Dios vive entre los narcos - Alfa y Omega

Dios vive entre los narcos

La cárcel de Palmasola, en la provincia boliviana de Santa Cruz de la Sierra, es una de las más peligrosas del mundo. Con más de 5.000 reclusos, acusados sobre todo de narcotráfico, pero también de asesinatos y violaciones, Palmasola es una ciudad sin ley, donde la policía apenas se atreve a pisar y son los presos los que crean su propia jerarquía, llena de abusos y extorsiones. El sacerdote brasileño Leonardo da Silva, misionero espiritano, lleva como capellán en este penal desde 2008. En esta entrevista nos cuenta cómo es la cárcel que va a visitar el Papa:

Cristina Sánchez Aguilar
El coro de la prisión, durante una celebración de la Eucaristía

Cuentan que Palmasola es como una pequeña ciudad sin ley. ¿Nos podría describir qué hay al otro lado del muro?
Es una microsociedad. Dentro, puedes encontrar todos los roles que encontrarías en una gran ciudad. Hay pabellones de mujeres, de hombres, de enfermos, de menores, otro para los más peligrosos… También hay inmigrantes. De hecho, tenemos gente de los cinco continentes quienes, por cierto, están bastante abandonados por sus embajadas, y son quienes peor lo pasan en el penal, porque los bolivianos los extorsionan y marginan.

Además, las condiciones son lamentables. El Gobierno por ejemplo, solo destina un euro al día para la comida de los internos. Si tienen hijos allí, todos se tienen que alimentar con ese euro. También hay presos inocentes —encarcelados de forma preventiva— que fallecen estando en la cárcel, porque no hay médicos, ni medicinas. Viven hacinados, entre basura e infecciones. Y en esa circunstancia, es muy difícil sobreponerse.

A Palmasola la llaman, eufemísticamente, centro de rehabilitación. Pero usted ha denunciado en varias ocasiones el abandono de las autoridades a los presos y la escasez de programas de reinserción
Hay una ley desde 2001 que propone todo un sistema de rehabilitación y reinserción social y laboral para los presos. Esta ley parte de la instancia gubernamental de la que dependen las cárceles, pero la realidad es que sólo se han puesto en práctica iniciativas precarias y escasas. Solo la Iglesia y las instituciones civiles son las que están proponiendo medidas para trabajar con los reclusos.

Esto sí que es trabajar en la periferia…
Sí. La pastoral penitenciaria de Bolivia tiene varios equipos de voluntarios que trabajan en cinco ejes. Uno de ellos es la educación: a través de programas humanísticos, ayudamos al proceso de rehabilitación de los presos. Luego tenemos proyectos de estudio de primaria y secundaria, y hasta hay un convenio con una universidad para licenciarse en derecho. Este año hay 30 internos haciendo la carrera. Lo más curioso es que hemos hecho estadísticas, y casi el 80 % de los reincidentes son los que no pasaron por programas de rehabilitación.

¿Cuántos voluntarios se atreven a traspasar la puerta?
Somos, desde hace varios años, 30 personas entre las que hay dos sacerdotes, religiosos y religiosas, abogados que ayudan a los extranjeros, un equipo que cuida de los ancianos y enfermos, y otro grupo que cuida de lo catequético y litúrgico.

Eso habría que contarlo a las altas instancias
Lo hacemos. No hace mucho elaboramos un documento con datos sobre la realidad de las cárceles en Bolivia. El objetivo era animar al Gobierno a que conozca la cárcel desde dentro. La pastoral penitenciaria trabaja también como observatorio del cumplimiento de los derechos humanos. Ahora hemos montado una plataforma ciudadana. La idea es llegar a lo legislativo hacer ajustes en la ley. Principalmente, queremos reducir los tiempos de retraso de los procesos, porque en Palmasola hay un 86 % de los presos en prisión preventiva. El otro día conocimos el caso de una persona que estuvo detenido 9 años de forma preventiva, y era inocente. Cuando salió, sin ninguna indemnización, estaba sin empleo, sin redes sociales ni familiares… y nadie se preocupó por él.

Cuentan que los propios presos han construido iglesias dentro del recinto. ¿Se mantiene la fe entre tanta desesperación?
Nunca he visto tanta fe como en Palmasola. Hay dos iglesias dentro, y los domingos están a rebosar. Es precioso ver cómo entran a rezar postrados, cómo meditan y ponen mucha atención, esperando un mensaje de esperanza.

¿Hay alguna historia de conversión?
Hay. Incluso tenemos casos de personas que salieron y ahora están fuera con sus familias, y siguen vinculados a lo religioso. Hemos escuchado muchos agradecimientos por el tiempo en Palmasola, «porque he encontrado el verdadero sentido de la vida. Ahora valoro más las cosas». Así me dicen. Recuerdo el caso de un preso especialmente conflictivo que, en una clase de artesanía, aprendió a hacer cruces, y ahora se gana la vida de esa forma. Recuerdo otro caso, el de un sicario que había matado a dos personas. Después de mucho acompañamiento, acabamos conociendo su historia: creció en una familia violenta, que le maltrató desde niño. Aunque él no podrá salir de Palmasola, estamos trabajando con él y poco a poco, notamos cómo va cambiando

Los internos saben que irá el Papa a verlos. ¿Nerviosos?
Para que te hagas una idea, uno vino a preguntarme el otro día si yo sabía si le iban a soltar antes de julio, para interceder. Porque no quería marcharse sin ver al Papa. ¡Otra persona de fuera me dijo que qué podía hacer para caer preso en julio! Los internos están llenos de esperanza. Se ve en sus ojos, en lo que dicen, en cómo se preparan. Quieren que esté bonito, y llevan meses pintando paredes y pancartas. Nosotros hemos tratado de involucrarles en la preparación, para que estén muy cerca de él, y los coordinadores y la policía también se ha portado espléndidamente bien.

Y usted, ¿qué espera de la visita?
Hemos mandado varias sugerencias al Papa, sobre lo que ocurre aquí, esperando que ilumine con sus palabras esta situación, para conducir al gobierno a actuar de manera diferente. Es el momento oportuno para subsanar fallos enormes, como por ejemplo, las indemnizaciones a las familias de los 35 presos que fallecieron calcinados el año pasado. 33 de ellos estaban en prisión preventiva. También hablará de las víctimas.