María y Juan pasan por el notario - Alfa y Omega

María y Juan se conocieron en el parque paseando a su perro. Se enamoraron y empezaron a salir. Al cabo del tiempo, se plantean avanzar en la relación: quieren casarse. Compartir una vida en común, hacer una vida juntos, iniciar una nueva aventura llena de ganas e ilusión dedicada y mirada hacia el otro, convertirse en MaríayJuan.

De repente, un día, tras las vacaciones de verano, se acabó el amor. Y la solución es fácil: el divorcio. Ya no existe más MaríayJuan. Así de fácil, así de frágil y así de rápido.

Lo que se tarda en construir meses o años, con ilusión, alegría y pasión, en menos de lo que canta un gallo se destruye y termina. Y además, desgraciadamente, con mayor agilidad, dado que la semana pasada entró en vigor la Ley de Jurisdicción Voluntaria: tan sólo tienen que visitar al señor notario, pagar la tasa y listo.

María y Juan ya no piensan en cómo se conocieron, en aquel paseo que los unió, en sus comienzos, en cómo Juan se arrodilló en el banco del parque donde se conocieron y le pidió matrimonio. María no recuerda las lágrimas que brotaron de sus ojos en aquel momento y Juan tampoco piensa en cómo le latía el corazón aquellos instantes en los que se declaró…

Sólo saben que es fácil y rápido, y encima ni siquiera tienen que pasar por los tribunales. Con buscar en la guía un notario, una llamada de teléfono, una cita y una firma ante el escribano se habrá terminado con todos esos recuerdos.

Es una verdadera lástima que los matrimonios se rompan, pero más todavía que el Gobierno lo incentive, facilitándolo, deslavazando de la Justicia la ruptura, dejándola en manos de unos señores que simplemente tienen que levantar un acta. El divorcio es un mal per se, pero si además se promociona ampliando la potestad a los notarios (y a saber a quién más en un futuro) se devalúa al mismo tiempo el matrimonio en sí mismo.

No tengo nada en contra de los notarios, pero sí en contra del divorcio y más de las leyes que desvirtúan la unión. El Gobierno debería mirar más por MaríayJuan, en vez de incentivar que dejen de existir como pareja, porque las rupturas matrimoniales hacen que la sociedad no prospere, ni crezca la pirámide demográfica, fomentan el individualismo y el egoísmo, y destruyen el núcleo social más importante que tenemos: la familia que se inicia con el matrimonio.

A la lacra que supone la existencia del divorcio se une la facilidad de políticas y leyes que lo favorecen desde el Gobierno. Ahora nos queda preguntarnos: ¿Pueden María y Juan arreglar sus problemas para seguir siendo MaríayJuan? Para decidir casarse han tenido que enamorarse, empezar a conocerse y, tras un tiempo, construir una vida en común. Para divorciarse, ahora simplemente tienen que pedir cita, pagar la tasa y listo. Debería ser responsabilidad del Gobierno ofrecer alternativas al divorcio, por el bienestar social. Y responsabilidad nuestra ayudar a cubrir estas carencias gubernamentales, apoyando a las parejas en crisis y dando ejemplo de la felicidad que supone vivir en matrimonio.

En definitiva, defender a María y Juan para que sigan siendo MaríayJuan.