber conocido a Jesucristo es una fuente de novedad continua, adónde vamos.

Francisco Vázquez: En una situación de páramo ideológico e intelectual, y con esta crisis económica, en una sociedad ultraliberal, la Iglesia tiene un espacio propio; la Iglesia tiene la doctrina social, con un cuerpo muy bien construido.

Cuanto tuve que preparar unas intervenciones con motivo de la proclamación de santo Tomás Moro como patrono de los políticos, uno de los temas que me impresionaban eran que, comparativamente, Jesús, cuando habla con los poderosos, lo hace prácticamente en la clandestinidad, por la noche… El Mensaje del Señor a quien llega es al conjunto del pueblo. A veces, conviene que la Iglesia, sobre todo en estos momentos de gravísimas dificultades sepa no solamente estar presente, como lo está ya, sino que su mensaje llegue y sea comprensible para todo ese conjunto de la sociedad necesitada de ese mensaje de fe y esperanza que hoy puede dar la Iglesia.