El Domingo del Mar, «para dar testimonio de la misericordia de Dios en todo los puertos» - Alfa y Omega

El Domingo del Mar, «para dar testimonio de la misericordia de Dios en todo los puertos»

José Antonio Méndez

Este próximo domingo, por ser el primero después de la festividad de Nuestra Señora del Carmen, patrona de los marineros, la Iglesia celebra el Domingo del Mar. Con ese motivo el Pontificio Consejo para los Migrantes e itinerantes ha publicado un mensaje que invita «a tomar conciencia de las penurias y dificultades a las que se enfrentan los marinos todos los días, y del servicio que brinda el Apostolado del Mar, al ser Iglesia que da testimonio de la misericordia y la ternura del Señor, anunciando el Evangelio en los puertos del mundo».

El mar, un lugar de encuentro

El mensaje, también recuerda que «a lo largo de la historia de la humanidad, el mar ha sido el lugar donde se han cruzado las rutas de exploradores y de aventureros, y se han combatido batallas que han determinado el nacimiento y el declive de muchas naciones», pero que «es, sobre todo, un lugar privilegiado para el intercambio y el comercio mundial», pues «más del 90 % de los productos a nivel mundial son transportados por aproximadamente unos 100.000 barcos que, sin descanso, navegan de un extremo al otro del mundo, gobernados por una fuerza de trabajo de alrededor de 1,2 millones de marinos de todas las razas, nacionalidades y religiones».

Además, señala que «debido a una serie de factores relacionados con su profesión, los marinos son invisibles a nuestros ojos y a los ojos de nuestra sociedad», y al celebrar el Domingo del Mar, la Iglesia invita «a todos los cristianos a mirar a su alrededor y a darse cuenta de cuántos objetos que utilizamos en nuestra vida cotidiana nos han llegado a través del trabajo, duro y pesado, de los marinos».

Una vida difícil y peligrosa

El mensaje reconoce que «la vida de los marinos es difícil y peligrosa», y recuerda que «según la Organización Marítima Internacional, en 2012, más de 1.000 marinos fallecieron a causa de naufragios, colisiones marítimas, etc.», además del «riesgo de la piratería, que nunca se derrota, sino que se transforma apareciendo bajo formas nuevas y diferentes en muchas zonas de navegación, y el peligro de la criminalización y el abandono sin salario, alimentos y protección en puertos extranjeros».

Asimismo, destaca que «la soledad y el aislamiento son compañeros de viaje para los marinos: por su naturaleza, el trabajo de los marinos les lleva a estar lejos de su entorno familiar durante períodos que llegan a ser muy largos. Para las tripulaciones no es siempre fácil acceder a las diferentes tecnologías (teléfono, wi-fi, etc.) para contactar la familia y los amigos. En la mayoría de los casos, los niños nacen y crecen sin que ellos puedan estar presentes, aumentando así la sensación de soledad y de aislamiento que acompaña su vida».

El cuidado de una Madre

Por todo ello, «la Iglesia, en su solicitud maternal, desde hace más de noventa años ofrece su atención pastoral a la gente de mar a través de la Obra del Apostolado del Mar. Cada año, miles de marinos son acogidos en los puertos, en los centros Stella Maris, lugares únicos donde los marinos son recibidos con afabilidad, pueden relajarse lejos del barco y ponerse en contacto con los miembros de su familia utilizando los diferentes medios de comunicación que se les ofrece». En estos centros, «los voluntarios visitan a diario a los marinos a bordo de barcos y en los hospitales, y aquellos que han sido abandonados en puertos extranjeros, garantizándoles una palabra de consuelo, pero también una ayuda concreta, si es necesario», mientras que «los capellanes están siempre disponibles para ofrecer asistencia espiritual (celebración de la Misa, oraciones ecuménicas, etc.) a los marinos de todas las nacionalidades que lo necesiten, especialmente en los momentos difíciles y de crisis». Además, «el Apostolado del Mar es voz de los que a menudo no tienen voz, denunciando abusos y la injusticia, defendiendo los derechos de la gente de mar y pidiendo a la industria marítima y a cada gobierno que respeten los Convenios internacionales».

De ahí que, como concluye el Mensaje, «en este Domingo del Mar, a la vez que expresamos nuestra gratitud a todos los que trabajan en la industria marítima, con un corazón lleno de confianza pedimos a María Estrella del Mar que guíe, ilumine y proteja la navegación de toda la gente de mar y respalde a los miembros del Apostolado del Mar en su ministerio pastoral».

La tradición en España

También en España, monseñor Luis Quinteiro Fiuza, obispo de Tui-Vigo y promotor del Apostolado del Mar, ha escrito una carta en la que recuerda que «la fiesta de nuestra patrona, nuestra Señora del Carmen, es una llamada a dar testimonio de nuestra fe con la celebración gozosa de este día en todos nuestros puertos y parroquias marineras. Es una tradición inmemorial que nos legaron nuestros mayores como uno de los frutos más logrados de una fe que se fue haciendo cultura en todos nuestros pueblos marineros a lo largo de tantos años. Por ello, invito a todos los hombres y mujeres del mar a un compromiso firme para recuperar en todas nuestras parroquias y pueblos marineros la celebración festiva de nuestra fiesta, la de nuestra Madre y patrona, nuestra Señora del Carmen».

Transmitir la fe en los puertos

Monseñor Quinteiro recuerda que «para nosotros, hombres y mujeres del mar, la llamada que nos hace el Papa Francisco para que seamos testigos de la alegría del Evangelio es una invitación a mantener viva la devoción a nuestra patrona, como un tesoro de gozosa protección y de cariño filial en el que nos educaron nuestros seres más queridos». Y, por tanto, «transmitir la fe entre nosotros, gentes del mar, es parte de nuestra vida misma, y tenemos que hacerla desde nuestras costumbres y devociones, desde nuestro modo de ver la vida y desde nuestras más arraigadas convicciones». Por ello, invita a «educar a nuestros niños y a nuestros jóvenes en el cariño y en la devoción a nuestra patrona, nuestra Señora del Carmen», pues «es el camino más auténtico que tenemos para transmitirles nuestra fe».