Testimonio de monseñor Jesús Sanz: «Dios quiere más a tu vida que a tu agenda» - Alfa y Omega

Testimonio de monseñor Jesús Sanz: «Dios quiere más a tu vida que a tu agenda»

Después de serle extirpado un tumor renal benigno el pasado agosto, el arzobispo de Oviedo, monseñor Jesús Sanz Montes, ha publicado una carta en la que comparte el testimonio de cómo ha vivido la «hermana enfermedad»

María Martínez López

Era «justo y necesario» compartir lo que han supuesto para él la enfermedad y una operación quirúrgica. Éste es el motivo que ha llevado a monseñor Jesús Sanz Montes, OFM., a publicar una carta compartiendo su testimonio después de la operación en la que, el 11 de agosto, le fue extirpado un tumor en el riñón izquierdo, que resultó no ser maligno.

Después de preocuparse, como arzobispo, de visitar enfermos, «esta vez yo he sido el visitado, yo he experimentado mi propio límite con la hermana enfermedad», empieza reconociendo. En esta situación -continúa-, «lo primero que descubres es que tu agenda es sumamente frágil, por más que fueran importantes los eventos apuntados en ella. Dios quiere más a tu vida que a tu agenda».

En las manos de los médicos y del personal hospitalario, monseñor Sanz ha visto que «Dios tiene unas manos grandes de Padre bueno», en las que «es hermoso verte». Durante los días de su operación y convalecencia, entre «el llanto de los bebés que acababan de nacer y el llanto de los adultos que despedían a un ser querido», su historia personal «se detuvo por unos días para dar gracias a Dios y a la Santina, dar gracias a los hermanos, y ver de otro modo mi propia vida».

Las cosas, en su justa medida

Y añade: «¡Cuántas cosas descubres que estaban mal colocadas y que la hermana enfermedad te las vuelve a situar en su justa medida! En primer lugar, el mismo Dios, que no siempre ocupa la primacía que le es debida».

Fue el mismo monseñor Osoro quien anunció, en una visita a una parroquia y en las redes sociales, su operación. Poco antes de entrar a quirófano, escribió en Twitter: «Hoy me operan de un tumor renal. Todo es gracia. Rezadme. Dios habla en la brisa tras el huracán intempestivo. Su voz siempre es reconocible».

Cinco días después de la intervención, publicó otros dos tuits: «Gracias a Dios por la hermana enfermedad que me ha permitido ponerle en el primer lugar de nuevo. Ante Él mi vida vale más que mi agenda». Y también: «Gracias por el don inmerecido de los hermanos que me han acompañado con afecto y oración. La operación salió bien; no es maligno lo que quitaron».

Ofrecemos a continuación la carta de monseñor Jesús Sanz

En la antigüedad se percibía la enfermedad como algo maléfico, tal vez como una maldición fruto de tus errores y pecados. De hecho hay todavía enfermedades que se perciben con este halo punitivo en determinadas culturas. Y, sin embargo, se trata de una circunstancia de la vida, tenga el origen que tenga la enfermedad de que se trate: el contagio, el accidente, la vejez, etc. Una situación en la que quien padece la enfermedad y su entorno más inmediato, permite que aflore lo mejor y lo peor de nosotros mismos precisamente ante el límite de las fuerzas y el desbaratarse de la normalidad.

La tradición cristiana siempre ha vivido el gesto de visitar a los enfermos como una obra de misericordia. Acercarse con discreción y brevedad a una persona que experimenta su propio límite físico, y que tiene como añadido esa serie de concomitancias: dolores, incertidumbre, soledad íntima, miedo quizás… Como arzobispo lo hago cuando me entero de alguien cercano que ha sido hospitalizado o que convalece en su propio hogar. Pero esta vez se ha dado una importante novedad: yo he sido el visitado, yo he experimentado mi propio límite con la hermana enfermedad, como diría san Francisco.

Mi intervención quirúrgica en el riñón en estos días pasados, me ha impuesto por primera vez vivir esa circunstancia que nunca es prestada ni imaginada hasta que la sufres en tu propia carne. Lo primero que descubres es que tu agenda es sumamente frágil, por más que fueran importantes los eventos apuntados en ella. Hay algo más importante todavía: tu propia vida. Dios quiere más a tu vida que a tu agenda, y te lo hace saber cuando prescinde de ésta para tomar en sus manos aquélla más todavía.

Dios tiene unas manos grandes de Padre bueno, cuyos dedos se alargan hasta las manos de quienes te curan: médicos, enfermeras, personal sanitario, gerencia y administración de un centro hospitalario. Es hermoso verte en tan buenas manos, que han sabido poner al servicio de tu bien y curación todo lo que de ellas dependía. Estoy muy agradecido al Centro Médico y a su maravillosa gente: desde mi cirujano y el equipo médico que me operó, a los que me cuidaron en la UVI primero, y en la habitación después, el padre capellán, quienes me acompañaron: amigos, compañeros y mi propia familia. Todos, cada uno con su nombre y su buen hacer están en mi agradecimiento y en mi plegaria. También a tanta gente que ha rezado y se ha interesado por mi salud en Asturias y fuera de ella. Me recupero rápido y saber que lo que tenía no era maligno es una buena noticia.

La estancia en el Centro Médico coincidió con una nota realista: el llanto de los bebés que acababan de nacer y escuchaba cada noche, y el llanto de los adultos que despedían a un ser querido tras su fallecimiento. Dos llantos distintos, que abren y cierran una vida, dos llantos en medio de los cuales mi historia personal se detuvo por unos días para dar gracias a Dios y a la Santina, dar gracias a los hermanos, y ver de otro modo mi propia vida. ¡Cuántas cosas descubres que estaban mal colocadas y que la hermana enfermedad te las vuelve a situar en su justa medida! En primer lugar, el mismo Dios, que no siempre ocupa la primacía que le es debida. Luego las cosas que vives, por las que luchas y sueñas… ¡cómo se te cuelan maquilladas pretensiones y engañifas! Y, después, el valor que cobran los hermanos cuyo afecto y entrega se te dan con una gratuidad tan hermosa como inmerecida. Sí, preciosa lección que la vida enseña a través de esta circunstancia teniendo a Dios como Maestro. Gracias a todos. Gracias a la vida.