«Tenéis el mismo desafío que tuvo don Bosco» - Alfa y Omega

«Tenéis el mismo desafío que tuvo don Bosco»

El Papa Francisco ha visitado Turín para celebrar el Bicentenario de san Juan Bosco. A sus hijos e hijas, reunidos en la Basílica de María Auxiliadora, les dijo que «vuestro carisma es de una actualidad absoluta. Tenéis el mismo desafío que tuvo don Bosco»: salir al encuentro de los jóvenes «en los contextos donde sobre todo falta el amor, la comprensión, la ternura, la esperanza». A los jóvenes, Francisco los animó poco después a «vivir, no a ir tirando»

María Martínez López
El Papa abandona la plaza Vittorio Veneto (Turín), al finalizar la Eucaristía, el domingo 21 de junio por la mañana

La visita del Papa Francisco a Turín por el Bicentenario del nacimiento de san Juan Bosco y la ostensión de la Sábana Santa ha sido para él una vuelta a casa. Sus abuelos paternos eran de esta región italiana, y durante el viaje, el Santo Padre visitó la iglesia donde se casaron, además de comer con familiares suyos.

Turín también es entrañable para el Papa por ser la cuna de don Bosco y de la Familia Salesiana, a la que Francisco se ha sentido siempre muy unido. «Mi familia –recordó ante los salesianos y salesianas el domingo, en la Basílica de María Auxiliadora– estaba muy ligada a los hijos de don Bosco», desde la llegada de su padre a Argentina en 1929.

«En este mundo hedonista, yo os digo: ¡sed castos!»

En su encuentro con los salesianos, el Papa subrayó cómo «don Bosco sabía educar en la afectividad a los niños» porque él mismo lo vivió en su familia. La importancia de la afectividad surgió también luego, en el encuentro con los jóvenes que abarrotaban la plaza Vittorio Veneto. «¡Me dan mucha tristeza los jóvenes que se jubilan a los 20 años! Han envejecido rápido. Lo que hace que un joven no se jubile es el deseo de amar». Así empezó una breve catequesis en la que les explicó que el amor tiene dos ejes: «Está más en las obras que en las palabras»; y «siempre se comunica; se hace en el diálogo».

El Papa no tuvo miedo a continuar con una idea «impopular»: el amor también «es muy respetuoso, no usa a las personas; es decir, el amor es casto. En este mundo hedonista», donde sólo prima «pasarlo bien, yo os digo: ¡sed castos!». A veces «es muy difícil, pero es el camino de un amor genuino, que sabe dar la vida, no busca usar al otro para el propio placer. Es un amor que considera sagrada la vida de la otra persona». El Pontífice concluyó señalando la Cruz de los jóvenes –en la imagen–, y afirmando que, como hizo Jesús en la cruz, «el amor se sacrifica por los otros».

Como él mismo explicó, Jorge Bergoglio comenzó a ir a un colegio salesiano cuando «mi madre, después del quinto parto, se quedó paralítica. Allí aprendí a amar a la Virgen. Los salesianos me han formado en el trabajo, en la afectividad», y también «me han ayudado a afrontar la vida sin miedos ni obsesiones, a caminar hacia adelante en la alegría, en la oración». Esta influencia no terminó con el colegio, pues se dirigía espiritualmente con un salesiano que «me guió en el momento de pasar al seminario a la Compañía de Jesús».

En un discurso improvisado, Francisco recordó a los salesianos los «tres amores» de don Bosco: María –«No se avergonzaba de la Virgen porque no se avergonzaba de su madre»–; la Eucaristía –«Celebradla bien, haced entrar en ella a los jóvenes»– y el Papa y la Iglesia. En el discurso que había preparado, subrayó también la confianza del santo en Dios: «Esta relación de confianza con el Señor es también la sustancia de la vida consagrada», afirmó. Sólo esta confianza hace posible «un continuo superarnos, anclándonos en la realidad eterna y zambulléndonos en el Señor, nuestra fuerza y nuestra esperanza», al servicio del Evangelio y de los hermanos.

Alegría y creatividad

En el caso de la Familia Salesiana, esto se refleja en el servicio a los jóvenes, en especial a los más necesitados y vulnerables. Un carisma que –dijo a los salesianos– «es de una actualidad absoluta». En un país como Italia, con un 40 % de paro juvenil, «tenéis el mismo desafío que tuvo don Bosco»: salir al encuentro de los jóvenes «en los contextos sociales donde faltan muchas cosas materiales, pero sobre todo falta el amor, la comprensión, la ternura y la esperanza». El Papa les pidió «una educación de emergencia» que enseñe a los chicos, de forma rápida y práctica, un oficio. Pero también hace falta transmitirles «la alegría salesiana. Promoved las cosas buenas con creatividad».

«¡Vivir, no ir tirando!»

Durante el encuentro con los jóvenes, varios plantearon al Papa sus inquietudes. Sara, de 27 años y en paro, reconoció que «a menudo respiramos un cierto sentido de desconfianza en la vida. ¿Qué hacer para no desalentarnos?». Francisco le respondió: «Comprendo lo que dices», y aludió a la cultura del descarte que afecta a los jóvenes, a la tercera guerra mundial por partes que vive el mundo y a la hipocresía de muchos dirigentes. «Por eso, Jesús nos decía que no pusiéramos nuestra seguridad en las riquezas, en los poderes mundanos».

Aprovechando el testimonio de Luigi, de 26 años, que trabaja con otros jóvenes para poner los oratorios juveniles de su zona en salida, el Santo Padre invitó a los jóvenes a «hacer, y hacer contracorriente. Haced cosas constructivas, aunque sean pequeñas, pero que nos unan. Éste es el mejor antídoto contra esta desconfianza de la vida». La situación en el Turín del siglo XIX tampoco era fácil: se unían la pobreza y un ambiente fuertemente anticlerical. «¡Buscad cuántos santos y santas nacieron en ese tiempo! ¿Por qué? Porque se dieron cuenta de que tenían que ir contracorriente respecto a esa cultura», y siempre «al servicio de los otros». El Papa terminó animando a los jóvenes, en palabras del beato Pier Giorgio Frassati, a «¡vivir, no ir tirando!».