Francisco pide una «conversión ecológica» - Alfa y Omega

Francisco pide una «conversión ecológica»

El reto que propone el Papa en su nueva encíclica, Laudato si, es nada menos que una «conversión ecológica» e «integral» para restaurar los vínculos rotos con Dios, con el prójimo, con la tierra y con uno mismo. Francisco ha cumplido su parte. Ahora toca, en cada rincón de la Iglesia, traducir el documento en cambios concretos en la vida diaria. En España, la Iglesia ya ha abierto el fuego con presentaciones y propuestas

Ricardo Benjumea
Presentación de la encíclica en la sede de la CEE. A la izquierda, el rector de la UPSA, y a la derecha, el de Comillas. Entre ambos, el secretario general y el presidente

Francisco no se anda por las ramas. Su nueva encíclica pone en cuestión tanto el modelo productivo dominante, como el estilo de vida consumista en los países ricos que lo sustenta. El planeta ya no aguanta más este ritmo, y 800 millones de personas pasan hambre, mientras en las naciones desarrolladas buena parte de la cesta de la compra termina sistemáticamente en el cubo de la basura. Ese consumismo ni siquiera nos hace más felices. Al contrario. Se mire por donde se mire, ha llegado la hora de rectificar el rumbo. El Papa se dirige a los gobiernos y a las grandes empresas, pero también a cada comunidad y a cada individuo, especialmente a quienes acaparan las mayores porciones del pastel de la riqueza mundial. La encíclica va dirigida «a cada persona que habita este planeta». A todas, efectivamente, la Laudato si les lanza una serie de preguntas, a menudo incómodas, porque obligan a hacer examen de conciencia sobre en qué medida cada cual es cómplice de la destrucción de la tierra y de la situación de exclusión a la que son condenados millones de seres humanos.

El documento ya está lanzado. Ahora toca leerlo, estudiarlo e incorporarlo a la vida diaria. En las diócesis españolas han comenzado las presentaciones. El martes, el cardenal Ricardo Blázquez presentó la encíclica en la sede de la Conferencia Episcopal, en Madrid, acompañado por el secretario general, José María Gil Tamayo, y –dato novedoso– por los rectores de las dos Universidades Pontificias existentes en España, Comillas y Salamanca.

El arzobispo de Valladolid y presidente del episcopado español agradeció al Papa el «excelente servicio» que ha prestado «no sólo a las personas creyentes, sino a toda la humanidad». Una de las grandes aportaciones de esta «gran encíclica» es, a su juicio, que desciende a la vida concreta. El Papa anima, por ejemplo, a dosificar el consumo de la luz y del agua, o a bendecir la mesa. Con esta bendición, damos gracias por «los dones que hemos recibido, por el trabajo de las personas que han posibilitado que podamos sentarnos a la mesa, y por Dios, el Creador que nos sostiene en la vida». «Tengan la seguridad –concluyó Blázquez– de que [la encíclica] no caerá en terreno baldío».

El secretario general y portavoz apuntó también a la dimensión del reto que se abre ahora para los creyentes. Se trata de acoger «con todo el corazón» este «gran regalo que nos ha hecho el Papa», con «el propósito de incorporar a nuestra mentalidad, a nuestra manera de pensar, de actuar y de vivir la fe, esta ecología integral», que nos anima a vivir en armonía con los demás hombres y las demás criaturas, tal «como Dios quiere», y como apuntan «los afanes más nobles del hombre», dijo Gil Tamayo.

Llamada a la sobriedad

«La llamada a la sobriedad» es uno de los grandes acentos del documento, destacó el rector de la Universidad Pontificia de Salamanca, Ángel Galindo. «El hombre de hoy tiene que ser sobrio. Puede haber para todos, pero tenemos que ser sobrios. La sobriedad hoy es un valor espiritual», dijo.

Galindo destacó también el valor del diálogo en la encíclica. Francisco cita a musulmanes y ortodoxos y se abre al debate con todos los sectores sociales y disciplinas científicas. En la defensa del medioambiente, anima a la Iglesia a un mayor diálogo con la sociedad civil y con las organizaciones ecologistas en particular, sean o no creyentes, resalta el rector de la UPSA.

Julio Luis Martínez, SJ, rector de la Universidad Pontificia de Comillas, subrayó cómo la encíclica incorpora de forma natural esa colegialidad a la que a menudo alude Francisco, al incluir abundantes citas de documentos de episcopados de todo el mundo. Muy importante, a su juicio, es también la interdisciplinariedad. Late de principio a fin la «convicción de fondo de que no puede haber buena ética y espiritualidad si no están asentadas sobre buenos datos», a la vez que afirma que «la ciencia no puede resolver ella sola estos problemas, porque estamos ante una cuestión moral de primera magnitud», según el rector.

En la Laudato si, Francisco constata además que la cuestión ecológica y la justicia social son hoy inseparables, e incluso extiende la responsabilidad del hombre de hoy hacia las generaciones venideras, lanzando la pregunta de «qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan».

Llamativo también, para Julio Martínez, es que el Papa no apele al temor por las crisis medioambientales y sociales que produce nuestro comportamiento irresponsable, sino al «amor». «El miedo no es eficaz», afirma el rector. En su lugar, Francisco llama a «la alegría insobornable que surge del amor a Dios y a los demás». Ésa es la gran motivación que reclama al pedir una «conversión ecológica».

Poner de nuestra parte

Además de los obispos, dos organizaciones católicas se han sentido especialmente interpeladas por la encíclica: Cáritas y Manos Unidas. La asociación de la Iglesia en España para la cooperación con el tercer mundo destacó en una nota el lenguaje «directo y particularmente incisivo» que utiliza el Papa. La Laudato si «nos exige que reconozcamos nuestra responsabilidad directa en esta degradación. No podemos vivir sin tener en cuenta que nuestro modo de consumir afecta directamente a los más vulnerables, cuyos rostros no nos atrevemos ni a mirar», afirman desde Manos Unidas.

A juicio de Cáritas, «nuestra fe nos llama a vivir con sencillez, de manera sostenible y en solidaridad respecto a los pobres. Así que hemos de poner de nuestra parte para combatir el cambio climático como una reacción fundamental y expresión de nuestra fe».

En un argumentario difundido la pasada semana por la organización sociocaritativa de la Iglesia, se afirma que, «aunque cada cambio que hacemos puede parecer pequeño en sí mismo, todo junto suma. Es una señal de que queremos un cambio mucho más grande, y nuestras acciones pueden animar a otros a participar». Además, tal como argumenta Francisco en la encíclica, con este tipo de gestos y este nuevo estilo de vida «estamos demostrando a los políticos lo mucho que nos importa esta cuestión, y que esperamos que ellos hagan frente a las causas del cambio climático».