El poeta de la hora undécima - Alfa y Omega

El poeta de la hora undécima

Es uno de los poetas españoles más originales del siglo XX, pero un gran desconocido para el gran público. El catolicismo que impregnó su producción poética no le deparó precisamente el favor de los críticos. Recibió elogios de grandes de la literatura como Juan Ramón Jiménez; otros como Camilo José Cela y Francisco Umbral reclamaron que se hiciera justicia con él y se le sacara del ostracismo. El 6 de julio se cumple el centenario del nacimiento de José García Nieto

Catalina Roa

Hay poetas que figuran en nuestros libros de texto con epígrafe propio, mientras otros se pierden en largas listas que se memorizan en la escuela o en la universidad para subir la nota, pero raramente son leídos. En realidad, sólo forman parte del anecdotario literario, como una eventualidad histórica. Es el injusto caso del poeta José García Nieto, según Francisco Umbral, el eterno discriminado.

Sólo hace falta asomarse mínimamente a sus versos para comprobar lo inadecuado de situar en segunda fila a un escritor de tanta categoría, a quien Juan Ramón Jiménez ponía a la altura de Garcilaso, Lope, Góngora, Quevedo y Calderón. Los suyos son versos excepcionalmente diáfanos, con verdad humana, nacidos de la experiencia e imbuidos de sincera religiosidad.

Don José era un hombre de paz, un católico que vivió la posguerra definido por ello, y eso le valió la incomprensión en los ámbitos literarios, que le acusaron de evasionista y esteticismo, de no querer hablar de realidades desagradables. Ciertamente, y pese a su indudable calidad artística, no le perdonaban ser tan diferente. Umbral lo explica así: «No le echaba suficiente leña al fuego de la locomotora furiosa de nuestras ansias de entonces».

José García Nieto nació en Oviedo, el 6 de julio de 2014, hace cien años. Empezó su andadura literaria en los convulsos años de posguerra. Algunos poetas se habían exiliado. Otros permanecieron en la Península. La mayoría de estos poetas se había decantado por una poesía bien de desgarro existencial, bien de contenido social, bien triunfalista. En cualquier caso, se trataba de una poesía muy marcada por la herida de la guerra. José García Nieto optó por otro camino, por una voz personal y original en la época, una voz serena, formalmente inspirada en el clasicismo renacentista, y concretamente en Garcilaso. Se le podría aplicar un verso de este autor: Salid, sin duelo, lágrimas corriendo. Él se defendió literariamente de estas acusaciones como lo que era: católico.

Yo sé lo que es el miedo, y el hambre, y el / hambre de mi madre y el miedo de mi madre; / Yo sé lo que es temer la muerte, porque la / muerte era cualquier cosa, cualquier / equivocación o una sospecha; / Porque la muerte era un accidente en la / primavera, una pared contra la ternura, un día / con boca de muerte, y dientes de muerte y / esperanza mortuoria. / Yo sé lo que es enfermar en una celda, y / defecar entre ratas que luego pasaban junto a / tu cabeza por la noche… / ¿qué me decís ahora los que creíais que sólo me han movido a cantar los lirios de un / campo imaginario y la rosa de papel, y la / novia como Dios manda…? / ¿qué me decís lo que pronto me visteis / limpio y peinado, como un niño que quiere / llegar con puntualidad al colegio sin que / nadie adivine el estrago de su corazón familiar? / Aunque también os digo que todo era / hermoso cerca de la muerte menos la muerte / misma. / Respirar, y amar de lejos y morder un pedazo / de pan era hermoso. / Y era hermoso que me prepararan un hato de / ropa limpia, y que me hiciera llorar el olor / que traían las sábanas. / Y todo era como nacer cada día, y cada día / era más bello que la propia esperanza, / y reír tenía un valor más profundo que el / profundo pozo de la inquietud, que la oscura / caverna de la impotencia… / Gracias, Señor, por haberme dejado sin / herida en el alma, y en el cuerpo, por / haberme dado la salida sin odio, por no tener lista de enemigos, ni lugares / por don de llorar por el propio desamparo… / Yo sé lo que es el amor, de lo demás no sé.

Cuando ingresó en la Academia, Cela citó este poema de García Nieto, aludiendo a los poetas como heraldos de la paz: “Quienes tuvieron la fortuna de venir más tardea nuestro duro escenario, quizá debieran buscar en estos versos la cifra de las actitudes históricas honestas, que también las hubo».

No sólo desde el punto de vista literario, también desde el punto de vista político García Nieto fue censurado por los críticos en boga de la época. Con ironía, Francisco Umbral, testigo de los hechos, lo relata así:

«El trust de cerebros (…) habían decidido que García Nieto era el comprometido con el sistema que ellos ya repudiaban teóricamente, más que en nómina. Esto lo rebatía bien Cela:

-Pepito no ha hecho otra cosa en la vida que versos a sus novias. Ellos son quienes hicieron la poesía franquista, imperial y todo eso».

Es clarísima la hipocresía con que los “sabios de época”, los que manejaban los hilos de la promoción, actuaron respecto a García Nieto, a quien Umbral define como el hombre más bueno del mundo. Personajes tan poco sospechosos de ser franquistas como Fernán Gómez y Cela eran grandes amigos suyos, fue el descubridor de Francisco Umbral, a quien encargó la crítica literaria de la revista que dirigía, Poesía Española, aceptando sin problemas que favoreciera con sus elogios “a todos los rojos”, según narra el propio Umbral. Otros muchos autores hablan de la cabida que en Poesía Española tuvieron todo tipo de voces, de la generosidad de García Nieto.

Como de otras tantas experiencias de su vida, el poeta asturiano expresa con un soneto su postura ante la persecución a la que era sometido: «Esto son mis memorias, mis afanes / mis confesiones hasta donde puedo, / lances de mucho amor y de algún miedo, / esfuerzos de pigmeo entre titanes. / Me dieron unos peces y unos panes: / unas palabras. Y alguien con el dedo / pronto me amenazó. Estaba en el ruedo / mi carne entre los dientes de los canes. / ¿Son otros o los mismos todavía…? / Siguen ladrando… Y él no les hacía / nada… Con palos y con cuerdas pegan. / Enséñame a callar como tú callas, / oh mar, en el silencio de tus playas. / ¿Son galgos o podencos los que llegan?».

Aún en el año 1996 Cela dijo que quería presentar a García Nieto al premio Cervantes como enmienda personal, e hizo estas declaraciones al respecto: «Todos sin excepción nos hemos portado mal con García Nieto: lo parasitamos, lo descalificamos, lo vapuleamos, lo ninguneamos y hoy lo compadecemos». Le fue concedido el premio. A pesar de lo cual, en palabras de Umbral en el año 2000, «su obra sigue sin ser leída».

Y es que los perros de caza siguen persiguiendo a la presa. Pero es en este tiempo la hora undécima, como el título de uno de los poemas de García Nieto, la hora de recobrar una de las voces más sinceras y originales de la literatura española: «¡Grita! ¡Nómbrame, para saber que todavía es tiempo…!».