Una espiritualidad evangélica y evangelizadora - Alfa y Omega

Una espiritualidad evangélica y evangelizadora

La exhortación Evangelii gaudium no es sólo un resumen de los trabajos del Sínodo de los Obispos sobre la nueva evangelización, sino que se trata más bien de un compendio de la espiritualidad y de la experiencia personal del Papa Francisco. Un documento en el que, como explica don Gerardo del Pozo, Decano de la Facultad de Teología de la Universidad San Dámaso, de Madrid, el Papa «da testimonio de un acontecimiento en el que ha participado muchas veces y aparece expresado con toda claridad ya en las primeras palabras: La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida de los que se encuentran con Jesús… Con Jesucristo, siempre nace y renace la alegría»

Gerardo del Pozo Abejón
Sus palabras y gestos son una pequeña caricia del amor de Dios, llamada a irradiarse desde San Pedro hasta los confines de la tierra, en los corazones de los hombres

La impresión que produce una primera lectura de la Exhortación apostólica Evangelii gaudium (EG) del Papa Francisco es la de coherencia en fondo y forma con el estilo evangélico con que está ejerciendo el ministerio petrino y desgranando su magisterio papal. Esa coherencia proporciona una autoridad y frescura añadidas al documento papal.

La elección del nombre Francisco, cuya figura está tan unida al Evangelio y a las Bienaventuranzas, y las palabras y gestos de su primera aparición en la Plaza de San Pedro, ya dejaban entrever la intención de servir a la renovación de la Iglesia, situando la realidad y la palabra del Evangelio de Jesucristo y su inagotable novedad en el centro de la Iglesia, de su predicación y de su misión entre los hombres.

Aquellas palabras y gestos fueron como una semilla llamada a crecer en un gran árbol, como una pequeña caricia del amor de Dios llamada a irradiarse desde San Pedro hasta los confines de la tierra, en los corazones de los hombres. Con el tiempo, hemos ido viendo que de la semilla ha salido una planta que podemos apreciar más claramente, y la caricia divina ha encontrado eco en el agradecimiento y expectación inaudita que sus gestos, sus palabras y su persona suscitan en los corazones de muchos hombres.

Testimonio de un acontecimiento

En la EG sale a la luz un fruto magisterial importante, pero con las características de su carisma personal. Aceptó con gusto la petición de los Padres sinodales de redactar esta Exhortación apostólica. En ella recoge las riquezas de los trabajos sinodales. Recoge asimismo lo más granado que los Papas anteriores, desde Pablo VI hasta Benedicto XVI, habían dicho sobre la evangelización y la nueva evangelización. Lo completa con consultas a otras personas e intenta «expresar las preocupaciones que me mueven en este momento concreto de la obra evangelizadora de la Iglesia».

Hay que arribar al corazón evangélico y henchido de deseos evangelizadores de Francisco para entender esta Exhortación apostólica. Lo que le mueve en ella es dar testimonio de un acontecimiento en el que ha participado muchas veces y aparece expresado con toda claridad ya en las primeras palabras: «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida de los que se encuentran con Jesús… Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría». La alegría de los hombres en el Evangelio mana siempre del amor más grande de Dios que se nos manifestó en Cristo. El amor de Dios que nos saca a los hombres del aislamiento y la autorreferencialidad y nos conduce más allá de nosotros mismos, hasta alcanzar la altura a la que estamos llamados. Nos lleva a comunicar el Evangelio a los demás. Francisco hace votos para que el mundo actual reciba el Evangelio de Jesucristo a través de evangelizadores que «han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo».

El abrazo del Evangelio

Se trata de anunciar el Evangelio a todos sin excluir a nadie, no como quien impone una obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable. La Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción (EG 14). La alegría del Evangelio que llena la vida del pueblo cristiano es una alegría misionera (EG 21), para todos (EG 23). Se trata de llevar el Evangelio donde falta la luz y la vida del Resucitado (EG 30).

La Evangelii gaudim es como una irradiación meditada del corazón evangélico y evangelizador del Papa. Nos ofrece una espiritualidad evangélica y evangelizadora que brota de la meditación en su corazón de la Palabra de Dios, leída como Evangelio del amor de Dios hasta auscultar los latidos de Su corazón y adivinar desde ellos los latidos más hondos de los corazones de los hombres. Una espiritualidad evangelizadora nacida de su experiencia pastoral, de su mirada y trato misericordioso con los corazones de los hombres hasta descubrir en ellos la nostalgia inextinguible del Evangelio. Una espiritualidad evangelizadora cuya mayor alegría es participar en el encuentro entre esa nostalgia de los hombres y la pasión del amor de Dios, que los quiere abrazar a todos primero, con el abrazo del Bautismo y los sacramentos, y luego con el abrazo que nos dará como Padre misericordioso en la gloria que nos espera (EG 144).