«No basta amar a quien nos ama; debemos hacer el bien a quien no está en condiciones de respondernos» - Alfa y Omega

«No basta amar a quien nos ama; debemos hacer el bien a quien no está en condiciones de respondernos»

En su segunda catequesis sobre la Iglesia como madre, el Papa Francisco se ha centrado, este miércoles, en la Iglesia como ejemplo de misericordia. «El cristiano -ha dicho el Santo Padre- debe ser misericordioso, porque esto es el centro del Evangelio»

Redacción

Un buen profesor enseña a sus alumnos lo esencial, lo importante. Por eso, la Iglesia, que es madre, enseña a sus hijos lo que verdaderamente importa, lo que les hace encontrar el sentido y la alegría de vivir. Y así, como ha recordado este miércoles el Papa durante su catequesis, la Iglesia enseña a sus hijos misericordia. «Lo esencial, según el Evangelio, es la misericordia».

«Dios -recuerda el Santo Padre- ha enviado su hijo. Dios se ha hecho hombre para salvarnos, es decir, para darnos su misericordia. Lo dice claramente Jesús, resumiendo su enseñanza para los discípulos. Sed misericordiosos, como vuestro Padre celestial es misericordioso (Lc, 6,36)». Y así, se pregunta el Papa si «puede existir un cristiano que no sea misericordioso». La respuesta es, evidentemente, que no. «El cristiano necesariamente debe ser misericordioso, porque esto es el centro del Evangelio. Y fiel a esta enseñanza, la Iglesia no puede más que repetir lo mismo a sus hijos: Sed misericordiosos, como lo es el Padre y como lo ha sido Jesús. Misericordia».

Siguiendo el ejemplo del Evangelio y de la Iglesia, el cristiano está atento para dar de comer al que tiene hambre y vestir al desnudo. ¿Y si no le sobra nada para dar? «Pues das de lo tuyo», responde el Papa. Es misericordia, también, visitar al que está en la cárcel, al que se ha equivocado. ¡Pero son malos! «Cada uno de nosotros es capaz de hacer lo mismo que ha hecho aquel hombre o aquella mujer que están en la cárcel. Todos tenemos la capacidad de pecar», recuerda el Papa.

La misericordia, explica Francisco, «supera todo muro, toda barrera y te lleva a buscar el rostro del hombre, de la persona. Y es la misericordia la que cambia el corazón y la vida, que puede regenerar a una persona y permitirle integrarse de nuevo en la sociedad». «No basta amar a quien nos ama. Jesús dice que esto lo hacen los paganos. No basta hacer el bien a quien nos hace el bien. Para cambiar el mundo y mejorarlo, es necesario hacer el bien a quien no está en condiciones de correspondernos».

RV / Redacción

Texto completo de la catequesis del Papa

«Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!

En nuestro itinerario de catequesis sobre la Iglesia, estamos considerando que la Iglesia es madre. La vez pasada hemos subrayado cómo la Iglesia nos hace crecer y con la luz y la fuerza de la Palabra de Dios, nos indica el camino de la salvación y nos defiende del mal. Hoy quisiera subrayar un aspecto particular de esta acción educativa de nuestra madre Iglesia, es decir, cómo ella nos enseña las obras de misericordia.

Un buen educador se concentra en lo esencial. No se pierde en los detalles sino que quiere transmitir lo que verdaderamente cuenta, para que el hijo o el alumno encuentren el sentido y la alegría de vivir. Es la verdad. Y lo esencial, según el Evangelio, es la misericordia. Lo esencial del Evangelio es la misericordia. Dios ha enviado su hijo, Dios se ha hecho hombre para salvarnos, es decir, para darnos su misericordia. Lo dice claramente Jesús, resumiendo su enseñanza para los discípulos. Sed misericordiosos, como vuestro Padre celestial es misericordioso (Lc, 6,36). ¿Puede existir un cristiano que no sea misericordioso? No. El cristiano necesariamente debe ser misericordioso, porque esto es el centro del Evangelio. Y fiel a esta enseñanza, la Iglesia no puede más que repetir la misma cosa a sus hijos: Sed misericordiosos, como lo es el Padre y como lo ha sido Jesús. Misericordia.

Y entonces, la Iglesia se comporta como Jesús. No nos da lecciones teóricas sobre el amor, sobre la misericordia. No difunde en el mundo una filosofía, una vía de sabiduría… El cristianismo también es todo esto, pero como consecuencia, como reflejo. La madre Iglesia, como Jesús, enseña con el ejemplo, y las palabras sirven para iluminar el significado de sus gestos.

La madre Iglesia nos enseña a dar de comer y dar de beber a quien tiene hambre y sed, a vestir a quien está desnudo. Y ¿cómo lo hace? Lo hace con el ejemplo de tantos santos y santas que han hecho esto en modo ejemplar: pero lo hace también con el ejemplo de tantísimos papás y mamás, que enseñan a sus hijos que lo que nos sobra, es para quien no tiene lo necesario. Es importante saber esto. En las familias cristianas más simples ha sido siempre sagrada la regla de la hospitalidad: no falta nunca un plato y una cama para quien tiene necesidad. Una vez, una mamá me contaba, en la otra diócesis, que quería enseñar esto a sus hijos y les decía que hay que ayudar y dar de comer a quien tiene hambre. Tenía tres hijos, y un día en el almuerzo -el papá estaba fuera, en el trabajo- ella estaba con los tres hijos, de siete, cinco y cuatro años, más o menos. Y llaman a la puerta y estaba un señor que pedía de comer. Y la mamá le dijo: espera un momento. Entró y les dijo a los hijos: hay un señor allí que pide de comer ¿qué hacemos? ¡Le damos mamá, le damos! Cada uno tenía en el plato un bistec con patatas. Muy bien. Dadme la mitad de vuestra comida cada uno y se la damos. ¡Ah, no mamá, así no va! Es así, tu debes dar de lo tuyo. Y así, esta mamá, enseñó a los hijos a dar de comer de lo propio. Éste es un hermoso ejemplo que a mí me ha ayudado mucho. Pero, no me sobra nada… Pues ¡da de lo tuyo! Así nos enseña la madre Iglesia. Y vosotros, tantas madres que están aquí: sabéis que es lo que hay que hacer para enseñar a vuestros hijos para que ellos compartan sus cosas con el que tiene necesidad.

La madre Iglesia enseña a estar cerca de quien está enfermo. ¡Cuántos santos han servido a Jesús en este modo! Y cuántos simples hombres y mujeres, cada día, ponen en práctica esta obra de misericordia en una habitación de hospital, o en una casa de reposo, o en la propia casa, asistiendo a una persona enferma.

La madre Iglesia enseña a estar cerca de quien está en la cárcel. Pero padre, no, esto es peligroso, es gente mala. ¡Pues cada uno de nosotros es capaz! Escuchad bien esto: cada uno de nosotros es capaz de hacer lo mismo que ha hecho aquel hombre o aquella mujer que están en la cárcel. Todos tenemos la capacidad de pecar y de hacer lo mismo, de equivocarnos en la vida. ¡No es más malo que tú o que yo!

La misericordia supera todo muro, toda barrera y te lleva a buscar siempre el rostro del hombre, de la persona, y es la misericordia la que cambia el corazón y la vida, que puede regenerar una persona y permitirle de integrarse de nuevo en la sociedad.

La madre Iglesia enseña a estar cerca de quien está abandonado y muere solo. Es lo que ha hecho la beata Teresa por las calles de Calcuta; es lo que han hecho y hacen muchos cristianos que no tienen miedo de apretar la mano a quien está a punto de dejar este mundo. Y también aquí, la misericordia da la paz a quien parte y a quien se queda, haciéndonos sentir que Dios es más grande que la muerte y que permaneciendo en Él, también la última separación es un hasta pronto. Lo había entendido bien esto la beata Teresa. Pero le decían: Madre, esto es perder el tiempo. Y ella encontraba gente moribunda por la calle, gente a la cual los ratones de la calle le comenzaban a comer el cuerpo. Y ella, los llevaba a casa para que murieran limpios, tranquilos, acariciados, en paz. ¡Ella les daba el hasta pronto a todos ellos! Y muchos hombres y mujeres, como ella, han hecho esto. ¡Los esperan, allí en la puerta, para abrirles la puerta del Cielo! Ayudar a la gente a morir bien, en paz.

Queridos hermanos y hermanas, la Iglesia es la madre, enseñando a sus hijos las obras de misericordia. Ella ha aprendido de Jesús este camino, ha aprendido que esto es lo esencial para la salvación. No basta amar a quien nos ama. Jesús dice que esto lo hacen los paganos. No basta hacer el bien a quien nos hace el bien. Para cambiar el mundo y mejorarlo, es necesario hacer el bien a quien no está en condiciones de correspondernos, como ha hecho el Padre con nosotros, donándonos a Jesús. Y, ¿cuánto hemos pagado nosotros por nuestra redención? ¡Nada! ¡Todo gratis! Hacer el bien sin esperar otra cosa a cambio. Así ha hecho el Padre con nosotros y nosotros debemos hacer lo mismo. ¡Haz el bien y sigue adelante! ¡Qué hermoso es vivir en la Iglesia, en nuestra madre Iglesia que nos enseña estas cosas que nos ha enseñado Jesús!

Demos gracias al Señor, que nos da la gracia de tener como madre a la Iglesia, ella, que nos enseña el camino de la misericordia, que es el camino de la vida. Demos gracias al Señor».