«El rostro de la Sábana Santa nos atrae al rostro de Jesús… - Alfa y Omega

«El rostro de la Sábana Santa nos atrae al rostro de Jesús…

El momento de la oración ante la Sábana Santa era el acto más esperado del viaje de Francisco a Turín. Sin embargo, como si la Síndone le hubiese dejado sin palabras, durante el cuarto de hora que el Papa estuvo ante ella, no hubo palabras, ni mensajes, ni cantos, ni lecturas: sólo una oración silenciosa y prolongada, antes de tocar el cristal especial que protege el misterioso Sudario

José Antonio Méndez
El Papa, justo en el momento en el que tocó el marco del cristal que protege la Síndone

Las últimas pruebas científicas realizadas a la Sábana Santa de Turín en 1997, 2002, 2005 y 2010 han aportado datos de lo más interesantes. Por ejemplo, que contiene restos de pólenes del siglo I propios de la zona de Palestina; que ha sido desplazada y expuesta en un sinfín de ocasiones entre Tierra Santa, Turquía, Francia e Italia; que tiene restos de sangre del tipo AB (el mismo tipo que el Sudario de Oviedo y que la mayor parte de los milagros eucarísticos confirmados por la Iglesia); que las heridas que presenta también coinciden en lugar y número con la reliquia ovetense; que parece ser un lienzo funerario que habría cubierto el cuerpo de un hombre crucificado al estilo romano; que tanto el cuerpo como el rostro están desfigurados por una brutal paliza; que sobre los ojos pudo haberse colocado un leptón romano –moneda acuñada entre los años 26 y 36 d. C.–; que los vestigios de lo que parece una tortura sobre el cuerpo del crucificado coinciden con los métodos de crucifixión romanos, con los relatos evangélicos y con las visiones de algunos místicos como la beata Ana Catalina Emmerick; que las pruebas del Carbono 14 de 1988, y que la datan en torno al siglo XIII, no son concluyentes ni coinciden con las referencias historiográficas sobre la Síndone, algunas de ellas bastante anteriores; y que nadie ha podido explicar con solvencia cómo la imagen quedó sobreimpresionada en la tela, a modo de negativo fotográfico, tras una especie de explosión lumínica intensa y fugaz. No obstante, la Iglesia no se ha pronunciado sobre su autenticidad, aunque sí permite su veneración, e incluso los últimos Papas se han postrado ante ella. El último en hacerlo ha sido el Papa Francisco.

Contemplación y silencio

Justo antes de celebrar la Eucaristía en Turín, el Santo Padre rezó dentro de la catedral ante la misteriosa Sábana que, según la Tradición, envolvió el cuerpo amortajado de Jesús. Pero aunque se trataba de uno de los momentos centrales del viaje, Francisco prescindió de lecturas, discursos o cantos, y se sumió en una oración silenciosa y prolongada. Tras unos minutos de contemplación, con mucha más gravedad de lo que acostumbra, el Papa se persignó, se dirigió al pie del Sudario y tocó durante unos momentos de gran intensidad el marco del cristal especial que lo aísla.

Apenas unos minutos después, el Pontífice celebró la Eucaristía en una abarrotada plaza Vittorio. En su homilía, junto a un altar decorado con una representación medieval de la Síndone, Francisco aludió a los pasajes de la Pasión para destacar tres características del amor de Dios: «un amor fiel», «que recrea todo», y que es «estable y seguro».

El de Dios, explicó el Papa, es «el amor fiel, que no defrauda, que nunca falla. Jesús encarna este amor, es su testigo. Nunca se cansa de amarnos, soportarnos, perdonarnos. Nos acompaña en el camino de la vida. Por amor se hizo hombre, murió y resucitó. Por amor está siempre a nuestro lado, en los momentos lindos y en los difíciles. Jesús nos ama siempre, permanece fiel, aun cuando nos hemos equivocado, y nos espera: Él es el rostro del Padre misericordioso».

Tras la Eucaristía, en el Ángelus, Francisco explicó el sentido que tiene venerar la Sábana Santa, ante la expectación de los miles de fieles congregados en Turín: «El Santo Sudario –dijo– nos atrae hacia el rostro y el cuerpo martirizado de Jesús y, al mismo tiempo, nos empuja hacia el rostro de cada persona sufriente e injustamente perseguida». El rostro de la Sábana que la Iglesia custodia desde hace siglos, «nos empuja en la misma dirección que el amor de Jesús».