La Cruz no es el fracaso de Jesús, es nuestra victoria - Alfa y Omega

La Cruz no es el fracaso de Jesús, es nuestra victoria

RV

A la hora del ángelus dominical en la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, el Papa recordó a los miles de fieles y peregrinos que se habían dado cita en la soleada Plaza de San Pedro que nosotros no exaltamos una cruz cualquiera, o todas las cruces; sino que exaltamos la Cruz de Jesús, porque en ella se ha revelado al máximo el amor de Dios por la Humanidad.

Por esta razón -dijo el Papa-, nosotros, los cristianos, bendecimos con el signo de la cruz. De ahí que el Obispo de Roma haya invitado a pensar con conmoción en tantos hermanos y hermanas nuestros que son perseguidos y asesinados a causa de su fidelidad a Cristo. Y añadió que esto sucede especialmente allí donde la libertad religiosa no está aún garantizada o plenamente realizada; así como también en países y ambientes que, en principio, tutelan la libertad y los derechos humanos, pero donde concretamente los creyentes, y de modo especial los cristianos, encuentran limitaciones y discriminaciones.

Texto de la alocución del Papa antes de rezar el Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El 14 de septiembre la Iglesia celebra la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Alguna persona no cristiana podría preguntarnos: ¿Por qué exaltar la cruz? Podemos responder que nosotros no exaltamos una cruz cualquiera, o todas las cruces: exaltamos la Cruz de Jesús, porque en ella se ha revelado al máximo el amor de Dios por la Humanidad.

Es esto lo que nos recuerda el Evangelio de Juan en la liturgia del día: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo Unigénito» (3, 16). El Padre ha dado al Hijo para salvarnos, y esto ha comportado la muerte de Jesús, y la muerte en la cruz. ¿Por qué? ¿Por qué ha sido necesaria la Cruz?

A causa de la gravedad del mal que nos tenía esclavos. La Cruz de Jesús expresa ambas cosas: toda la fuerza negativa del mal, y toda la mansa omnipotencia de la misericordia de Dios. La Cruz parece decretar el fracaso de Jesús, pero en realidad marca su victoria. En el Calvario, los que se burlaban de Él le decían: «Si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz» (Cfr. Mt 27, 40). Pero era verdad lo contrario: precisamente porque era el Hijo de Dios Jesús estaba allí, en la cruz, fiel hasta el fin al designio del amor del Padre. Y precisamente por esto Dios ha exaltado a Jesús (Fil 2, 9), confiriéndole una realeza universal.

Y cuando dirigimos la mirada a la Cruz donde Jesús ha sido clavado contemplamos el signo del amor, del amor infinito de Dios por cada uno de nosotros y la raíz de nuestra salvación. De aquella Cruz brota la misericordia del Padre que abraza al mundo entero. Por medio de la Cruz de Cristo, el Maligno ha sido vencido, la muerte es derrotada, se nos ha dado la vida y se nos ha devuelto la esperanza. ¡Eh! Esto es importante. Por medio de la Cruz de Cristo se nos ha devuelto la esperanza.

¡La Cruz de Jesús es nuestra única y verdadera esperanza! He aquí porqué la Iglesia exalta la Santa Cruz, y he aquí porqué nosotros, los cristianos, bendecimos con el signo de la cruz. Es decir, nosotros no exaltamos las cruces, sino la Cruz gloriosa de Jesús, signo del amor inmenso de Dios. Signo de nuestra salvación, y camino hacia la Resurrección. Y ésta es nuestra esperanza.

Nuestros hermanos perseguidos

Mientras contemplamos y celebramos la Santa Cruz, pensemos con conmoción en tantos hermanos y hermanas nuestros que son perseguidos y asesinados a causa de su fidelidad a Cristo. Esto sucede especialmente allí donde la libertad religiosa no está aún garantizada o plenamente realizada.

También sucede en países y ambientes que en principio tutelan la libertad y los derechos humanos, pero donde, concretamente, los creyentes y, de modo especial los cristianos, encuentran limitaciones y discriminaciones.

Por eso, hoy los recordamos y rezamos de modo especial por ellos. En el Calvario, a los pies de la cruz, estaba la Virgen María (Cfr. Jn 19, 25-27). Es la Virgen Dolorosa, que mañana celebraremos en la liturgia. A Ella encomiendo el presente y el futuro de la Iglesia, para que todos sepamos descubrir y acoger siempre el mensaje de amor y de salvación de la Cruz de Jesús. Le encomiendo de modo particular a las parejas de esposos que he tenido la alegría de unir en matrimonio esta mañana en la Basílica de San Pedro.