El club de los inadvertidos - Alfa y Omega

El club de los inadvertidos

Javier Alonso Sandoica

Hay gente que pasa por la vida sin hacer un solo énfasis de sí. A pesar de que cuanto emprenden es de envergadura, no hacen ruido, da la impresión de que reciben una misteriosa recompensa en el cometido de lo que tienen entre manos. Por eso no necesitan micrófonos, ni que una panda de halagadores cuenten sus glorias. Otros sí, como el tipo del chiste, que delante de su amigo no para de contar sus hazañas una y otra vez y, cuando es consciente de que se está propasando con la autoalabanza, reflexiona y dice: Perdona, no paro de hablar de mí, lo siento, ahora te dejo hablar: ¿que piensas tú de mí?

La pasada semana murió uno de los miembros del club de los inadvertidos, tenía 106 años. Nicholas Winton, conocido como El Schindler británico, salvó la vida de 669 niños checoslovacos, en su mayoría judíos, durante la ocupación nazi. Nicholas siempre ha dicho que fue un hombre «con suerte», que se encontró «en el lugar adecuado en el momento adecuado». Pero la Historia bien nos recuerda que las decisiones trascendentales se toman en estado de consciencia; los males provienen de las indefiniciones, del no es asunto mío, de los laissez faire, laissez passer.

No es cuestión de suerte. Nicholas era un hombre profundamente modesto; el caso es que se callaba sus proezas. Fue su mujer la que un día, ordenando la buhardilla de su casa, encontró unas carpetas que detallaban la labor de su marido: visados, fianzas, familias adoptivas para los niños, etc. En el Talmud hay una frase que resume magníficamente la labor de Nicholas: Cuando uno salva a un solo hombre, salva al mundo entero. La cuestión no radica en la proeza del número, esos son asuntos de la televisión comercial, que tiene que pelear a diario por sus niveles de audiencia. Uno se toma en serio al hombre y los números vienen después. Lo dejó escrito la Madre Teresa: «Lo importante no es hacer mucho ni hacerlo todo. Lo importante es estar dispuestos para todo en todo momento. Estar convencidos de que en los pobres servimos a Dios». La proeza de Nicholas no fue salvar a 669 niños checoslovacos; sencillamente estuvo allí y supo responder, aprovechó una ocasión para hacer el bien.

La actividad cotidiana de los padres no se diferencia mucho de la acción de Nicholas, ellos también forman parte del club de los inadvertidos. Este fin de semana he celebrado las Bodas de Plata de un matrimonio con tres hijos, a los que comenté que sus padres habían hecho por ellos miles de cosas menudas que jamás recordarán, un destilado de gratuidades que ninguno de ellos será capaz de testificar con su memoria.