El Papa, en Caserta: «Hay que poner a Dios en el primer lugar de nuestra vida» - Alfa y Omega

El Papa, en Caserta: «Hay que poner a Dios en el primer lugar de nuestra vida»

Durante la homilía de la Misa celebrada en el viaje a la localidad italiana de Caserta, el Papa Francisco ha explicado qué significa buscar a Dios y qué significa descubrirlo. «No basta el entusiasmo, la alegría del descubrimiento. Es necesario anteponer la perla preciosa del reino a cualquier otro bien terrenal»

Rosa Cuervas-Mons

Rodeado de los ciudadanos de Caserta (sur de Italia), el Papa Francisco ha dedicado su homilía de la Misa de este sábado a profundizar en el encuentro con Cristo, el descubrimiento del Reino y lo que eso supone en la vida del cristiano.

Igual que el campesino que encuentra un tesoro, o que el comerciante que viaja en busca de una perla preciosa, el hombre busca a Cristo o lo encuentra casi por casualidad, «cada uno de nosotros tiene un recorrido particular», y esa alegría del comerciante y del campesino es la alegría de cada uno de nosotros «cuando descubrimos la cercanía y la presencia de Jesús en nuestra vida». Una presencia, recuerda el Papa, «acogedora, alegre, fecunda».

En este sentido, el Papa ha señalado que «cuando encontramos a Jesús nos quedamos fascinados, conquistados, y es una alegría dejar nuestra acostumbrada manera de vivir, a veces árida y apática, para abrazar el Evangelio, par dejarnos guiar por la lógica nueva del amor y del servicio humilde y desinteresado».

No basta el entusiasmo

Tras recordar que Jesús mismo es el «tesoro escondido y la perla de gran valor» y que su Palabra está en el Evangelio, el Santo Padre subrayado la importancia de leer el Evangelio: «Tener el Evangelio en la mano, en la cómoda, en el bolso y abrirlo un momento y ver las palabras de Jesús y el reino de Dios. El contacto con la palabra de Jesús es aquel que nos acerca al reino de Dios».

Una vez descubierto el Reino de Dios, ha continuado el Papa, no basta el entusiasmo. Quien quiera poseer el Reino de Dios, ha de «anteponer la perla preciosa del reino a cualquier otro bien terrenal; es necesario poner a Dios en el primer lugar de nuestra vida, preferirlo ante todo. Dar el primado a Dios significa tener el coraje de decir no al mal, no a la violencia, no a los abusos, para vivir una vida de servicio a los demás a favor de la legalidad y del bien común».

Por eso, cuando se ha descubierto a Dios, continúa explicando Francisco, «abandona el estilo de vida egoísta y busca compartir con los demás la caridad que viene de Dios. Quien se vuelve amigo de Dios, ama a los hermanos». Con estas palabras el Papa ha querido animar a los ciudadanos de Caserta y a todos los fieles a decir no a cualquier forma de corrupción o ilegalidad, a preocuparse de las personas necesitadas y a convertirse en servidores de la verdad. De asumir, en resumen, «en cada situación un estilo de vida evangélico».

Homilía completa del Santo Padre Francisco en Caserta

«Jesús se dirigía a los que lo escuchaban con palabras simples, que todos podían entender. También esta tarde Él nos habla a través de breves parábolas, que hacen referencia a la vida cotidiana de la gente de aquel tiempo. Lo similar del tesoro escondido en el campo y de la perla de gran valor es que tienen como protagonistas a un pobre campesino y a un rico comerciante.

El comerciante está desde siempre en busca de un objeto de valor, que sacie su sed de belleza y da la vuelta al mundo, sin rendirse, en la esperanza de encontrar aquello que está buscando. El otro, el campesino, no se ha alejado nunca de su campo y hace el trabajo de siempre, con los acostumbrados gestos cotidianos. Sin embargo para ambos el resultado final es el mismo: el descubrimiento de algo precioso, para uno un tesoro, para el otro una perla de gran valor. Ambos están acomunados también por un mismo sentimiento: la sorpresa y la alegría de haber encontrado la satisfacción de todo deseo. Finalmente, ambos no dudan en vender todo para adquirir el tesoro que han encontrado. Mediante estas dos parábolas Jesús enseña qué es el reino de los cielos, cómo se encuentra, qué se debe hacer para poseerlo.

¿Qué es el reino de los cielos? Jesús no se preocupa en explicarlo. Lo enuncia desde el inicio de su Evangelio: El reino de los cielos está cerca; también hoy está cerca en medio de nosotros ¡eh!, sin embargo jamás lo hace ver directamente, sino siempre por reflejo, narrando el actuar de un propietario, de un rey, de diez vírgenes… Prefiere dejarlo intuir, con parábolas y semejanzas, manifestando sobre todo los efectos: el reino de los cielos es capaz de cambiar el mundo, como la levadura oculta en la masa; es pequeño y humilde como un grano de mostaza, que sin embargo se volverá grande como un árbol. Las dos parábolas sobre las cuales queremos reflexionar nos hacen entender que el reino de Dios se hace presente en la persona misma de Jesús. Es Él el tesoro escondido y la perla de gran valor. Se entiende la alegría del campesino y del comerciante: ¡lo han encontrado! Es la alegría de cada uno de nosotros cuando descubrimos la cercanía y la presencia de Jesús en nuestra vida. Una presencia que transforma la existencia y nos abre a las exigencias de los hermanos; una presencia que invita a acoger toda otra presencia, también aquella del extranjero y del inmigrante. Es una presencia acogedora, alegre, fecunda, así es el reino de Dios dentro de nosotros.

Podíais preguntar: ¿Padre cómo se encuentra el reino de Dios? Cada uno de nosotros tiene un recorrido particular, cada uno de nosotros tiene su camino en la vida. Para alguno el encuentro con Jesús es esperado, deseado, buscado por largo tiempo, como nos es descrito en la parábola del comerciante, que da la vuelta al mundo para encontrar algo de valor. Para otros ocurre de manera improvisada, casi de casualidad, como en la parábola del campesino. Esto nos recuerda que Dios se deja encontrar de todas maneras, porque es Él quien en primer lugar desea encontrarnos y en primer lugar busca encontrarnos: ha venido para ser el Dios con nosotros. Y Jesús está en medio de nosotros, hoy está aquí, Él lo ha dicho, yo estoy en medio de ustedes, el Señor está en medio de nosotros. Es Él quien nos busca y se hace encontrar también por quien no lo busca. A veces Él se deja encontrar en lugares insólitos y en tiempos inesperados.

Cuando encontramos a Jesús nos quedamos fascinados, conquistados, y es una alegría dejar nuestra acostumbrada manera de vivir, a veces árida y apática, para abrazar el Evangelio, para dejarnos guiar por la lógica nueva del amor y del servicio humilde y desinteresado. La palabra de Jesús está en el Evangelio.

No quiero preguntaros aquí, no quiero que respondáis, ¿hoy cuántos de vosotros leéis un párrafo del Evangelio? No levantéis la mano, sólo es una pregunta ¡Cuántos os apresuráis por hacer vuestro trabajo para no perder la telenovela! Tener el Evangelio en la mano, tener el Evangelio en la cómoda, en la cartera, tener el Evangelio en el bolsillo y luego abrirlo un instante y ver las palabra de Jesús.

El contacto con la palabra de Jesús es aquel que nos acerca al reino de Dios. ¡Pensad bien, un evangelio pequeño a la mano, siempre: se abre casualmente y se lee qué dice Jesús. Y Jesús está ahí ¡eh!

¿Qué se debe hacer para poseer el reino de Dios? Sobre esto Jesús es muy claro: no basta el entusiasmo, la alegría del descubrimiento. Es necesario anteponer la perla preciosa del reino a cualquier otro bien terrenal; es necesario poner a Dios en el primer lugar en nuestra vida, preferirlo ante todo. Dar el primado a Dios significa tener el coraje de decir no al mal, no a la violencia, no a los abusos, para vivir una vida de servicio a los demás y en favor de la legalidad y del bien común. Cuando una persona descubre en Dios, el verdadero tesoro, abandona un estilo de vida egoísta y busca compartir con los demás la caridad que viene de Dios. Quien se vuelve amigo de Dios, ama a los hermanos, se compromete en salvaguardar sus vidas y su salud respetando también el ambiente y la naturaleza.

Yo sé que sufrís por estas cosas, hoy cuando llegue aquí, uno de vosotros se acercó y me dijo: ¡Padre danos la esperanza! Yo no puedo daros la esperanza. Pero puedo decirles: donde está Jesús, está la esperanza, donde está Jesús los hermanos se aman, se comprometen a salvaguardar sus vidas, su salud, también respetando el ambiente y la naturaleza, y ésta es la esperanza que no desilusiona jamás, aquella que da Jesús. Esto es particularmente importante en esta su hermosa tierra que reclama ser tutelada y preservada, reclama el coraje de decir no a toda forma de corrupción e ilegalidad. Y todos sabemos el nombre de estas formas de corrupción y de ilegalidad.

Reclama de todos ser servidores de la verdad, y de asumir en cada situación el estilo de vida evangélico, que se manifiesta en el don de sí y en la atención por el pobre y el excluido. La Biblia está llena de esto. El Señor dice: ustedes hacen esto, esto… a mí no me importa, a mí me importa que el huérfano sea curado, que la viuda sea curada, que el excluido sea acogido, a mí me importa que la creación sea custodiada. Este es el reino de Dios. La Biblia está llena de esto.

Hoy es la fiesta de Santa Ana, a mí me gusta llamarla la abuela de Jesús, es un hermoso día para festejar a las abuelas, cuando incensaba el altar he visto una cosa bellísima: la imagen de Santa Ana no estaba coronada, es la hija la que lleva la corona y esto es hermoso ¡eh! Santa Ana es la mujer que ha preparado a su hija para convertirse en reina, para convertirse en la reina de los cielos y de la tierra. Esta abuela ha hecho un buen trabajo ¿no?; es la Patrona de Caserta, ha reunido en esta plaza a los diversos componentes de la Comunidad diocesana con el Obispo y con la presencia de las autoridades civiles y de los representantes de varias realidades sociales. Deseo alentar a todos a vivir la fiesta patronal libre de cualquier condicionamiento, expresión pura de la fe de un pueblo que se reconoce familia de Dios y afirma los vínculos de la fraternidad y de la solidaridad. Quizás Santa Ana escuchó a su hija María proclamar las palabras del Magníficat, porque María seguramente ha repetido estas palabras muchas veces. Estas palabras: Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías (Lc 1, 51-53). Que Ella nos ayude a buscar el único tesoro, Jesús, y nos enseñe a descubrir los criterios del actuar de Dios; Él cambia los juicios del mundo, va en ayuda de los pobres y de los pequeños y llena de bienes a los humildes, que le confían su existencia. Tened esperanza, la esperanza no desilusiona, y a mí me gusta repetírselo: no os dejéis robar la esperanza».